Bajo la sombra del Imperio
septiembre 22, 2025por Rodrigo Palmer
“¡ESCUCHA, ISRAEL! EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS, SOLAMENTE EL SEÑOR”. DEUTERONOMIO 6:4
Como padres, ¿qué cosa debemos animar a nuestros hijos a hacer respecto a Dios? “Ámalo con toda tu capacidad mental, con todo lo que eres y con todo lo que vales. Debes pensar constantemente en estos mandamientos que te doy en este día”, dice la Escritura. “Debes enseñarlos a tus hijos y hablar de ellos cuando estás en casa o cuando caminas con ellos; al acostarte y al levantarte. Átalos en tu mano y llévalos en la frente, escríbelos en la puerta de tu casa y en los portones de tu ciudad” (Deuteronomio 6:5-9). Para lograrlo, hay un regalo que podemos darles a nuestros hijos de acuerdo con la Palabra de Dios:
VAMOS A DARLES UNA COMUNIDAD A LA QUE VALGA LA PENA PERTENECER
Como padres y como iglesia, queremos dar a la generación emergente las mejores cosas, y todos hacemos esto juntos, no solo mamá y papá. Esto es lo que hacemos como cuerpo de Cristo: les damos una comunidad a la que valga la pena pertenecer. Deuteronomio 6:4 dice: “¡Escucha, Israel! El Señor es nuestro Dios, solamente el Señor «. La estructura de la familia en el Antiguo Testamento era muy diferente a la de hoy en día. Para un judío del Antiguo Testamento, la familia no se limitaba solo a los padres y los hijos inmediatos. La comunidad familiar incluía a padres, hijos, cónyuges, nietos, primos, sobrinos e incluso a los trabajadores del negocio familiar. Esta comunidad podía consistir de hasta ochenta personas, creando así un entorno sólido y valioso.
Si alguien nos preguntara a mí o a Lety qué hicimos como padres para preparar a nuestros hijos para lograr un éxito espiritual duradero, ambos responderíamos que nos enfocamos en ayudarlos a construir y a formar parte de una comunidad intencional centrada en Cristo. Si hubo algo que hicimos por sobre todo lo demás, y que ayudó a nuestros hijos a prosperar espiritualmente, fue el guiarlos para que se involucraran profundamente en una comunidad cristiana de amigos con una mentalidad similar. Esto era tan importante para nosotros, que incluso al elegir a nuestros amigos lo hacíamos basándonos en los valores que compartían como familia; no solo en quién nos caía bien, sino en quién queríamos que influyera en nuestros hijos. Es increíblemente importante a quién y a qué exponemos a nuestros hijos, ya que esto moldea sus creencias y actitudes. Muchos padres simplemente envían a sus hijos a la escuela con la esperanza de que todo salga bien, pero una de las mejores cosas que podemos hacer es ayudarlos a encontrar, construir y ser parte de una comunidad centrada en Cristo. Sabemos lo vital que es esto porque, cuando éramos jóvenes, rara vez hacíamos algo nosotros solos, fuera bueno o malo. Si hicimos algo bueno, probablemente fue con un buen amigo. Si hicimos algo tonto, probablemente fue con un amigo que no tenía las mejores influencias. Todos hemos tenido amigos que no eran la mejor compañía. Recuerdo que, en la preparatoria y parte de la universidad, me junté con las personas equivocadas y, lamentablemente, me convertí en una mala influencia para otros. ¿Qué hice con estos amigos?
Mejor dicho, ¿qué no hice? No traté a las chicas con integridad, ni amé a Dios con todo mi corazón, ni tuve una mentalidad generosa y centrada en el reino de Dios. En cambio, conduje ebrio, me metí en peleas sin sentido y casi fui arrestado, todo porque estaba con las personas equivocadas. Esta experiencia me enseñó una verdad espiritual fundamental: la compañía que elegimos tiene un impacto profundo en nuestra vida y en nuestra relación con Dios.
“Camina con sabios y te harás sabio; júntate con necios y te meterás en dificultades”. Proverbios 13:20
¿Qué sucede cuando te rodeas de personas sabias? Te vuelves sabio. Pero si te asocias con personas insensatas, ¿qué pasa? Te metes en problemas. Puede que pienses: «Pero soy solo una mamá o un papá, no tengo control sobre con quién se hacen amigos mis hijos. No puedo hacer nada al respecto». Es cierto que tus hijos tienen mucha libertad, pero recuerda que aunque no puedes elegir a sus amigos, puedes influir en los entornos en los que se desarrollan. Especialmente en los primeros años, tienes una gran capacidad para decidir a dónde van y qué tipo de personas los rodean. Padres, si realmente desean que sus hijos estén espiritualmente fundamentados, deben aprovechar cada oportunidad para colocarlos en entornos que refuercen su fe. Por ejemplo, la mayoría de las iglesias tienen ministerios de niños y jóvenes. ¡Llévalos allí! Ahí puedes influir en sus amistades, asegurándote de que estén rodeados de otros jóvenes que compartan valores y creencias similares. Durante el verano, también tienes cierta influencia. Si puedes, envíalos a un campamento cristiano o considera un viaje misionero para que experimenten el servicio a los demás. Incluso podrías sugerir a tu hijo que haga una pasantía en la iglesia. Un ejemplo en mi vida fue cuando mi hijo, un apasionado y excelente jugador de fútbol, se encontró en un equipo competitivo de nivel superior a su edad. Muchos compañeros estaban yendo por un mal camino. Como padre, tuve que tomar una decisión difícil: lo retiré del equipo, a pesar de que él amaba el fútbol y era talentoso. No fue fácil, pero prefiero que mi hijo sea excelente honrando a Dios antes que ser excelente en el fútbol. En algún momento, si no tomas decisiones difíciles, podrías preguntarte, años después, cómo habrían sido las cosas si lo hubieras hecho distinto. Con quiénes se asocian nuestros hijos tiene un impacto enorme en quiénes se convertirán. Queremos trabajar arduamente para darles una comunidad espiritual que valga la pena. Como dice Eclesiastés, «dos son mejor que uno». Dos personas que defienden a Jesús son más fuertes que una sola. Si uno cae, el otro lo levanta. Si uno es vulnerable, el otro lo protege. Cuando tus hijos están en una comunidad espiritual, no se sienten solos en su fe. No es raro que no beban alcohol si otros a su alrededor tampoco lo hacen. No es extraño que guarden su virginidad para el matrimonio si tienen amigos que también lo hacen. No están sirviendo a Jesús solos, están en una comunidad, sirviendo a Jesús junto a otras personas. Y entonces, no es solo su fe lo que tienen, sino la fe de todas las personas que están a su alrededor. Y es por eso que queremos darles una comunidad espiritual en la que valga la pena estar.
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