Tradicional vs. contracultural
febrero 28, 2017En busca de la hombría perdida
junio 20, 2017Los adolescentes son las personas con el corazón más extraordinario sobre todo el universo, pero a la vez lidian con conflictos personales que ponen en riesgo su fe. Una vez un chico me dijo: “No voy la iglesia porque son un montón de hipócritas”, y la verdad es que eso empezó a dar vueltas en mi cabeza. Creo que es algo que hemos escuchado durante muchísimos años y es hora de que nos pongamos en el lugar de ellos y los ayudemos a generar convicciones firmes sobre quién es Jesús.
Trabajar con personas es el reto mas difícil que pueda existir ya que todos somos diferentes. Nuestro desafio es poder brindarles a los chicos herramientas que les ayuden a ser mejores personas en cualquier ámbito de sus vidas; recordemos que no son sólo seres espirituales sino que también tienen muchas otras necesidades. Cada detalle es importante y por esa razón debemos atenderlos de la manera más inteligente.
Muchos líderes hoy en día están más interesados en sus propias capacidades que en el estado del corazón de sus adolescentes, quienes por supuesto se dan cuenta y están cansados de esta realidad. La pregunta más importante que le podemos hacer a un discípulo es “¿Cómo estás?” Y creanme que eso demuestra un interés mucho más genuino que decirles “¿Por qué no has vuelto a la iglesia?” Seamos sabios y empáticos.
Adolescente se deriva del verbo latino “Adolescere” que significa resumidamente: CRECER. Esto implica que lo que crece debe cuidarse y nosotros como sus líderes somos responsables junto con sus padres, de ayudarlos en el proceso de desarrollarse de manera saludable. Un amigo me enseñó esto en una ocasión: Lo que no crece está destinado a morir… Y tiene su lógica.
Nada es más gratificante que dar lo mejor por ellos. La mentira más grande que hemos escuchado dentro de la iglesia es que los adolescentes son la generación del futuro, pero la realidad es que ellos son parte de la generación que Dios está usando en el PRESENTE para impactar familias, escuelas y muchos otros lugares donde día a día tienen influencia, y eso es realmente fascinante. He podido ver muchísimas vidas transformadas porque un chico o chica por los que nadie apostaba NADA decidieron darlo TODO por Jesús y hoy por hoy sus familias y muchos otros de su entorno han sido impactados por el gran amor que Dios depositó en ellos.
Lo que nosotros vivimos hace muchos años es muy diferente a lo que ellos están viviendo en sus lugares de convivencia. Es una comunidad mucho más digitalizada y en consecuencia mucho más expuesta a cosas que distorsionan la realidad de lo que Dios nos ha llamado a ser y a hacer. Es decir, que lo que a nosotros nos sirvió y nos fue útil, no necesariamente les deba funcionar a ellos. Tenemos que tener esto muy en cuenta en nuestra gran tarea de ayudarlos a ser mejores en esta etapa de sus vidas.
Lo mejor que podemos hacer es amarlos de una forma genuina, animarlos con todas nuestras fuerzas y creer en ellos como nunca antes. Ellos se equivocarán una infinidad de veces y en cierto sentido es esperable, es parte inevitable del proceso. Nuestra labor es darles un acompañamiento constante y decirles que a pesar de todo Dios es bueno y se interesa por ellos. No vivamos de brazos cruzados sino más bien de brazos abiertos para darles ese abrazo que muchas veces les falta en casa y ser esa voz que les dice: ¡Sigue adelante, eres increible!
¿Queremos ver vidas transformadas?
Nosotros no podemos cambiar a nadie pero podemos presentarles al que sí lo puede hacer. Jesús es el especialista en transformar vidas, en sanar heridas y limpiarnos del pasado. Si para Él las personas son importantes para nosotros también deben serlo. Si los vas a servir, ámalos con todo; eso es lo más relevante que podemos hacer. Las dudas no son malas, las dudas generan preguntas y por ende respuestas que a la vez traen soluciones. Estar al lado de ellos en cada de una de esas instancias configura nuestro papel de mentor con ellos.
¡Manos a la obra!