Quiero empezar con una frase de Martin Luther King:
“Si un hombre no ha descubierto algo por lo cual morir, no es apto para vivir”.
¡Cuánta razón! Mientras no hayamos descubierto una pasión, algo por lo cual daríamos la vida, esa vida se vuelve seca y vacía, sin propósito ni destino. La frase del inicio me hizo pensar en eso. ¿Por qué estaría dispuesto a morir? Jesús hizo eso. Tenía una meta, una misión, un objetivo que cumplir y vivió cada uno de sus días sobre la tierra haciendo eso para lo cual había sido enviado por el Padre. Cuando murió y resucitó, formó un movimiento poderoso con una instrucción específica: Hagan discípulos. Él mismo vino a hacer discípulos y murió cumpliendo esa meta.
Con el tiempo, la iglesia ha diversificado las metas y parece haberse olvidado de aquella por la que murió Jesús. El discipulado. Por eso podemos afirmar esto: Una iglesia que no hace discípulos NO está cumpliendo la misión de Jesús. Algunos encuentran su meta personal en la música, en un área de servicio, en un llamado personal o en una asignación ministerial, y eso está bien. Pero la meta principal es hacer discípulos, esa es la razón de ser de la iglesia.
Aquí algunas preguntas que te servirán para evaluar si tu iglesia está haciendo discípulos:
1. ¿Tienen un sistema de acompañamiento personal?
El discipulado no es un instituto, una clase bíblica o un programa de enseñanza. El discipulado es un proceso en donde el discipulador y el discípulo forman una relación de acompañamiento que sirve para crecimiento de ambos.
2. ¿Usan de forma intencional los grupos pequeños?
Si los grupos pequeños o células funcionan como un culto pequeño o un estudio bíblico y nada más, entonces no están funcionando para hacer discípulos. Los grupos pequeños son el espacio ideal para que el discipulado suceda.
3. ¿Proyectan procesos de crecimiento integral?
El crecimiento de un discípulo se da en procesos. No es de la noche a la mañana que alguien deja un mal hábito o afirma una disciplina espiritual. El discipulado tiene que ver con ir hacia la madurez espiritual pero también emocional, intelectual y todas las áreas de la vida.
4. ¿Tienen programas de entrenamiento para discipuladores?
Cada miembro de la iglesia debe estar consciente de que es parte de la misión. Por eso es bueno entrenarlos en cómo hacerlo. No se trata tanto de darles estrategias de enseñanza o evangelismo, sino más bien de proveerles una cultura que haga del discipulado un estilo de vida.
5. ¿Hablan continuamente a la iglesia sobre la misión de hacer discípulos?
La misión de Jesús debe estar presente de forma constante y atrevida en cada cosa que hagamos, en cada ministerio o área de servicio. Debe ser parte del lenguaje habitual de la comunidad, debe volverse parte urgente de su cosmovisión.
6. ¿Fomentan las relaciones sanas entre los miembros de la iglesia?
El discipulado se trata de relaciones, de rendición de cuentas, de amarse unos a otros, soportarse y levantarse cuando hay alguien caído. Si no existen espacios de amistad y relación sana, la comunidad tendrá un hueco difícil de llenar. Se limitarán a solamente asistir a las reuniones y eso no hace discípulos.
7. ¿Los diferentes ministerios entienden que deben hacer discípulos?
Si has caído en el error de pensar que el discipulado es un ministerio más y que solo los que están involucrados en ello deben hacerlo, estás a tiempo para corregirlo. Todos los ministerios deben hacer discípulos. Todo el servicio al Señor no será muy útil si dejan de cumplir la misión esencial.
El discipulado es la razón de ser de la iglesia, es la columna vertebral por medio del cual todo el cuerpo de Cristo se une para cumplir su propósito. Parafraseando las palabras de Martin Luther King, si tan solo nos diésemos cuenta de que el discipulado es la razón de ser de la iglesia, moriríamos por cumplir esa meta, y entonces seríamos aptos para vivir la vida que Dios anhela.
Si deseas hacer que tu iglesia sea una comunidad que hace discípulos, te recomiendo la serie de libros “Proyecto Discipulado”. Allí encontrarás pautas esenciales para equipar discipuladores y también lecciones inductivas para hacer discípulos de las nuevas generaciones. ¡A morir por la misión!
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