Un ministerio enfocado en la familia
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octubre 3, 2019Si tuvieras que describir las relaciones familiares y la manera de expresar las emociones en tu hogar, ¿qué dirías? Paradójicamente muchas veces los corazones se rompen en el entorno en el que deberían ser más cuidados y nutridos, es decir en casa. Es lamentable pero debemos reconocer que el rechazo, la descalificación, las palabras hirientes y el maltrato físico y emocional, se han ido transformando en moenda corriente en el seno de muchas familias hoy. Nadie puede vivir feliz con un corazón roto, pero todos los corazones rotos pueden sanarse mediante el amor y el poder de Jesús.
“Él sana a los que tienen roto el corazón y les venda las heridas” Salmo 147:3
En nuestra era existe un marcado “analfabetismo emocional”, que nada tiene que ver con un déficit en la preparación intelectual, ni tampoco con nuestro currículum, sino más bien con la falta de recursos internos para identificar y expresar correctamente las emociones, sentimientos y estados de ánimo, conectándonos así con la emocionalidad propia y la de los demás.
Muchas personas ante la dificultad para expresar sus emociones de manera correcta, recurren a la violencia, que suele ser aprendida de generación en generación. Según Unicef: “Si los niños ven que los adultos que los rodean resuelven sus conflictos de manera constructiva y pacífica, ellos también desarrollarán ese tipo de estrategia para enfrentar sus problemas. La violencia intrafamiliar se refiere a todas las conductas que, por hacerlas o por dejar de hacerlas, dañan psicológica o físicamente a un miembro de la familia”
La palabra emoción significa entre otras cosas, remover, agitar, es energía en movimiento. Si nuestra vida fuera un auto, las emociones serían el motor. Es decir que aunque ese auto tenga el tanque lleno y todas las piezas correspondientes en su lugar, si el motor no funciona bien, no podrá ponerse en marcha, y en el caso de que pudiera arrancar, probablemente a los pocos metros nos dejaría a pie. Hoy en día muchas familias se quedan “a pie”. El motor no funciona bien y no avanzan. Se estancan en un problema o conflicto y se autodestruyen porque existe maltrato verbal, psicológico, explosiones de ira, enojos sin resolver, falta de perdón, falta de respeto, y en muchas de ellas violencia física. Para que la violencia no tenga espacio en una familia es necesario desarrollar una emocionalidad sana, comenzando por uno mismo y fomentándola entre los demás miembros de nuestro hogar.
Daniel Goleman, referente a nivel mundial sobre el tema, y autor del libro “Inteligencia emocional”, señala que: “Si no controlas tus habilidades emocionales, si no tienes consciencia de ti mismo, si no eres capaz de controlar tus emociones estresantes, si no puedes tener empatía y relaciones efectivas, entonces no importa lo inteligente que seas, no vas a llegar muy lejos”.
Si queremos construir una familia emocionalmente sana, tenemos que empezar por nosotros mismos. En este sentido es importante fomentar la autogestión emocional que está conectada con las competencias o habilidades emocionales que podemos desarrollar para mantenernos en balance, hacer frente a la frustración, manejar el enojo, reconocer la emocionalidad propia y la de otros, entrenarnos para afrontar las emociones desfavorables y canalizarlas con sabiduría.
Cuanto mejor aprendamos a identificar nuestra emocionalidad, y más conscientes seamos que a veces nos resulta difícil regular determinadas emociones, probablemente más abiertos estemos a comprender que los miembros de nuestra familia también luchan con algunas de ellas y esto nos abra la posibilidad de desarrollar empatía y aceptación.
Aquí van algunos consejos prácticos vinculados a la auto-gestión emocional:
Mirar hacia adentro: para tomar conciencia de nuestros propios deseos y motivaciones.
Revisar y reconocer: en nosotros los modos de reaccionar ante las diferentes situaciones que presenta la vida familiar.
Reflexionar en los valores: que tenemos como padres y madres.
Distinguir: en qué emocionalidad estamos generalmente, cuáles son los sentimientos que nos invaden, cómo accionamos o generamos momentos felices y qué hacemos frente al conflicto y a lo que nos causa preocupación.
Ser capaces de reconocer nuestros puntos fuertes y débiles es otro recurso que nos proporciona confianza para encausar las emociones o anticiparnos a situaciones que sabemos que nos generan ansiedad o estrés. De esta manera podemos prever cómo accionar cuando sucedan aquellos momentos de tensión como los que vivimos, por ejemplo, en las diferentes etapas de la educación de nuestros hijos.
La aventura de ser familia es incomparable. Aún en días como los actuales en los que se viven tiempos críticos, la luz de Jesús sigue brillando para iluminar cada hogar, el plan de Dios respecto a la familia sigue intacto y los recursos del cielo disponibles para todos.
Extraído del libro “Familias emocionalmente sanas, gestionar las emociones para prevenir la violencia”.de Mayra Djimondian [/vc_column_text]