El rico tonto
septiembre 22, 2016El ring ring bíblico
septiembre 22, 2016(un melodrama espontáneo)
Personajes:
Padre sabio y amoroso
Lorenzo, el hijo fiel
Daniel, el hijo débil
Los amigos de parranda de Daniel: Lisa Deliciosa, Ana Sin Cerebro, Sandra Sexy y Enrique Guapo
Cerdos (al menos dos)
Trabajadores (actuados por los amigos y los cerdos)
Había una vez un padre sabio y amoroso el cual tenía dos hijos, Lorenzo y Daniel (solía tener otro hijo llamado Jorge, pero esa es otra historia). Este padre sabio y amoroso era muy rico, y todo por ser el dueño de Jean Somos Nosotros en el centro comercial cercano (solía ser dueño de la tienda GAP también, pero esa es otra historia).
El hijo mayor del padre sabio y amoroso trabajaba duramente. Lorenzo iba a la tienda de su padre todos los días para sacar la nueva mercancía, operar la caja registradora y contestar el teléfono. El hijo menor del padre sabio y amoroso, por otro lado estaba echado a perder. Daniel iba diario a la tienda también, pero solo para coquetear con las trabajadoras, para burlarse de su hermano Lorenzo y para “pedir prestado” de la caja registradora para comprar donas en el tiempo de receso. Pero cuando su padre llegaba a la tienda, Daniel comenzaba a trabajar como loco. El padre les daba palmaditas en la espalda a ambos hijos y decía, “¡Qué buenos hijos tengo!”
Un día Daniel fue a la oficina de su papá en el segundo piso del centro comercial. Daniel se puso de rodillas tomó la mano de su papa y le rogó, “Padre, querido—cuando te mueras, ¿quién obtendrá tu dinero?”
“Lo dividiré entre tú y Lorenzo,” dijo el padre. Daniel, viendo fríamente los ojos de su padre dijo, “¿podré tener mi parte ahora mismo? Quisiera comenzar mi propio negocio.
El padre lo vio como si estuviera a punto de llorar. “No estoy seguro hijo.” Le dijo.
Pero Daniel era persistente. Abrazó las rodillas de su padre y le rogó una y otra vez, “Por favor papi.” Finalmente el padre accedió. Tomó su dinero y le dio la mitad a Daniel. La otra mitad se la dio a Lorenzo.
Daniel decidió abrir su propia franquicia en Los Angeles de Jeans “Somos Nosotros”. Así que tomó el avión (El narrador tira un avión de papel para que Daniel lo agarre) hacia la costa. Cuando llegó ahí, se rascó la cabeza y pensó en voz alta, “Hay tiempo para trabajar después. Primero voy a ir a la playa.” Así que se fue hacia el océano, deteniéndose primero para comprar un auto deportivo nuevecito (El narrador rueda un carrito de juguete para que lo recoja Daniel). Cuando llegó a la playa, una muchacha muy hermosa llegó hacia él. “Hola,” le dijo, pasándose su cabello sobre su hombro. “Mi nombre es Lisa Deliciosa.”
Lisa tomó su mano y la puso al rededor de su cintura y llegó a Daniel a conocer a sus amigas Ana Sin Cerebro, Enrique Guapo y Sandra Sexy. Viendo a Daniel todos dijeron al unísono, “Oye amigo, vamos a hacer fiesta.”
Todos se subieron al carro de Daniel y comenzaron la fiesta. Cada día los cuatro salían hasta altas horas de la noche. Daniel les compraba ropa, tragos, drogas Pistolas y Rosas.
Estaban tan felices que tomaron a Daniel y lo cargaron sobre sus hombros mientras cantaban: “Porque es un buen compañero, porque es un buen compañero, a Daniel le gustan las fiestas y nadie lo puede negar.”
Un día mientras cargaban a Daniel sobre sus hombros Daniel dijo sonriendo, “¿Qué creen amigos? Ya no tengo dinero.”
Lo dejaron caer como un mal hábito.
Ahora Daniel estaba solo, lejos de casa y en banca rota. Se acostó con la cabeza sobre el suelo y haciendo un berrinche lloraba, “¿Qué hago? ¿Qué hago?”
Pronto se encontró dándole de comer a los cerdos de un granjero local. Los cerdos estaban sucios hacían sonidos nefastos de cerdos . Daniel caminaba de un lado al otro entre los cerdos preguntándose en voz alta, “¿Cómo pude ser tan tonto?”
Un día una idea lo golpeó. Se golpeó tan fuerte en la frente que se cayó de espaldas sobre uno de los cerdos el cuál le hizo sonidos de enojo. Pero eso no le molestó a Daniel. Se levantó y vio a la distancia y dijo, “Regresaré a mi padre.
¡Aún los empacadores de la tienda de mi papá están mejor que yo! Daniel comenzó a danzar alrededor de los cerdos mientras los cerdos hacían sonidos de gusto.
A la mañana siguiente Daniel se levantó y comenzó el regreso a casa. No tenía dinero para irse en avión, así que pidió prestada una bicicleta de pedales. Cuando la bicicleta se rompió, pidió aventón. Cuando la persona que lo ayudó lo dejó en algún lugar, compró una patineta y así se fue. Cuando las ruedas se cayeron, comenzó a correr. Exhausto caminó lentamente. Cuando finalmente vio el centro comercial cerca lo único que podía hacer era gatear hasta la tienda de su padre.
Mientras tanto, su padre estaba viendo hacia fuera del centro comercial con la esperanza de reconocer a su hijo en medio de todos los compradores. Así que cuando vio a Daniel brincó de gusto, Dejó salir un grito y danzó alrededor brincando y tocando sus talones en el aire. Y corrió a encontrarse con su hijo.
Daniel abrazó violentamente los tobillos de su padre, llorando mientras que su padre lo acariciaba en la cabeza. “Padre,” finalmente dijo. “No soy digno de llamarme tu hijo. ¡Hazme un empacador!” El padre tomó la cara de Daniel tiernamente en sus manos y lo levanto. “¡Mi hijo ha vuelto a casa!” Exclamó. Se abrazaron.
El padre de Daniel lo llevó a la tienda y le dio un par nuevo de jeans marca Guess, un par de tenis marca Nike y unos lentes obscuros marca Oakley. Después invitó a todos los empleados de la tienda para tomar helado de Baskin—Robbins con Daniel. Todos formaron un circulo alrededor de Daniel y tomados de las manos bailaron alrededor de él cantando: “Porque es un buen compañero.”
Pero el padre dejó la fiesta pues alguien faltaba—Lorenzo. Encontró a Lorenzo haciendo pucheros fuera de Baskin-Robbins sintiéndose mal, chupándose el dedo. Cuando el papá se acercó a Lorenzo, Lorenzo gritó, “¡Tu no me amas!” ¡Nunca me has amado! ¡Siempre has amado más a Daniel que a mí! Tu nunca me compraste helado a mi para mis amigos!” Entonces puso los dedos en los oídos y le sacó la lengua a su papá haciendo la cara más fea que jamás hayas visto. Estaba tan enojado que se cayó en el suelo pateando y gritando.
El padre levanto a Lorenzo. “Lorenzo” le dijo “todo lo mío siempre ha sido tuyo. Pero tenemos que estar contentos. Mi hijo estaba perdido ¡y ha sido encontrado!”
Después el padre y sus dos hijos pasaron 600 años construyendo un arca—no, espera, esa es otra historia.
FIN