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noviembre 22, 2020Cuando lo nuevo vuelve a quedar viejo…
enero 3, 2021¿Estaré preparado para tanto? Recuerdo que eso era lo que me preguntaba siendo muy chico. Al decidir y aceptar el llamado pastoral, mis temores más sobresalientes eran: ¿seré capaz algún día de preparar un mensaje nuevo cada domingo? ¿Tendré el entusiasmo y la pasión de pastorear bien la iglesia cada año de mi vida? Esas dudas duraron mucho tiempo y fueron las que me mantuvieron alejado de tomar la decisión que yo sabía que era la correcta.
¡Qué bueno que nadie en aquel momento me contó la historia completa! Hubiesen agregado más carga a mis pensamientos y más temores a mis decisiones, pero la decisión fue la mejor. Hoy con mi esposa Lizzy no cambiaríamos por nada del mundo el privilegio con el que Dios nos honró al llamarnos. En el camino fui dejando en sus manos cada temor y con la ayuda de pastores que edificaron mi vida, pude alinearme para que ese edificio en construcción no se desmoronara.
Podríamos afirmar que somos como un edificio que se prepara con la ayuda del Espíritu Santo, para soportar 5, quizás 10, o como el Burj Khalifa en Dubai, 163 pisos. Edificamos cimientos, fortalecemos columnas y nos vamos haciendo aptos para soportar el peso gravitacional del ministerio.
¿Pero qué sucede cuando el suelo del escenario donde estamos parados empieza a moverse y a temblar como nos ocurrió a todos este año? ¿Qué hacemos cuando suceden cosas que no figuran ni en los libros, ni en las experiencias de quienes nos precedieron para enseñarnos cómo y qué hacer? Siguiendo con la analogía de la construcción, no creo que en épocas como la de la actual pandemia, necesitemos ser expertos en ingeniería civil sino más bien especialistas en ingeniería sísmica. Esta disciplina se enfoca en que un edificio no solo se sostenga por su peso gravitacional, sino también bajo la presión de movimientos sísmicos, absorbiendo la energía producida por el temblor de la tierra.
Cuando me puse a pensar en este ejemplo, empecé a entender cómo debía dar mis siguientes pasos en este tiempo tan extraño que estaba viviendo y fue allí que surgieron nuevas preguntas. ¿Cómo responder a estos temblores? ¿Cómo liderar mi vida y la de otros en tiempos de crisis? Afortunadamente algunas respuestas llegaron rápido.
La ingeniería sísmica no puede frenar un terremoto pero sí logra mitigar su impacto. En nuestro caso se trata de crecer en fe y darnos cuenta de que como discípulos podemos soportar altas presiones. Siento que hoy Dios me está haciendo estar más pendiente de la resistencia que de la velocidad, y aunque los músculos son los mismos, ahora debo entrenarlos para resistir.
Si eres pastor seguramente coincidirás conmigo: ¡Cuánto que hemos corrido en estos meses! Cuánta ansiedad junta que logró ponernos en estados que eran desconocidos hasta hoy pero que la realidad se encargó de dejarlos expuestos. Sin dudas Dios está usando esta exposición para ayudarnos a crecer, para detectar y descubrir valores desordenados y para separar lo trascendente de aquello que no lo es.
Esta resistencia a la que hacíamos mención, nos prepara para lo que viene: la post pandemia. Algo tan grande que cuando salgamos a este nuevo escenario nada nos podrá detener. Me siento muy identificado con el texto de Eclesiastés 10:10 “Si el hacha pierde su filo, y no se vuelve a afilar, hay que golpear con más fuerza. El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada”. Me gusta pensar que en los términos de este versículo, ¡no estamos parados ni detenidos, solo estamos afilando el hacha!
Un buen edificio antisísmico podrá ser sacudido, pero nunca derribado. Apliquemos la ingeniería sísmica que viene de arriba. No nos resistamos a los cambios. Capitalicemos todo lo que estamos viviendo para perfeccionar el diseño que Dios estableció para nuestras vidas y para la iglesia.
Creo que vamos a estar de acuerdo en que el Señor nos hizo aprender qué fue lo que sostuvo a la iglesia en este tiempo: un verdadero carácter cristiano formado en el discipulado y en una relación sana con Dios, despojada de estímulos fugaces y falsas emociones. ¡Profundicemos en los cimientos! Nada mejor que estar atentos a las indicaciones que llegan del cielo en momentos en los que la tierra que pisamos sigue temblando.
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