Jesucristo constantemente estuvo bajo presión. Sufrió presiones de tiempo; rara vez gozó de privacidad; siempre lo interrumpían; las personas, en repetidas ocasiones, lo malinterpretaron, lo criticaron y lo ridiculizaron. Experimentó tal clase de estrés que hubiera hecho claudicar a cualquiera de nosotros.
No obstante, al considerar la vida de Cristo, rápidamente descubrimos que permaneció en paz aun bajo presión. Nunca estuvo en apuros. Siempre estaba calmado. Poseía una tranquilidad en su vida que le permitía lidiar con el exceso de estrés. ¿Cómo logró hacer esto con tanto éxito? Él fundamentó su vida sobre las bases firmes del manejo del estrés. Si lográramos entender y aplicar estos principios a nuestras vidas, podríamos experimentar menos estrés y más tranquilidad emocional.
Identifícate: Conoce quién eres
Jesús declaró: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12). «Yo soy la puerta» (10:9); «Yo soy el camino, la verdad, y la vida» (14:6); «Yo soy el buen pastor» (10:11); «Yo soy el Hijo de Dios» (10:36). ¡Cristo sabía quién era!
El primer principio para controlar el estrés en tu vida es éste: Conoce quién eres. Este es el principio de la identidad. Jesús dijo: «Yo sé quién soy. Yo mismo me testifico». Esto es de suma importancia en el manejo del estrés porque si no sabes quién eres, otro tal vez te lo dirá, desde su propia perspectiva. Si ignoras tu identidad, permitirás que otros te manipulen y presionen para que seas alguien que no eres.
Mucho del estrés que experimentamos en la vida viene como resultado de portar una careta, de no ser genuinos con los demás, de vivir una vida doble o de aparentar ser alguien que en verdad no somos. La inseguridad siempre ocasiona presión en nuestras vidas, y cuando estamos inseguros nos sentimos obligados a actuar y a adaptarnos. Establecemos estándares irreales para nuestras vidas y a pesar de que luchemos, luchemos y luchemos, nos quedamos cortos. Naturalmente, la tensión y la presión son el resultado.
La primera manera de controlar el estrés en mi vida es adquirir un equilibrio interno en cuanto a lo que soy. Y sé quien soy cuando sé a quién pertenezco. Soy hijo de Dios. No fui puesto en la tierra por accidente, sino con un propósito. Dios me ama profundamente. Soy acepto ante Dios. Él tiene un plan para mi vida, y debido a que me creó, soy de mucho valor.
Y como él lo puso aquí, eres significativo. Para poder lidiar con el estrés, necesitas saber quién eres. Y hasta que logre controlar este asunto, la inseguridad te va a presionar.
Dedícate: conoce a quién tratas de agradar
El segundo principio del manejo del estrés en la vida de Cristo se halla en Juan 5:30: «Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió».
Este es el principio: Conoce a quién tratas de agradar. Entiende que no puedes agradar a todo el mundo, porque en tanto lo logres con un grupo, otro se disgustará contigo. ¡Ni aun Dios se dedica a agradar a todo el mundo, de modo que es vano procurar hacer algo que ni siquiera él hace!
Jesús sabía a quién intentaba agradar; para él eso era un asunto contundente: «Yo voy a agradar a Dios Padre». Y el Padre respondió: «Éste es mi hijo amado; estoy muy complacido con él» (Mateo 3:17).
Cuando uno no conoce a quién está tratando de agradar, se rinde ante tres cosas: la crítica (porque le afecta lo que otros piensen de su persona), la rivalidad (porque le preocupa que otro le lleve la delantera), y el conflicto (porque se siente amenazado cuando alguien discrepa de uno).
Si busco primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces todas las demás cosas necesarias de la vida me serán añadidas (Mateo 6:33). Esto significa que si me dedico a agradar a Dios, eso simplificará mi vida. Siempre haré lo correcto, aquello que agrade a Dios, a pesar de lo que piensen los demás.
Nos encanta atribuirles a otros, la causa de nuestro estrés: «Tú me obligaste…», «Debo…» «Tengo que…» En realidad, hay pocas cosas en la vida (sin mencionar el empleo) que tenemos que hacer. Cuando decimos: «Tengo que hacerlo», «Debo hacerlo», «Necesito hacerlo», realmente estamos diciendo «Escojo hacerlo, porque no deseo pagar las consecuencias», difícilmente podrá alguien obligarnos a hacer algo, de manera que no podemos culpar a otro de nuestro estrés. Cuando nos encontramos bajo presión, decidimos permitir que otros nos presionen. No somos víctimas a menos que permitamos que las exigencias de los demás nos presionen.
Organízate: conoce lo que tratas de lograr
Aquí tenemos el tercer principio de Jesucristo para lidiar con el estrés: «Aunque yo sea mi propio testigo mi testimonio… es válido, porque sé de donde he venido y a dónde voy» (Juan 8:14). El principio es este: Conoce lo que tratas de lograr. Cristo declaró: «Sé de donde he venido y a dónde voy». A menos que planifiques tu vida, y fijes prioridades, experimentarás la presión de lo que otros consideren importante.
Todos los días vives de acuerdo a las prioridades o a las presiones. No hay otra opción. O decides lo que es importante para tu vida o permitirás que otros te lo dicten. Estableces las prioridades o vives con las presiones.
Es muy fácil actuar bajo la tiranía de la urgencia, llegar al final del día y reflexionar: «¿Habré logrado algo realmente? Gasté mucha energía e hice muchas cosas pero, ¿logré hacer algo importante?». Estar ocupado no necesariamente resulta productivo. Es posible encontrarse dando vueltas en el mismo lugar sin lograr nada.
La preparación te permite sentirte calmado. Dicho de otra manera, «prepararse le evita la presión mientras que la desidia le da lugar a la presión». Organizarse y prepararse adecuadamente le reduce el estrés porque estás consciente de lo que eres, a quién trata de agradar y qué es lo que deseas lograr como meta. Fijarte objetivos claros simplifica la vida en gran manera. Dedica unos minutos para hablar con Dios diariamente. Consulta tu agenda del día y decide: «¿Realmente querré ocupar un día de mi vida de esta manera? ¿Estaré dispuesto a cambiar estas veinticuatro horas de mi vida en pro de estas actividades?».
Extracto tomado y adaptado del libro Respuestas a las dificultades de la vida, de Rick Warren, publicado por Editorial Vida © 2011. Usado con permiso.