El desarrollo de la fe en los adolescentes
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noviembre 13, 2018Durante mi primer año en el ministerio juvenil, una adolescente se me acercó con una gran crisis. Cuando estaba en el instituto bíblico, nunca imaginé que estaría aconsejando a un adolescente través de este tipo de crisis… ¡tan pronto! Cuando cursaba la materia de consejería, en mis tareas y conversaciones con compañeros de clase, algo como esto hubiera sido una especie de unicornio (nunca piensas que te encontrarás con uno). Pero ahí estaba yo ahora, sin mucha preparación, cara a cara con una chica que tenía su concepto de Dios totalmente destruido, queriendo que yo la ayudara a procesarlo todo.
Volviendo a recordar aquella situación para reflexionar y procesar, hay algunas cosas que quiero mencionar. La primera es, que afortunadamente, fue Dios quien me dio la sabiduría para aconsejarla de manera apropiada a través de su situación que si bien no fue “arreglada”, estoy seguro de que su relación con Dios empezó a crecer y a volverse más saludable. Yo alabo a Dios por eso. Pero también Él me ayudó a evitar algunas cosas que podrían haber comprometido mi ministerio hacia ella.
Reflexionando sobre ese momento (y otros), he extraído cinco cosas para evitar cuando un adolescente viene a nosotros con una crisis:
No te olvides de orar durante todo el proceso. El poder de Dios es más efectivo que tus ideas más brillantes. Sí, no lo dudes. 1000 veces más.
No demuestres shock o asombro. No actúes como si la situación que te comparten fuera algo temible o digno de ser estudiado. Ellos no son unicornios. Son seres humanos normales que están experimentando mucho dolor. Ellos necesitan seguridad y confianza. Está bien si no tienes todas las respuestas; no se acercaron a ti porque las tengas. Vinieron a ti para sentir el amor de Dios y procesar su dolor.
No se lo cuentes a todos. Cuanto más dolor es re transmitido, más se siente. Obviamente, debes informar a las personas adecuadas, pero los chismes, incluso los chismes inadvertidos de “solicitudes de oración”, pueden dañar su confianza y, potencialmente, hacer que ellos cierren la puerta no permitiendo que Dios intervenga para curar.
No prometas no decirle a nadie. Demasiadas veces he escuchado esta frase: “Tengo algo que realmente necesito decirte, pero… ¿puedes prometerme que no se le contarás a nadie?” ¡NO! Nunca prometas esto. Puede ser que de vez en cuando tengas el placer de guardar el secreto de alguien, pero no puedes prometer esto por adelantado. Hay muchos casos que requieren que se lo digas a alguien, como en el caso de un abuso por ejemplo. Dios trabaja a aun través de las autoridades (Romanos 13: 1). Tú no eres el único que puede ayudarlos. Y para ser honesto, necesitamos más de una persona para ayudar a procesar una crisis.
No tengas estas conversaciones solo y fuera de la vista de los demás. Siempre trato de hablar en un lugar público, o al menos mantener la puerta abierta si estoy en la iglesia, avisando a los miembros cercanos del personal lo que estoy haciendo. Al hacerlo, te estarás protegiendo de acusaciones falsas, como mínimo. Tu ministerio es más grande que una persona. No arriesgues tanto solo porque quieres demostrar que eres digno de confianza. Lo que he descubierto a través del tiempo es que si alguien realmente quiere tu ayuda, estará feliz también de que estés respetando su decencia y protegiendo el testimonio de ambos.
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