Soltar lo viejo para abrazar lo nuevo
diciembre 19, 2017Ministerio comunitario en un contexto individualista
abril 2, 2018Hace un tiempo me encontraba junto a un amigo que está incursionando en la música, en el backstage de un concierto de un popular cantante cristiano. Una vez finalizado el evento nos acercamos a saludar al músico. Mi amigo no desaprovechó la oportunidad para preguntarle lo siguiente: ¿cuál cree usted que sea una clave espiritual para tener éxito en el ministerio musical? Recuerdo muy bien la reacción del cantante. Él se quedó callado, lo miró fijamente y le respondió: “no hay una clave espiritual como tal, simplemente haga las cosas bien”. Desarrolló un poco su respuesta, nos despedimos y regresamos a casa.
Después de esa vivencia me puse a reflexionar y comprendí que muchas veces le asignamos demasiada responsabilidad a nuestro mundo espiritual. La mayoría de nosotros quiere tener éxito en el ministerio, lo cual no está mal, pero lo que no es correcto es que inclinemos siempre la balanza exclusivamente hacia nuestra espiritualidad. Debo decir que, si bien es cierto que esta es una parte fundamental en la vida de un cristiano que quiere influenciar con su ministerio, nunca debemos olvidarnos de la excelencia.
El hacer las cosas bien, es decir lograr la excelencia, implica capacitarse, estudiar, desarrollarse, actualizarse, movernos un poco más de nuestra zona de confort e ir más allá. Con esto quiero decir que, por ejemplo, si alguien quiere servir a Dios a través de la música tendrá que estudiar música y esforzarse muchísimo para mejorar día a día, aunque se canse o le esté costando llegar a determinada nota o sortear un complicado rudimento de batería. ¿Sabes por qué? Porque nadie quiere escuchar a un cantante que desafina o a un músico que se equivoque en media canción. Porque por más que ores, ayunes o leas la Biblia, no vas a mejorar de otra manera que no sea practicando diariamente.
“Lo que Dios ve es el corazón”. Esta es una frase que usamos mucho, y que sirve de excusa para quien no se quiere esforzar un poco más. Pero las personas que nos están escuchando no ven nuestro corazón, sino lo desafinado que sonamos, lo mal que tocamos un instrumento o lo improvisado que se nos percibe al hablar en público. Necesitamos un cambio de mentalidad. Debemos manejar bien el balance ya que es necesario prepararnos espiritualmente, pero también a nivel profesional. Es menester hacer un equilibrio para que al final obtengamos un cóctel explosivo. A veces buscamos de manera mística respuestas acerca de cómo crecer y de cómo avanzar, pero si tomáramos ese tiempo y lo invirtiéramos en mejorar, llegaríamos más lejos de lo que podemos imaginar, y podríamos convertirnos en puntos de referencia para muchos.
Daniel, el personaje bíblico, fue diez veces mejor que todos, pero ¿qué tuvo que hacer? Aprender, estudiar y por otro lado buscar a Dios con el corazón y con todas sus fuerzas. Como Iglesia necesitamos cristianos en puestos de eminencia. Para llegar ahí se necesita más que una oración, requiere de mucho esfuerzo y entusiasmo para que seamos diez veces mejores en lo que hacemos. ¿Te ha pasado que le pedís algo a Dios pero te da algo mejor? Eso sucede porque Dios es excelente y si Él es excelente, nosotros como hijos suyos también lo debemos ser. Así que te animo a que sigas orando, buscando a Dios con tu corazón, pero también a que estudies, te capacites y que seas el mejor en todo lo que hagas.
Como pastor, líder juvenil, maestro de niños o padre no debes conformarte con permanecer en la mediocridad, incluso aunque percibas que es el estado promedio en el que se encuentran tus pares. Dado que “lo que Dios ve es el corazón”, que Él pueda encontrar primeramente allí el deseo de superarte, para que luego tus decisiones y tu conducta apunten siempre a esa excelencia a la que estamos llamados sus hijos. De esa manera realmente andaremos como es digno de Él.