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Epafras es un personaje del cual no suele hablarse mucho en las predicaciones cristianas, pero con el paso de los años se ha convertido para mí en un referente de la carga que un pastor debe tener en su corazón con la meta de que los creyentes progresen hasta ser verdaderos discípulos de Cristo.
En Colosenses 4:12-13, el apóstol Pablo (pastor de Epafras), lo describe con las siguientes palabras:
También los saluda Epafras, quien es siervo de Jesucristo y uno de ustedes. Él siempre ora y pide que se mantengan fuertes, que lleguen a ser maduros y que entiendan completamente lo que Dios quiere que hagan. Puedo decirles que Epafras ha trabajado duro por ustedes y por todos los de Laodicea y de Hierápolis. (PDT).
El corazón de aquellos que desean ser aprendices de Jesús debe llevar en su interior también el deseo de enseñar a otros a ser como Jesús y de que alcancen madurez en Él. Las oraciones de Epafras no eran comunes: en el griego original, las palabras “él siempre ora y pide…” que se encuentran al inicio del versículo 12, tienen un significado próximo a éste: “él combate y sufre todo el tiempo en oración a favor de ustedes…”.
En este texto se incluye la palabra griega ἀγωνίζομαι (agōnizomai), de la que más tarde se desprenderá nuestra palabra española agonizar. En este sentido, agonizar es algo similar a la fuerza que se desvanece en las mujeres que están por dar a luz y que, como todos lo sabemos, sacan fuerzas de debilidad hasta que ven nacer a sus hijitos.
En otra de sus cartas, el apóstol Pablo también hace una alegoría del sufrimiento que conlleva lograr que un creyente su convierta en un discípulo:
¡Oh mis hijos queridos! Siento como si volviera a sufrir dolores de parto por ustedes, y seguirán hasta que Cristo se forme por completo en sus vidas (Gálatas 4:19, NTV).
El contexto aquí es que los de la iglesia de Galacia han mostrado una preocupante fragilidad en cuanto a la comprensión precisa de la salvación por la fe en Jesús. Se habían dejado llevar por ideas desviadas pensando que era necesario agregar algo al sacrificio de Cristo; específicamente, obras como la circuncisión.
Comenzaron a dejar que se inflitrara cualquier cantidad de doctrinas de falsos maestros, pseudo-maestros que iban perturbando y adulterando el Evangelio por conveniencia personal (ver Gálatas 4:17). Por lo tanto, la Iglesia que antes había caminado por la senda pura y que corría bien en el Evangelio que Pablo les había establecido acerca de la salvación por la fe en Jesús, ahora daba pasos en el extravío a causa de escuchar voces que presumían de autoridad, pero que no tenían el carácter ni la evidencia de ser discípulos de Jesús.
Por esta actitud, ahora Pablo amonesta a la congregación por abrazar tales doctrinas erróneas. En su indignación por esta barbaridad que han permitido, el apóstol los llama estúpidos y hechizados (ver Gálatas 3:1), al punto de preguntarse si ha sido en vano todo el crecimiento anterior (ver Gálatas 3:4). Pablo les reclama que han permitido que en sus corazones se erosione el tesoro de la gracia que obtuvieron al creer en Cristo y lo están devaluando por ofertas seductoras de extraños.
Ahora hasta dudan de Pablo y lo repudian aun como persona, siendo que en otras ocasiones se habrían sacado sus propios ojos para dárselos de ser posible con tal que Pablo aliviara una enfermedad que tenía en sus ojos (ver Gálatas 4:15). En cambio, ahora lo ven como enemigo cuando los confronta por su error; han dejado de apreciar el cuidado paternal de su pastor y a la vez lo están menospreciando, prefiriendo a los intrusos han contaminado la Iglesia (ver Gálatas 4:16-17).
Es evidente que esta epístola dedicada a la congregación de Galacia nos muestra el frágil corazón de los creyentes cuando existe una falta de formación. Nos muestra las graves consecuencias de dicha condición y, a la misma vez, tanto el amor como el empeño que debemos tener quienes tenemos el enorme privilegio de discipular a otros. Nos llama a la carga de corazón y al trabajo arduo hasta que Cristo sea completado en ellos, como está sucediendo ya en nosotros por misericordia del Señor.
Pablo escribe a sus hermanos diciéndoles palabras como las siguientes: les ruego hermanos, que se hagan como yo (Gálatas 4:12, RVC); Manténganse, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud (Gálatas 5:1, RVC); hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad, solo que no usen la libertad como pretexto para pecar; más bien, sírvanse los unos a los otros por amor (Gálatas 5:13, RVC).
A través de las epístolas encontraremos que los corazones pastorales expresan expectativas, alegrías, felicitaciones, amonestaciones y frustraciones en el desarrollo de su trabajo al frente de sus hijos en la fe.
Deberíamos todos entender que la tarea de hacer discípulos es un sinónimo de sufrimiento y dedicación, como el que viven las madres y los padres en el proceso de crianza de sus hijos. Este proceso en la paternidad y maternidad no es escaso ni limitado, pues va desde que están en el vientre y seguirá presente durante todas las etapas de sus vidas. Ése es el corazón de Epafras y el de Pablo: el corazón pastoral que anhela, que ora, que agoniza y que trabaja para que Cristo sea formado en la vida de sus hijos espirituales, acompañándolos en el proceso de pasar de ser meros creyentes hasta convertirse en verdaderos discípulos de Jesús, del cual nosotros (aun siendo pastores) nunca dejaremos de ser aprendices.
Este artículo fue extraído del libro “De creyentes a discípulos: el camino pastoral” de Alejandro Escobedo.
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Alejandro Escobedo
ALEJANDRO ESCOBEDO Es pastor fundador de la Iglesia Conquistando Fronteras, una de las congregaciones de mayor desarrollo en la Ciudad de México, y preside una red de iglesias a nivel local e internacional. Ha caminado en el ministerio pastoral por más de 30 años junto a su esposa Norma, y es padre de tres hijos que aman y sirven al Señor.






