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noviembre 25, 2024El día de Acción de Gracias, mucho más presente en la cultura de algunos países, tiene la extraña capacidad de llevarnos a la idea, no tan consciente, de que agradecer es algo para tener en cuenta solo en momentos determinados. Decir “gracias” cada vez que recibimos algo es una muestra de buena educación, pero vivir con una actitud agradecida marca una diferencia crucial en nuestro estilo de vida.
Entre tantos aspectos destacables de la gratitud, quisiera enfatizar solo dos: justicia y salud.
Justicia
No voy a decir nada nuevo afirmando que, por culpa de nuestra naturaleza caída, venimos de fábrica con una gran dosis de egoísmo y orgullo. Una muestra de ello es que tenemos una tendencia natural muy fuerte a pensar que las cosas que vamos logrando alcanzar y tener en la vida se deben mayormente a nuestro esfuerzo, capacidad, inteligencia y constancia. Es más, incluso es muy común abrigar la sensación de que, en realidad, mereceríamos mucho más. En ese contexto el verbo agradecer podría parecer un simple acto religioso y casi obligado.
Esto no ocurre solamente en el plano personal sino también en el ámbito ministerial. Solemos agradecer a Dios más por obediencia que por convicción, mientras que por dentro estamos convencidos de que nuestras metas y avances obtenidos al liderar y pastorear han sido la lógica cosecha de lo bien que hemos sembrado en nuestro servicio.
No intento para nada minimizar ni subestimar nuestro trabajo y sacrificio en cualquier área de nuestra vida, pero sí quiero decir con todas las letras que no estoy para nada de acuerdo con la típica frase que usan aquellos que se fueron abriendo camino sin mucha ayuda: “A mí nadie me regaló nada…”. Siempre, absolutamente siempre, habrá algún ser humano a quien agradecerle cosas, y nunca existirá momento alguno en el que no tengamos que levantar la mirada al cielo para valorar y reconocer la ayuda divina. Es verdad que muchas veces nos puede haber tocado remar contra la tormenta en soledad y hasta es posible que hayamos sentido el sabor amargo del abandono y la traición, pero si hemos llegado a la costa es porque al menos hubo “Alguien” que permitió que tengamos un bote, que nos dio la fuerza para remar e hizo que el viento no nos impidiera llegar a tocar tierra firme.
Agradecer es decididamente un acto de justicia que intenta atribuirle mínimamente a Dios los sobrados méritos que permanentemente tiene en nuestro caminar diario. La gratitud no se plasma en una comida familiar al año, ni en un par de canciones los domingos en la iglesia: es una actitud que debe acompañarnos desde que nos despertamos hasta que nos acostamos cada día, porque eso es lo justo.
Salud
La queja es un mal que nos termina enfermando. Si estás rodeado de personas que se quejan no permitas que te contagien infectando tu corazón. El vivir pensando en lo que todavía no tenemos (y en lo que otros sí tienen) o en situaciones que aún no se concretan, o que se dieron de una manera que no esperábamos, nos colocará invisiblemente unos anteojos negros a través de los cuales miraremos todo lo que nos rodea. Muchas enfermedades del alma y por supuesto también del cuerpo, tienen su origen en la insatisfacción permanente que trae el quejarse y no agradecer.
Vas a escuchar hasta el cansancio que la fórmula de la felicidad no existe. Bueno, yo no estaría tan seguro de eso. Sin temor a exagerar invitaría a cualquier persona a vivir agradeciendo por cada una de las cosas que tiene, por cada una de las personas que lo rodean, por cada comida, cada prenda y cada situación. La cuestión es más simple de lo que parece: cuando uno agradece, uno termina apreciando, valorando, dimensionando y por lo tanto y sobre todo, ¡disfrutando todo lo que tiene!
Seguramente conocerás a algunas personas llenas de cosas materiales y situaciones favorables, pero con caras que te cuentan que no están bien por dentro. Por el contrario, hay otros que son agradecidos y que, si bien buscan estar mejor y trabajan para eso, están contentos con todo lo que Dios les ha dado hasta ahora, más allá de cuánto sea lo que tienen. Diariamente se dedican a reconocer la bendición de lo que ya poseen y lo agradecen. Eso les da paz y felicidad, sus corazones están sanos y satisfechos y esto también se nota en el rostro. Mientras la queja enferma, ¡la gratitud te hace estar saludable y disfrutar!
En un mundo plagado de injusticias y enfermedades, te propongo que seamos gente que constantemente agradece de forma sincera. Esto no solamente le aportará justicia y salud a nuestro espíritu, sino que esta actitud finalmente contagiará positivamente a quienes lideramos y pastoreamos.
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