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septiembre 11, 2024El ritmo vertiginoso de estos tiempos ha convertido el descanso en un bien apetecible pero esquivo. No renegamos de la necesidad de aquietar nuestra vida ajetreada. Al contrario, creemos, como nunca antes, que el descanso es indispensable para una vida saludable y tranquila. Nuestra dificultad, más bien, radica en que no logramos encontrar la forma práctica de convertir esto en una realidad.
La complicación radica en la definición de descanso que empleamos. El concepto popular sostiene que descanso es lo que hacemos cuando no tenemos nada que hacer. Como nunca llega el día en que no tenemos nada que hacer, acabamos siempre atrapados en un activismo que ha enfermado nuestros corazones.
La Biblia nos sorprende cuando libra el descanso del plano del deseo y lo convierte en mandamiento. El Señor conoce bien la tendencia que mostramos hacía un desequilibrio crónico en el manejo de nuestras actividades. Nos ahorra el problema de encontrar un espacio en el que podamos practicar el descanso al decirnos: «Te ordeno que descanses».
Comprender que no es una sugerencia nos conduce a uno de los conceptos más importantes acerca del descanso: es una disciplina que le imponemos a una vida que tiende hacia el caos. Es decir, debemos planificar, de manera deliberada e intencional, los espacios en nuestras agendas para que cesen las actividades que normalmente nos ocupan cada día.
Esta interrupción de actividades da lugar a un cambio de ritmo en la vida. Nos invita a entrar a un espacio en el que celebramos la bondad de Dios, afirmamos su generosa provisión para nuestras vidas y declaramos, una vez más, nuestra intención de caminar de su mano cada día. Nos permite recuperar una perspectiva saludable de la vida y alinearnos con los ritmos que Dios le ha dado a su creación.
Comprender las dinámicas de servicio y descanso es uno de los desafíos más vitales para un ministerio efectivo. El líder agotado podrá mantener en movimiento los diferentes elementos del programa ministerial que dirige, pero perderá, por el camino, esa conexión vital con el Señor que es el que, en últimas instancias, determina el nivel de impacto que logra sobre las personas con las que trabaja.
Será necesario que vuelva a descubrir que un liderazgo distintivo depende de aprender a incorporar a sus vidas tiempos de conexión y desconexión, de modo que, al igual que en la vida de Jesús, puede con frecuencia apartarse a lugares solitarios para recuperar fuerzas, perspectiva y orientación para el camino que aún debe recorrer.
El primer paso en este proceso de recuperación ocurre cuando reconocemos que necesitamos descansar. No es una decisión que queda librada al buen criterio de cada individuo. El Señor, que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, nos ordena que construyamos una vida saludable que incluye momentos específicamente orientados hacia el reposo.
El líder sabio se animará a responder a esas instrucciones aun cuando no sienta que necesita descansar. Descubrirá, por el camino, que un líder renovado logra los resultados perdurables que nunca se pueden alcanzar por medio de un activismo descontrolado.
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