¿Cómo liderar mi vida y la de otros en tiempos de crisis?
noviembre 23, 20207 señales de agotamiento espiritual
enero 4, 2021Todos los que hemos sido parte de alguna revolución cultural por haber vivido en esa época, sabemos que no podemos ni queremos volver atrás. Yo lo viví. Fui partícipe y testigo de una verdadera revolución en mi iglesia. En el año 1992, me solía vestir de traje y corbata y tocaba himnos en el teclado. Por supuesto que eso no tiene nada de malo en sí; de hecho es casi una cuestión cosmética. Lo que sucedió fue que comprendimos que, si queríamos ser relevantes en el lugar y en el tiempo en el que estábamos alcanzando con el evangelio a la gente que pretendíamos llegar, era necesario cambiar, y mucho. Y fue allí que comenzó un largo y, por momentos, doloroso camino hacia lo que creíamos que era correcto. No involucraba solo la vestimenta y el repertorio. Era un planteo completamente distinto de cómo ser iglesia, hacia afuera y hacia adentro.
Con el tiempo, aprendí que fueron muchos los que en los últimos 50 años experimentaron algún tipo de cambio cultural-ministerial fuerte en sus iglesias. Hubo quienes revolucionaron la forma de adorar congregacionalmente. Hubo quienes se despegaron de la homilética tradicional (título, gran proposición, pregunta, y tres o cuatro puntos cada uno con una ilustración y preferiblemente inspiradores empezando todos con la misma letra), para predicar mensajes con otra impronta, más bien conversacionales que magistrales, y hasta cometiendo el sacrilegio de tirar algún pequeño chiste de vez en cuando. Hubo quienes revolucionaron el lugar que se le daba a los niños en la iglesia. Otros apasionados que visualizaron que los adolescentes y jóvenes eran el presente, y no solo el futuro de la iglesia, y que lo que pasaba los sábados, podía ser algo distinto a lo mismo que pasaba el domingo.
Pero todos, sin excepción, corremos el mismo riesgo: llegar al punto en el que nos acostumbrarnos tanto a las transformaciones conseguidas, que nos quedamos de nuevo estancados, y venimos a ser nosotros mismos los que obstaculizamos la necesaria futura revolución.
“Continuidad de los Parques” es un cuento de Cortázar (nombre del café de la esquina donde desayuno) que ilustra muy bien el punto en el que quiero hacer énfasis. De hecho es cortito y efectivo, como todo buen cuento debiera serlo. Googléalo ahora y después sigue leyendo.
Cuando todo termina de nuevo en el principio. Cuando la historia es cíclica…
Los líderes debemos cuidarnos de este gran peligro. ¿Has hecho un cambio? te felicito. Eres parte de algo nuevo. Lo entendiste, había que renovarse. Genial. Ahora lo interesante es que “lo de siempre” alguna vez funcionó. Es más, “lo de siempre” alguna vez se hizo por primera vez y seguramente porque quienes lo hicieron estaban hartos de “lo de siempre” de aquel entonces. ¡Como tú! Pero en algún momento, con el tiempo, se acostumbraron a lo nuevo, que de a poco ya pasó a ser no tan nuevo, y se acomodaron en ese sillón. Y su gran revolución, su gran cambio, se convirtió en la nueva normalidad. No solo eso, les enseñaron (queriendo o sin querer queriendo) a los demás que esa es la mejor y quizá la única forma de hacer las cosas.
El peligro entonces es este: Cuídate de convertirte en un tradicionalista de tu propia revolución. Lee esta frase de nuevo por favor.
Tienes que saber esto: esa camisa tan cool que te compraste para predicar, seguramente ya no sea lo que se use en unos años. Ese estilo de música que te voló la cabeza, a tus hijos solo les va a parecer un estilo vintage. Y tendrás ganas de decir: “pero eso que hacen ahora no es música. ¡Música era la nuestra!”. ¿Acaso no son frases que has escuchado antes de tus mayores? ¿Tu ministerio tiene Facebook? Buenísimo. El tema es que ya hoy, los adolescentes casi no lo usan más.
Nunca dejes de cambiar. Nunca dejes de evaluar y preguntarte qué no funciona más, y cámbialo. Lo que alguna vez te funcionó, puede ser una barrera para el siguiente paso. No te conviertas en lo que alguna vez tanto cuestionaste.
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