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En el trabajo ministerial debemos mantener la perspectiva correcta de lo que enseñamos a nuestras jóvenes, una de las mayores responsabilidades que tenemos como líderes es de guiar a nuestras jóvenes hacia el destino que Jesús apunta. La Biblia nos enseña que el deseo de Jesús, nuestro hermano mayor, es ser el camino que lleva al destino que verdaderamente necesitamos. (Juan 14:6 NVI ) Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí. Como podemos ver el deseo de Jesús es llevarnos a Su Padre, es compartir con sus hermanos menores a ese Padre perfecto y de esa manera podamos ser adoptados como hijo e hijas legítimos de Dios.
Cada año tenemos un alto nivel de deserción de los cristianos asistentes a diferentes iglesias es América Latina y cada año aumenta. Es lamentable ver como cristianos que servían, ayunaban, diezmaban, oraban poderosamente de un momento a otro están agotados, desanimados, frustrados y por ultimo decepcionados de “Dios” y la iglesia en general. ¿Porque crees que esto pasa? Si somos rápidas en contestar diremos que fue: Por la falta de oración, cedieron a la tentación, no ayunaban lo suficiente, no leían la Biblia lo suficiente, etc. Sin embargo aunque podríamos tener razón, mas profundo que eso la mayoría de personas que se encuentran en estado de decepción, en algún momento del camino, se perdieron del verdadero destino “una relación con su Padre Perfecto”.
Debemos cuidar que al momento de hablarles de trabajar para Dios, servir fervientemente, predicar el evangelio los jóvenes no dejen de apuntar a su verdadero destino de hijos e hijas de un Padre que los ama y los ha adoptado a través de Jesús, debemos cuidar que sus servicio no sea por miedo a que no le pasen cosas malas o para ganarse el amor sino que vivan en la libertad de hijos e hijas. Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos «Abba, Padre». (Romanos 8:15 NTV)
Muchos cristianos pasan años en el camino correcto que es Jesús, pero no han llegado a disfrutar de la relación de hijos e hijas de un Padre que nos provee una identidad estable e inquebrantable, una identidad que nos permite saber que nuestra posición de hijos no puede cambiar a razón de cuanto sirvamos o hagamos, sino que es inamovible y que la razón por la que servimos, oramos, ayunamos, etc es porque estamos tan agradecidos con ese Padre y con Jesús nuestro hermano mayor que dio su vida para que ya no fuéramos huérfanos sino pudiéramos vivir con un sentido de pertenencia y propósito capaz de levantarnos de cualquier circunstancia adversa.
Cuando tus jóvenes quieran servir o iniciar en alguna área de ministerio, predicar, cantar, actuar o hacer cualquier otra cosa en la iglesia, trata de hacerlos meditar en sus motivaciones y afirma su identidad como hijos e hijas. Recuerda que somos adoptados y por esa razón necesitamos aprender a ser hijos, actuar como hijos, pensar como hijos, adecuar nuestra vida a las reglas de nuestro nuevo hogar y con esto me refiero a la Biblia.
Como Iglesia podemos proveer de un lugar de pertenencia y abrigo para nuestros jóvenes el 90% de ellos tendrán figuras paternas débiles y solo el 10% tendrá figuras paternas sólidas y estables. Es por eso que se hace tan necesario que como ministerio juvenil nos enfoquemos en mantener la relación de nuestros jóvenes no solo en Jesús o su Espíritu Santo sino en Dios Padre que llena y suple las necesidades de pertenecía, validación y propósito que da un padre. Cuando somos facilitadores de esa relación y enfoque naturalmente tendremos jóvenes que sirven con toda pasión a Padre y por lo tanto a su casa, que es la iglesia local. Su servicio será el resultado y no el objetivo.