El Servicio – Lección para Universitarios
enero 9, 2020Investigando acerca de Noé – Lección para Niños
enero 13, 2020IGLESIA: COMUNIDAD Y MISIÓN
“… En una Iglesia santa, universal y apostólica…”
Introducción
El cristianismo se desarrolló dentro de una comunidad, la iglesia. La fe en Jesús fue extendida por un grupo de personas. Desde el libro de los Hechos de los Apóstoles hasta hoy, las comunidades eran las iniciadoras de la proclamación del evangelio. La vida cristiana no se comprende sin la vida de la iglesia. El amor a Dios y al prójimo son inseparables. No creemos solamente de manera personal, también lo hacemos de manera comunitaria.
Es cierto que la iglesia ha tenido épocas y lugares, luces y sombras. Como dicen algunos teólogos, la iglesia ha cometido todos los pecados que existen. ¡Y quizá tengan razón! Aun así, es “la novia de Cristo”, el pueblo de Dios, real sacerdocio, entre otras frases descriptivas.
Su importancia en la historia ha sido vital. Gracias a ese movimiento, y cuando ha sido fiel al mensaje de Jesús, la iglesia ha sido sal y luz del mundo, ha sido la causante de muchos avances, motor de los derechos humanos, del amor como valor moral central, de la defensa de los necesitados, el desarrollo de las ciencias, y la creación de las universidades, los hospitales… La idea de comunidad de Jesús, sigue siendo la tierra fértil donde el ser humano puede realizarse plenamente.
Lección teológica
En cualquier rama de estudio en las universidades, una discusión sobre temas específicos comienza típicamente con una clara definición de los términos que se emplearían. Esto también se aplica a este capítulo sobre la “iglesia”.
Pregunta grupal: ¿Qué le viene a la gente a la mente cuando escucha la palabra iglesia?
La palabra iglesia en español proviene del griego ekklesia, la cual es formada, a su vez, por dos expresiones: ek (que significa “fuera de”) y klesis (que es “llamar”, o alude a un llamado). Literalmente, iglesia significa “llamado, o fuera de”.
Según el Diccionario Vine, entre los griegos la palabra se empleaba para referirse a un grupo de ciudadanos que se reunían para discutir temas de estado. Un ejemplo de eso ocurrió en Éfeso, cuando Pablo y sus compañeros Gayo y Aristarco, fueron arrestados. Para calmar la turba, el secretario del consejo municipal les dice: “Ciudadanos de Éfeso… Si tienen alguna otra demanda, que se resuelva en legítima asamblea [ekklesia].” (Hch. 19:35,39 NVI). Otro ejemplo se presenta en Mateo 18:17, con el llamado a una asamblea para resolver un conflicto entre hermanos.
¡IGLESIA SIGNIFICA LLAMADOS AFUERA, NO LLAMADOS ADENTRO!
En la versión NVI del Nuevo Testamento, la palabra iglesia aparece ciento catorce veces. Aunque se encuentra solamente dos veces en los Evangelios (específicamente en el Evangelio de Mateo), iglesia aparece por lo menos una vez en dieciocho de los otros veintitrés libros del Nuevo Testamento, con la mayoría de las menciones en Hechos, 1 Corintios, Efesios y Apocalipsis.
La primera referencia, en Mateo 16:18, establece la base de lo que Cristo quiso dejar en la tierra, su propósito por venir: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella”. La palabra Pedro en griego es petros, que significa piedra, pero Cristo no estaba diciendo que la iglesia sería edificada sobre la persona o el ministerio de Pedro. Más bien, el fundamento de la iglesia se encontraba en la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente”. (Mt. 16:16). Cristo sería la “piedra angular” (Mt 21:42, Hch. 4:11, Ef. 2:20, 1 Pe. 2:7).
¡LO MEJOR QUE TIENE LA IGLESIA ES JESÚS, SU CENTRO, SU BASE, SU ROCA!
La primera mención de la iglesia como tal es en el libro de Hechos, como lo relata Lucas en su mensaje a su estimado amigo Teófilo. Tradicionalmente se ha considerado que el “comienzo de la iglesia” fue el día de Pentecostés, y en las palabras de Lucas, encontramos algunas de las bases que condujeron a la formación de la iglesia.
¿Se puede vivir una vida cristiana sin iglesia?
Lucas comienza con una referencia a su Evangelio donde él resume todo lo que Jesús hizo y enseñó. Así, el fundamento básico para la iglesia fue la presencia de Jesús en el mundo y sus enseñanzas. Además, las evidencias convincentes de su resurrección era la prueba de una fe viva en su poder y en la realidad de majestad como Dios mismo. Pero faltaba algo más, lo que Jesús les había prometido, el Espíritu Santo. Él tendría que ir, pero no los dejaría solo; enviaría el Espíritu Santo para estar con ellos. El anticipo de esto ocurrió en Juan 20:22, cuando Jesús sopló sobre sus discípulos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”.
A pesar de haber estado con el Mesías durante tres años, sus discípulos aún no entendían por completo sus propósitos, como fue mostrado por Tomás y las dos personas en el camino a Emaús. El concepto del Reino pasaría a ser el “gobierno” de la iglesia. Antes de ascender su Señor al cielo, ellos preguntaron: “Señor, ¿vas ahora a restaurar el reino de Israel?”. (Hch. 1:6). No entendían, pero el Reino del cual Jesús había enseñado sería su iglesia.
Hasta ese momento los seguidores de Jesús no tenían el concepto de iglesia como lo conocemos hoy. Solo se mencionan como “los que estaban reunidos con él”. Sin embargo, tenían una noción de la responsabilidad de seguir lo que Jesús había comenzado, y su primera acción fue seleccionar a Matías para tomar el lugar de Judas como uno de “los doce” porque sabían que tenían que ser doce como símbolo del nuevo pueblo de Dios.
Lo que no podían haber sabido los discípulos era lo que estaba por venir: el prometido “bautismo” en el Espíritu Santo; además, sabían ciertas cosas acerca del Espíritu de Dios. Sabían del nacimiento sobrenatural de Jesús por la intervención del Espíritu Santo. También debían saber que el Espíritu Santo dirige, como lo hizo cuando Jesús fue llevado el desierto para ser tentado. Jesús les había dicho que el Espíritu Santo estaría con ellos, a su lado siempre; que nunca estarían solos. Sabían que el Espíritu Santo les podía enseñar. Habían escuchado hablar de lo que Juan el Bautista había dicho: “Cuando veas al Espíritu descender y posarse sobre alguien, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo”. (Jn. 1:33b).
¡SIN EL ESPÍRITU SANTO LA MISIÓN DE LA IGLESIA NO SOLO ES DIFÍCIL, ES IMPOSIBLE!
Aun así, ¿cómo pudieron haber interpretado las últimas palabras de Jesús en Lucas 24:49: “Pronto enviaré lo que prometió mi Padre. Pero ustedes quédense en Jerusalén hasta que los llene con poder de lo alto”. Y en Hechos 1:8: “… cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes recibirán poder para ser mis testigos no sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”. Tuvo que haber sido muy difícil.
Sin embargo, en una acción de simple obediencia, después de que Jesús ascendió al cielo desde el monte de los Olivos, los que estaban reunidos regresaron a Jerusalén. Allí, los discípulos se reunieron en la casa donde estaban alojados. Junto con las mujeres, los hermanos de Jesús y su madre María, este grupo de creyentes, en un mismo espíritu, se dedicaron a la oración y a esperar lo prometido.
Esta unidad sin duda cumplía el gran deseo de Jesús en su oración al Padre, que fueran uno, como Él y el Padre eran uno. La promesa del Espíritu Santo les iba a dar poder para testificar acerca de Jesucristo, pero era en la unidad que se perfeccionarían de tal manera que el mundo iba a reconocer que el Padre había enviado al Hijo: “Yo les he mostrado quién eres, y lo seguiré haciendo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”. (Jn. 17:26). La suprema enseñanza de Jesús para sus seguidores era que produjeran fruto como muestra de ser discípulos y, sobre todo, que “se amen los unos a otros”. (Jn. 15:8,17).
Ahora en Jerusalén, sin la presencia física de su Señor Jesucristo, ¿qué podían hacer? Esperar. En Hechos 2:1-4, Lucas describe lo acontecido:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, los creyentes estaban juntos reunidos. Escucharon de pronto un estruendo semejante al de un vendaval, que venía del cielo y que hacía retumbar la casa en que estaban congregados. Acto seguido aparecieron lengüetas de fuego que se les fueron posando a cada uno en la cabeza. Entonces cada uno de los presentes quedó lleno del Espíritu Santo y empezó a hablar en idiomas que no conocía, pero que el Espíritu Santo le permitía hablar”.
Sí, el día de Pentecostés llegó cincuenta días, o siete semanas (es decir, siete sábados), después de la resurrección de Jesús. Esto es significativo, porque en la Biblia cincuenta representa numéricamente algo que se ha completado. Para los judíos, por ejemplo, el Año de Jubileo era cincuenta, cuando toda deuda se perdonaba. Otra circunstancia ocurría cuando un hombre le pagaba cincuenta piezas de plata a su futuro suegro para recibir su hija como esposa (Dt. 22:29). Podemos ver que David pagó cincuenta piezas de plata, el “precio justo”, por la parcela donde construiría su altar (2 S. 24:24). Las últimas palabras de Jesús en la cruz fueron “… todo está cumplido” (Jn. 19:20), en cuanto a su obra. Ahora solo faltaba cumplir la obra del Espíritu Santo.
Ese día los seguidores de Jesús estaban en un mismo sentir y reunidos en el mismo lugar, cuando fueron llenos del Espíritu Santo. En respuesta a los que habían observado lo acontecido sin poder entender, Pedro, el tímido que había negado a Jesús tres veces, se pone de pie junto con los once, y predica con valentía, exhortando con las mismas palabras de los profetas y “muchas otras razones”. Cuando los oyentes le preguntaron qué debían hacer, el mensaje se reducía sencillamente a dos cosas: “Arrepiéntanse … y bautícense en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados”. (Hechos 2:38). Y, como consecuencia, tres mil personas de distintos lugares del mundo recibieron “el don del Espíritu Santo”, y fueron agregados a la primera iglesia. Lucas describe cómo fue esa primera ekklesia:
“Los que creyeron sus palabras, unos tres mil en total, se bautizaron y se unieron a los demás creyentes que se congregaban regularmente para escuchar las enseñanzas de los apóstoles, tener comunión unos con otros, compartir el pan y orar. Un profundo temor reverencial vino sobre toda la gente y los apóstoles seguían realizando milagros y señales. Los creyentes permanecían constantemente unidos y compartían entre sí todas las cosas; vendían sus propiedades y repartían el dinero entre los que estaban necesitados. Todos los días se reunían en el templo y en los hogares, compartían los alimentos con regocijo y sencillez de corazón y alababan a Dios. Todo el mundo simpatizaba con ellos y todos los días el Señor añadía a la comunidad a los que habían de ser salvos”. (Hch. 2:41-47).
Pregunta grupal: Según este texto, ¿qué características debe tener la iglesia?
La iglesia, un cuerpo
Una manera gráfica para describir la iglesia a los primeros creyentes, fue por medio de la imagen del “cuerpo de Cristo”, tal como lo describe Pablo en Romanos 12:4-5: “Así como nuestro cuerpo tiene muchas partes, y cada una desempeña una tarea diferente, así sucede en la iglesia. Somos muchos miembros, pero formamos un solo cuerpo, y entre nosotros hay una dependencia mutua”. Podemos ver esto también en 1 Corintios 12:13, donde leemos: “Hemos sido bautizados en el cuerpo de Cristo por un solo Espíritu, y todos hemos recibido el mismo Espíritu. Algunos somos judíos, otros son gentiles; algunos son esclavos y otros son libres. Pero todos formamos un solo cuerpo”.
Obviamente, la vida cristiana es una relación individual con Cristo, y Él obra en cada uno para cumplir su propósito. Pero la iglesia es más que un grupo de individuos que se reúnen para adorar a Dios, recibir enseñanza, y ministrar los unos a otros. La enseñanza sobre la Cena del Señor (1 Cor 11 NVI) aclara que muchos, cuando se reúnen, “menosprecian a la iglesia de Dios” (v22), “sin discernir el cuerpo” (v29). Aquí vemos un interesante juego de palabras, por así decir, porque la Cena del Señor se relaciona con la entrega del cuerpo de Cristo, pero los hermanos no se estaban tomando en consideración a otros que formaban el “cuerpo”, o la iglesia.
No solo tenemos una relación personal con Dios, también tenemos una relación comunitaria con Dios y con los demás.
La imagen de la iglesia como un cuerpo es importante, ya que en la Biblia no se refiere a ningún individuo con el título de “santo”. Pablo en Romanos 1:7 se dirige a los “que han sido llamados a ser santos” (Rom. 1:7 NVI), y también como los “llamados a ser un pueblo santo” (1 Cor. 1:2). Siempre que el apóstol se dirige a los creyentes, los reconoce como “los santos”, en la forma plural. Por ejemplo, su saludo en 2 Corintios 1:1, es lo siguiente: “Pablo, apóstol de Jesucristo porque Dios así lo quiso, y nuestro hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que están en toda la región de Acaya”.
Cuando Pablo escribe a los Filipenses, él dice: “No quiere decir que yo ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto”. (3:12). Luego en el mismo capítulo (3:15 RVR60), dice: “Así que, todos los que somos perfectos”. En la primera referencia, como individuo, Pablo no es “perfecto” todavía, pero en la segunda él se coloca en el contexto del cuerpo de Cristo, es decir, los hermanos y hermanas en Cristo, y así se entiende el sentido de “los santos”.
ADEMÁS DE NUESTRA RELACIÓN PERSONAL CON DIOS, TAMBIÉN TENEMOS UNA RELACIÓN COMUNITARIA CON ÉL Y CON LOS DEMÁS.
La iglesia, una esposa santa
El Credo describe la iglesia como santa, universal y apostólica. Obviamente, es santa por lo que Cristo hizo, pero también involucra el proceso. A los creyentes en Corinto Pablo les escribió que habían sido “llamados a ser un pueblo santo” (1 Cor. 1:2). Tal vez no hay mayor ejemplo de esto que la enseñanza de Pablo en Efesios 5: 25-26, donde escribió que la iglesia es como una esposa: “Los esposos, por su parte, deben mostrar a sus esposas el mismo amor que Cristo mostró a su iglesia. Cristo se entregó a sí mismo por ella para hacerla santa y la purificó lavándola con agua por medio de la Palabra”. (Ef. 5.25-26).
En la comunión de los santos es que nos “perfeccionamos”. Vivir en la luz es vivir en comunión con otros creyentes en Jesucristo. No somos santos porque al igual que los “padres del desierto” nos alejamos del mundo. No somos santos porque evitamos toda clase de pecado o seguimos todas las reglas de la iglesia. Somos santos cuando vivimos en comunión los unos con los otros. Tal vez no hay mejor descripción de la iglesia que lo que Juan escribe en su primera carta (1 Jn. 1:5-7):
“Este es el mensaje que Dios nos ha dado para ustedes: Dios es luz y en él no hay tinieblas. Por lo tanto, si afirmamos que somos amigos suyos y seguimos viviendo en las tinieblas, mentimos y no estamos poniendo en práctica la verdad. Pero si, al igual que Cristo, vivimos en la luz, entre nosotros habrá compañerismo, y la sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpiará de todo pecado”.
La iglesia, un edificio
Pablo no solo describe la iglesia por la metáfora de un cuerpo, sino también como un edificio. La iglesia ofrece luz a través de los miembros, no solamente al mundo, sino también a todos los que están en la casa (Mt. 5:15-16). Reconocemos que en el primer siglo la palabra iglesia no se refería a un edificio, o templo, ni a cualquier lugar donde se reunían los seguidores de Cristo. Cuando Pablo escribe a los Corintios, compara la iglesia con un edificio en proceso de construcción: “No somos más que colaboradores de Dios. Ustedes son el huerto de Dios, son el edificio de Dios”. (1 Cor. 3:9). Y a los Efesios él escribe: “Unidos a Cristo formamos parte del bien armado edificio, que va construyéndose hasta que sea el templo santo del Señor”. (Ef. 2:21).
Al entender la iglesia como un edificio en el proceso de construcción, podemos escuchar la voz profética del rey David hablando de la “piedra angular” que sería rechazada (Sal. 118:22). Cuando Pedro es llevado junto con Juan ante un consejo compuesto por los gobernantes, los ancianos, los maestros de la Ley, además del sumo sacerdote (y otros miembros de su familia), él responde con qué poder, o en nombre de quién habían sanado al mendigo lisiado; lleno del Espíritu Santo, Pedro respondió con las mismas palabras de David: “Jesucristo es la piedra que desecharon ustedes los constructores, y que ha llegado a ser la piedra angular”. (Hch. 4:11 NVI).
En su primera epístola, el apóstol Pedro reafirma esta enseñanza. El Señor le había dicho a Pedro “sobre esta roca edificaré mi iglesia”, y esa roca era la afirmación de que Jesús es el Cristo. Años después, Pedro explica que los creyentes son “piedras vivas con las que se está edificando una casa espiritual”. (1 Pe. 2:5). Y esta casa ahora es para todos los creyentes, tanto judíos como gentiles:
“Pero ustedes son una familia escogida, son sacerdotes reales y son una nación santa. Son un pueblo que Dios compró para que anuncien sus obras extraordinarias; él fue quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; antes no habían tenido compasión de ustedes, pero ahora ya les tienen compasión”. (1 Pe. 2:9-10).
Pregunta grupal: ¿Qué otras metáforas se pueden usar para describir la iglesia?
La iglesia apostólica
Ahora, la tarea de construcción fue delegada a los apóstoles, los ancianos, los presbíteros, los diáconos (Ef. 4:11,16). A ellos les correspondía la tarea de “edificar el cuerpo de Cristo” (la iglesia) hasta llegar a “la unidad de la fe… a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo… por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor.” (Ef. 4:13 NVI).
En su carta a los Efesios, Pablo menciona siete veces acerca del “misterio” de Cristo: “Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia”. (Ef. 5.32 NVI). En el capítulo 3, versículo 5 y 6, él explica cómo ese misterio, que en otros tiempos no se había dado a conocer, ahora había sido revelado por el Espíritu a “sus santos apóstoles y profetas”. Ese misterio revelado es nada menos que desde ese momento los gentiles: “junto con Israel, beneficiarios de la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio” (NVI).
La iglesia universal
La universalidad del evangelio queda bien clara en Gálatas 3:28: “Ya no importa si eres judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer. Todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús”. Jesucristo murió por todos, y no quiere que nadie se pierda. Esto es reafirmado por Pablo en Efesios 2:14: “Porque Cristo es nuestra paz; él logró hacer de nosotros los judíos y de ustedes los que no son judíos un solo pueblo, derribando la pared de enemistad que nos separaba”.
Estas son las primeras veces que se declara de manera explícita la igualdad de todos los seres humanos. Son los primeros textos de la literatura universal donde aparece este concepto de igualdad entre hombres y mujeres, clases sociales y diferentes etnias.
La redención de la humanidad caída era siempre el plan de Dios, y la tarea de Pablo como apóstol era llevar ese evangelio, esas buenas nuevas a las naciones, cumpliendo así con la gran comisión dada por Jesús, y en el poder que recibieron en el día de Pentecostés.
“Esto es así para que todos los poderes y autoridades en los cielos conozcan ahora la sabiduría de Dios, que se deja ver de tantas formas, al observar la iglesia. Es lo que Dios, desde la eternidad, había planeado hacer por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor. Ahora podemos acercarnos con libertad y confianza a Dios, cuando lo hacemos por medio de Cristo y confiando en él”. (Ef. 3:10-12).
La iglesia hoy representa el cuerpo de Cristo en la tierra. Podemos ver los problemas que pueda haber en ella, pero es una obra en proceso de perfeccionamiento hasta la Segunda Venida del Señor. Algo que no se puede olvidar jamás es que no importa qué ministerio, qué llamado, o cuántos dones o talentos hay en la iglesia, Dios no comparte su gloria con nadie. La gloria nunca es para los que ministran, sino solamente y siempre para nuestro Señor:
“A él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por todos los siglos venideros. Amén”. (Ef. 3:21).
¿Por qué es importante este concepto teológico?
En un mundo individualista la idea de comunidad en misión de Jesús es más relevante que nunca. La espiritualidad no es solo para mí, es para nosotros. Incluso en la oración de Jesús no es “Padre mío” sino “Padre Nuestro”. Hemos sido llamado a seguir a Jesús, no solo de manera personal, sino también como iglesia. Como iglesia universal, pero que en nuestro día a día se traduce en iglesia local. El amor a Dios y al prójimo están íntimamente ligados en el ejercicio de nuestra fe. Para ejercer nuestros dones, crecer, servir a otros, compartir la Buena Noticia, etc. La iglesia no es el contexto perfecto, pero sí el mejor. Por eso somos llamado a trabajar en la iglesia, y desde la iglesia. Yo no soy ni la sal, ni la luz. Jesús dijo: “ustedes son…” Es en la comunidad, sobre todo, donde podemos cumplir con nuestra misión.
¿Qué lugar ocupa la iglesia en tu espiritualidad? “Si se aman unos a otros, todos se darán cuenta que son mis discípulos”. (Jn. 13:35).
El escéptico
Hay personas que dicen: “Creo en Jesús, pero no necesito la iglesia”. Y la pregunta es: ¿se puede vivir una espiritualidad sin la iglesia?
La vida de iglesia no es perfecta, pero es real. Jesús nos llama a vivir en comunidad, desarrollar nuestros dones, los frutos del Espíritu. Vivir una espiritualidad sin la iglesia es como vivir la humanidad sin una comunidad. En solitario es muy difícil desarrollarse como ser humano. Nos humanizamos socializando, identificando un “tú”, enseñándonos unos a otros a hablar. Como un recién nacido, que si no tiene una comunidad referente no aprenderá a hablar, ni los rudimentos básicos de lo que significa ser humano, más allá de las necesidades físicas.
Así es con la iglesia, al nacer de nuevo y formar parte de este movimiento, si no formamos parte de una iglesia viva donde crecer, probablemente nos estemos perdiendo uno de los regalos más maravillosos de ser hijos de Dios: vivir y convivir con nuestros hermanos y hermanas.
La iglesia es una institución que ha hecho mucho daño durante la historia, ¿por qué este concepto es importante para el Credo?
Es cierto que la iglesia ha cometido muchos errores, y ha hecho cosas condenables, como las cruzadas, el abuso de poder, la corrupción, etc. Pero esto no ha ocurrido por ser fiel a Jesús, a lo que realmente debe ser la iglesia, según la Escritura, y a lo que está en su ADN. Todo lo contrario. Sus errores se han dado por alejarse del mensaje de Jesús.
En cambio, cuando la iglesia ha sido fiel a su Señor, siempre ha sido una bendición no solo para sus miembros sino para las sociedades y culturas donde se establecían. Además, la iglesia va más allá de las instituciones, o de papeles firmados. El punto central es vivir una vida de iglesia comunitaria, en el día a día, no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre. Los beneficios que obtienen son inmensos. Hasta hoy, y a pesar de todos sus defectos, la iglesia lleva dos mil años siendo la sal de la tierra y la luz del mundo.
Por eso, este concepto es importante para el Credo. Sin la iglesia, el proyecto de Jesús no podría llevarse a cabo. En última instancia, el Credo es el trabajo reflexivo de la iglesia universal, y sirve a ésta para no olvidar su llamado, su identidad y su esperanza.
Resumen
- La espiritualidad se desarrolla en comunidad.
- Iglesia significa comunidad llamada afuera.
- La iglesia representa el cuerpo de Cristo en la tierra, es decir, le representamos. Por eso, muchas de las cosas que la gente piense de Jesús será nuestra responsabilidad.
- Hay varias metáforas que nos ayudan a entender qué es la iglesia: un cuerpo (algo orgánico, vivo, no institucional solamente), un edificio (algo sólido que se construye, que permanece). Como dice Pedro, “piedras vivas”.
Diálogos
Pregunta grupal: ¿Por qué crees que es importante la iglesia?
Pregunta grupal: ¿Qué te ha aportado la vida de iglesia en tu iglesia local?
Pregunta grupal: ¿Qué crees que podríamos mejorar para ser la iglesia con la que Jesús sueña?
Pregunta grupal: Escucha en Youtube la canción “Sal” de Alex Sampedro. ¿Qué piensas acerca de nuestro llamado como iglesia? ¿A qué te está llamando a ti?
Profundiza en tu credo
Sampedro, Alex. Artesano. Especialidades625. Dallas, Texas. 2017.
Banks, Robert. La idea de comunidad de Pablo. Editorial CLIE. Viladecavalls, España. 2011.
Sampedro, Alex. Igleburger. Editorial Valentia. Valencia, España. 2012.
Burke, John. No se admiten personas perfectas. Editorial Vida. Miami, Florida. 2006.
Esta lección forma parte de la serie de lecciones que conforman el libro «CREDO, 12 lecciones para ayudar a los jóvenes a profundizar en los fundamentos de nuestra fe” por Samuel Pagán y Alex Sampedro.
Adquiere el libro completo aquí.