Camino a casa
septiembre 22, 2016Palabras de afirmación
septiembre 22, 2016Mi nombre es Jeremías y les quiero contar un poco acerca de mi historia… Nací en un pueblito pobre llamado Anatot, cerca de Jerusalén y mi vida transcurría como la de cualquier joven. Era un adolescente más en este basto mundo. Lucía espinillas nuevas cada semana, como la gran mayoría de mis amigos, mi voz me jugaba malas pasadas en los momentos más importantes (sobretodo cuando intenté charlar con la hija del pastor, la Princesa Fiona). Además, como la mayoría de mis amigos, tenía un pasatiempo favorito, ¡Mirar TV. todo el día echado en el sillón de mi casa!
También iba a la escuela, lancé más de alguna piedra sobre los techos de mi población, toqué algún timbre y salí corriendo. También jugaba fútbol, aunque como era el mas gordito del grupo, siempre era el último en ser elegido en el equipo y para remate, me dejaban relegado como portero…
Para nada era el mas famoso de mi escuela, nunca gané nada importante, excepto una vez que gané el premio “flan”, que se da a los “nerds” mas reconocidos de mi colegio.
Todo estaba normal, hasta que un día algo pasó, algo tan grande que me sacudió por completo.
Aún recuerdo esa noche, terminaba mi tarea y me vino un sueño, después no tenía claro si estaba dormido o no. De pronto oí una voz fuerte que decía mi nombre – “¡Jeremías!”. ¡Que onda! Dije yo, parece que la aspirina de mi Mamá venía con algo raro. – “¡Jeremías!”, seguía la voz. ¡Vaya! ¿No se me estarán fundiendo los fusibles? ¡Parece que tengo problemas en el entretecho!
“¡Jeremías! Soy yo, Dios!, Escúchame. Antes de nacer, antes de que estuvieras en la barriga de tu mamá, ya te conocía. Yo tenía un plan para ti mucho antes de que tus padres pensaran en ser novios, amado Jeremías, deseo que seas el portador de mi palabra, mi profeta”.
¿Profeta, Dios, Apartado?… haber, haber Señor… parece que te equivocaste de departamento. Yo vivo en el 301, el Pastor vive en el cuarto piso, en el 404. ¡Además mírame Señor! ¿Te parezco un profeta? Estoy en plena etapa de desarrollo, ni siquiera he terminado el colegio. Mírame Señor, tengo tantas espinillas que parezco un pedazo de turrón.
¡Mira estos frenillos! Ninguna chica quiere besarme por temor a electrocutarse. Además no tengo la edad suficiente para hablar en público, de hecho no hablo bien frente de la gente, incluso hasta el hablar en lenguas me sale enredado. Encima de todo, en mi iglesia no toman en serio a los jóvenes, ninguno de ellos está en la carpeta de predicadores para los cultos dominicales.
Una vez al año, la iglesia organiza un evento juvenil y ni pensar que algún joven tendría oportunidad de predicar (aunque el pastor dice que estos eventos son para bendecir a los jóvenes, en la práctica no veo mucho protagonismo de ellos), pues solo invitan expositores del extranjero. No se Señor, soy un puber, un “teen” y no me expreso con eluoquiencia… perdón, eluquenci… bueno, eso mismo!!!!
Además siempre escucho a esos predicadores famosos que aparecen por T.V y hablan así: “¡Esta noche Dios va a impactar tu vida con un Rhema… repite conmigo Rhema!”. ¿Me entiendes Señor? Es más, cuando hablo delante de público, más que un “ungido de Jehová”, parezco un “urgido de Jehová”, porque me aterra. Para qué decirte que en mi casa no me dan bola ni para dar las gracias por los alimentos.
Entonces Dios me dijo: – “No digas eso de que soy muy joven. Tú irás y dirás las cosas que yo te mando. Yo soy el jefe y no me equivoqué en llamarte. Ya se que eres un muchacho, que no tienes la edad suficiente para hablar de temas importantes en público y también se de tus espinillas. Tú no te imaginas cuantos otros en el pasado me han dado argumentos parecidos al tuyo”.
“¡Y cierra la boca para que no te entren moscas! Que esto no es tan impresionante como lo que te diré a continuación… Mi pueblo está mal Jeremías, se han olvidado de mí, se han descarriado y muchos de esos líderes y de esos profetas – predicadores, que son adulados por el pueblo no son mas que una montonera de mentirosos, que dicen: ´Esto dice el Señor´. Cuando Yo nunca les he hablado nada”.
“A los reyes, lo único que les interesa es el poder, los sacerdotes buscan solo la comodidad y los buenos diezmos ¡para qué hablar de los profetas! que predican bonito para que se les pague con suculentos dólares”.
“Ellos dicen: ´El señor nos va ha bendecir, viene el avivamiento, es el mejor tiempo que ha pasado Israel, Dios nos dará muchas riquezas´… Pero desconocen que ya viene en camino un ejército del norte dispuesto a borrar de la faz de la tierra a Jerusalén y Judá. Para eso te he llamado, pues no quiero realmente la destrucción de mi pueblo, sino que se arrepientan y dejen de confiar en la seguridad que les pueda dar otros reyes y otras fuentes de poder que no sea yo”.
Pero Dios, ¿tú sabes lo que me estas pidiendo? – dije yo – ¡Me estás pidiendo que predique lo que nadie quiere escuchar! Desde ahora en adelante ni soñar con que me inviten a predicar a los mega eventos en la capital o que llene algún estadio. Dios, me estas pidiendo que sacrifique las posibilidades de levantar un ministerio y que sea conocido.
En tanto Dios me dijo: “Jeremías, mi niño, yo se y entiendo tus dudas y tus temores, quiero ser honesto contigo y tengo que decirte la verdad. Cada vez que prediques, nadie te va a escuchar, es más, van a ir contra ti, pero no te vencerán, porque cada vez que te critiquen, te escupan, te expulsen de algún lugar, yo estaré contigo y serás como una muralla de bronce, indestructible”.
Bueno, Ya han pasado cuarenta años desde aquellos días y así es como comenzó mi llamado. Ha sido muy duro. Pocos son los que me escuchan, los líderes creen que soy un loco, terrorista, talibán, endemoniado. He llorado mucho, ahora de tanto llorar, las lágrimas ya me salen en polvo. He aprendido que para Dios el éxito de un ministerio no está en los números, ni en las estadísticas ni en lo conocido que seas, sino en cuan fiel a su mensaje puedes ser en momentos cuando tienes que transar entre lo que quiere escuchar la gente y lo que Dios dice.
Ya ven, soy el único predicador que la gente pagaría una buena ofrenda para hacerme callar. Incluso una vez le dije a Dios ¡Renuncio! , ya no puedo mas, no predicaré nunca mas tu palabra, maldigo el día en que me elegiste, ahora seré un creyente mas, prefiero calentar bancas y sobarle el lomo a los poderosos que hablar en nombre tuyo. Mírame, todos a mi edad ya tienen una familia, auto, profesión y yo no tengo casa, ni perro que me ladre, no tengo trono ni reina, ni nadie quién me comprenda.
Pero en tanto dije eso, sentía el brazo compasivo de Dios y que por razones que aún no comprendo bien, él me tomó en cuenta para tan peculiar hazaña. Incluso nunca podría negarme a su palabra, pues es como un fuego que quema mis huesos. Los días de mi juventud han pasado, ya estoy en el atardecer de mis horas. Lo que me preocupa es saber si Dios encontrará en el futuro jóvenes dispuestos a dejarlo todo por él. Lo que me preocupa es saber que si Dios te llamara hoy para dejarlo todo y ser fiel a su mensaje ¿pagarías el precio, estarías dispuesto?
Será difícil y duro, pero él nunca dejará huérfano o huérfana a quién está dispuesto a obedecerle.
“Señor, dame la fuerza para hacer lo que no puedo hacer
Dame la sabiduría para saber lo que debo hacer
Y dame la valentía para hacer lo que nadie quiere hacer”
Ulises Oyarzún
Graduado en Teología del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile. Ha sido pastor de jóvenes por muchos años en su país y ha servido en numerosos ministerios en varios países. Autor del libro Cómo usar el humor en el ministerio.