Como padres, amamos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos, y sabemos que lo mejor es que estén conectados con Dios. Estar cerca de Dios no es lo mismo que estar conectados con él, del mismo modo que un teléfono cercano a un cargador no necesariamente está conectado a él. De manera similar, muchos de nuestros hijos están cerca de Dios, pero aún no se han conectado con él. Es fundamental ayudarlos a establecer esa conexión, porque no existe nada mejor para ellos. A menudo, como padres y pastores, es un reto lograr que nuestros hijos vivan lo que predicamos sin que tengamos que adoptar una actitud controladora y manipuladora. Primero modelamos y enseñamos los principios en casa antes de exponerlos al mundo. Sin embargo, si nuestros hijos no están conectados con Dios, puede parecer que van en contra de lo que les enseñamos. Por eso, nuestra prioridad debe ser ayudarlos a conectarse con Dios.
¿Qué podemos hacer mejor para ayudar a nuestros hijos a conectarse con Dios? A continuación, te daré un par de opciones.
Una forma de hacerlo es a través de la «ley de la exposición»: cuanto más cerca estén de algo, más se convertirán en eso. A quién y a qué exponemos a nuestros hijos influirá en quiénes se convierten y en qué creen. Si los exponemos continuamente a influencias negativas, es probable que se alejen de Dios. No podemos obligar a nuestros hijos a amar a Dios, pero sí podemos exponerlos a personas y experiencias que aumenten la posibilidad de su crecimiento espiritual. Si nuestros hijos están expuestos a malas actitudes, a imágenes hipersexualizadas, al materialismo duro, al pensamiento pervertido, a los prejuicios o valores negativos, no hay duda de por qué se alejarían de Dios. No podemos obligar a nuestros hijos a amar a Dios, pero sí podemos exponerlos a personas y experiencias que aumenten la posibilidad de su crecimiento espiritual. No podemos forzarlos, no podemos controlarlos, nunca podremos hacer que amen a Dios, pero podemos ser selectivos en cuanto a los entornos en los que los colocamos. El entorno es la mano invisible que le da forma al comportamiento. Podemos exponerlos a las personas adecuadas y a experiencias espirituales que aumenten la probabilidad de que crezcan en su fe en Jesús. Entonces, ¿a qué experiencias queremos exponer a nuestros hijos?
EXPONERLOS A LA ALEGRÍA DE CONOCER A DIOS PERSONALMENTE
Queremos que nos vean conocer a Dios, adorar a Dios, necesitar a Dios, ser confrontados por Dios, ser cambiados por Dios y experimentar su poder, su propósito y su paz en nuestras vidas. Queremos que lo vean en nosotros, y así es como lo querrán también ellos. Queremos exponerlos a la alegría de ser transformados por una relación íntima con Dios. De hecho, así es como Jesús describió la vida eterna. No es un comportamiento, es una relación.
“Y la manera de tener vida eterna es conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste a la tierra”. Juan 17:3
Hace poco, en una entrevista, le preguntaron a Valentina (mi hija) qué cree que se necesita hacer para que los hijos conozcan realmente a Dios de una manera personal. Ella dijo que se debería crear un entorno en el que los hijos quisieran tener conversaciones sobre Dios. Que fuera algo que no sintieran que tienen que hacer sino que quieren hacer. Pienso que su respuesta es muy poderosa. Padres de familia, lo que necesitamos hacer es crear un entorno en el que nuestros hijos realmente quieran hablar de las cosas de Dios. Eso es lo que dice la Biblia en Deuteronomio 6, en el “Shemá”. Será sano que no se sientan obligados, sino que lo sientan como una parte natural de un hogar centrado en Jesús. Como familia centrada en Jesús, hablemos de Dios, de ser como Jesús y de la fe, de servir y de todo lo que implica ser un verdadero seguidor de Jesús. Haz que ese tema sea lo más normal y común en tu hogar. Lety y yo intentamos hacer esto intencionadamente desde que nuestros hijos eran pequeños. Salíamos por pizza, y Lety decía: “¿Pueden creer cómo el Señor nos ha bendecido? Tenemos pepperoni y queso extra”. Y así, literalmente, atamos las bendiciones de Dios con solo una noche en familia. Un niño puede obtener un diez en un examen. Y en lugar de decir: “¡Gran trabajo!”, decimos: “Honraste a Dios con la manera en que estudiaste”. Y entonces él solo conectará la parte natural de Dios. Otro caso: ellos pierden el gran partido de fútbol y están devastados. Y le dices: “Pero sabes qué, fuiste un gran compañero de equipo. Respetaste a tus compañeros y rivales, pero sobre todo diste lo mejor de ti y así realmente honraste a Dios”.
Tomas cualquier tipo de actividad normal y creas un entorno en el que es natural hablar de Dios. Así, el día en que tengan preguntas sobre Dios, van a venir a ti. Quieres estar tan cómodo hablando de ello que cuando tengan una duda (y las tendrán, te lo garantizo), el lugar más seguro al que puedan venir es a ti.
Queremos exponerlos a la alegría de conocer a Dios. Y no hay relación sin conversación. Como padres, queremos modelar que somos personas de conversaciones, como la oración. Hablamos con Dios y escuchamos a Dios, y buscamos a Dios en su Palabra. Alguien le preguntó a mi hijo Rodri: “¿Cómo hicieron tus padres para lograr que ores y leas la Biblia? ¿Te sobornaron, te amenazaron, te obligaron? ¿O es porque eres hijo de un pastor?”. Y mi hijo dijo, “Oh, no, no, no, no, no. Mamá y papá nunca nos dijeron que leyéramos la Biblia”. El tipo quedó muy confundido. “Todo el mundo en la familia lo hace, así que pensé que yo también lo haría. Nadie nos dijo que lo hiciéramos; es solo una parte de la cultura familiar”. Cuando empiecen a hablar de Dios como parte normal de tu conversación familiar, un día te dirán: “Papá y mamá, déjenme decirles lo que Dios me mostró hoy”. Eso no tiene precio.
Este recurso también podría interesarte. Adquiere el libro completo aquí