Beneficios de que los adolescentes sean parte del grupo de la iglesia | Idea 52 del libro 100 ideas para líderes de adolescentes
noviembre 13, 2018Las voces que escuchan los adolescentes
febrero 25, 2019[Quiero empezar compartiendo dos imágenes: una de mi vida ministerial y otra de mi vida personal.
Imagen 1: Hoy tengo el privilegio de servir a Dios como pastor, pero mi viaje comenzó cuando todavía era un adolescente, y sentía en mis propias palabras de aquel tiempo, que “quería hacer algo por mis amigos”. Fue en uno de los primeros campamentos en los que estuve como líder, que me senté a conversar con una de las chicas nuevas del grupo. Ella tenía unos 12 años, delgada, de pequeña estatura, parecía incluso que tenía menos edad. Yo acababa de conocerla y ni recordaba cómo llegó al campamento, pero me senté con ella a escuchar su historia, a saber más de su vida. Me contó que vivía con su mamá y que su papá no estaba en casa. Porque si bien él siempre le había dicho que la quería, no podía salir de las drogas y la delincuencia. Me expresó su necesidad de tenerlo cerca y lo difícil que era su vida con su mamá y abuelos en medio de tantas otras necesidades. Yo sólo escuchaba, y como acostumbro, hacía preguntas. Algo me ayudaba a ponerme en sus zapatos. “Qué historia más triste”, pensaba. “Yo tuve dos papás que estuvieron juntos, que se quisieron y me quisieron a mí y a mis hermanos. Qué duro debe ser esto”. Pero había más. Ella completó la historia contándome que su papá hacía muy pocas semanas le había dejado de mandar cartas desde la cárcel, porque un grupo de presos comenzó un motín y quemaron todo lo que encontraron. Y en ese incendio su papá murió. Sólo le habían quedado sus cartas. Yo temblaba en mi interior. Mis dos o tres conocimientos de consejería no me permitían mostrarme imparcial. Ni siquiera estaba intentando aplicar el principio de Romanos 12:15 de llorar con los que lloran. Simplemente me desmoronaba. Sentía dentro de mí una pequeña dosis de un dolor inmenso porque alguien, a quien no sé cómo ya amaba, me compartía su corazón roto. Han pasado de ese día, más o menos 20 años.
Imagen 2: Recuerdo la cálida noche de verano frente al río, en la que me puse de novio con quien hoy es mi esposa. Tengo presente esos primeros momentos porque recuerdo mucho más cómo me sentía yo que los otros detalles. Creía que la cosa iba en serio, que podía andar, pero ¿cómo saberlo? Esa chica me volvía loco, me hacía reír, yo quería que fuera mi novia. Esta semana leía una noticia sobre una chica en España que como no sabía lo que era sentirse enamorada, y su abuela le dijo que uno sentía algo parecido a tener mariposas en la panza, se comió 15 mariposas. En mi caso yo no sentía mariposas. Lo mío eran más bien retorcijones de estómago. De esa cálida noche de verano ya pasaron 11 años, hace 9 que estamos casados.
Estamos en vísperas del Día de los Enamorados. En muchos países de este lado del mapa veremos publicidades, promociones, puestos improvisados de flores, y todo un movimiento alrededor del enamoramiento, las parejas, y las muestras apropiadas de afecto al objeto del amor. Quizás estés dentro de los (que yo llamo) “cínicos”, que se desencantaron con todo este tipo de fechas por su costado comercial, su finalidad meramente económica y porque al fin y al cabo todos los días son el día de los enamorados, así como todo los días son el día de la madre, etc. Yo te propongo esta vez que nos demos una oportunidad para reflexionar sobre lo que es el “enamoramiento” en nuestra vida, y dado que este es un espacio para líderes, podríamos pensarlo en clave de liderazgo.
Un tío mío es anestesista desde hace casi 30 años. Él se sienta al lado de una camilla y mantiene la sedación de una persona mientras ésta es operada. Hace poco le pregunté cuándo fue la última vez que lloró, y me dijo que ocurrió cuando un pequeño niño no superó la cirugía. Un jefe muy sabio que tuve hace años lo decía de esta manera: La experiencia te quita la sensibilidad. Sabemos que esto es así. Sabemos que esto pasa. Nos pasa con el trabajo, nos pasa con algunos hobbies, nos pasa con nuestras parejas, y ¿por qué no decirlo? también con nuestro ministerio.
Déjame preguntarte: ¿Cuándo fue la última vez que escuchar, acompañar o servir a alguien te provocó mariposas en el estómago, o retorcijones como a mí? Tenemos que crecer, tenemos que aprender, tenemos que mejorar, tenemos que sumar recursos para nuestros ministerios, pero ¿Por qué lo hacemos? Porque al final de esa cadena no hay (o no debería haber) una plataforma, un nombre famoso, un orgullo academicista… sino que hay personas. Personas que cambian de nombre, pero que en su corazón tienen un denominador común: sufren, necesitan a Dios, están rotas, están solas, saben de abuso, de violencia, de sentirse perdidas, etc. A veces dejamos de escuchar. A veces estamos escuchando a alguien y estamos más preocupados en desplegar en nuestros cerebros, como si fuera la plataforma de Netflix, todos nuestros recursos, porque nos importa más tener la respuesta correcta que el corazón correcto. Porque quizás, el tiempo, y el conocimiento, nos quitó sensibilidad.
¿Cómo mantenernos enamorados? Quizás la respuesta es mucho mejor que pensar en un día. Te propongo pensar en el camino de los enamorados. Lucas 24 nos cuenta que Jesús se les unió en el camino a un grupo que volvía a Emaús después de ver la crucifixión. Después de despedirlo y saber finalmente que su compañero de ruta había sido Jesús, comentaron entre sí: “¿No ardía nuestro corazón cuando íbamos juntos en el camino?” Los que caminan con Jesús arden. O sienten mariposas en el estómago. O retorcijones. Los que caminan con Jesús se mantienen sensibles, porque la fresca relación con el Maestro mantiene fresco el corazón, produce el “querer como el hacer”, y nos hace “deleitarnos en Dios”. Caminar con Jesús es caminar el camino de los enamorados. Quizás conozcas a alguien así. Mil años de ministerio. Mil historias. Todavía se les llenan los ojos de lágrimas sirviendo a otros. ¿Cómo hacen? Mantienen la frescura con Jesús. Porque la experiencia quita la sensibilidad, pero estar frescos con Jesús nos mantiene sensibles a su Espíritu, y por eso entonces, aún después de los años nos alegramos con los que se alegran y lloramos con los que lloran.
Algunos estudios dicen que el enamoramiento dura 2 años. Además, sabemos en nuestras comunidades que el amor es otra cosa, mucho menos idealizada, mucho más basada en la decisión y el compromiso, con un conocimiento más amplio del otro, conociéndole las grietas. Pero yo descubrí algo. Ya no idealizo más a mi esposa, pero el tiempo que pasamos juntos, nuestras salidas, nuestros planes, nuestros proyectos, muchas veces nos siguen haciendo sentir las mariposas en el corazón. Seguimos cerca, y somos intencionales. Entonces, lo nuestro definitivamente es amor, pero teñido de enamoramiento, y será así no mientras sigamos estando casados, pero sí mientras sigamos siendo intencionales en buscarnos y dejarnos encontrar.
En un famoso discurso en una universidad, Steve Jobs dijo “Stay hunger” (mantente hambriento). Yo quiero decirte como líder, “Stay in love”. Mantente enamorado. El otro día lloré en mi oficina escuchando una historia de alguien pasando una temporada de dolor. Descubro que mi corazón cerca del de Jesús me permitía sentir mi corazón cerca de quien estaba sentado frente a mí. Y agradezco por este Netflix de recursos que ha crecido tanto estos años. Pero es cerca de Jesús y de las personas que puedo hablar de enamoramiento, no como una fecha concreta de un día, sino como un camino que todos podemos caminar cada día un poco más. Y entonces disfrutar y agradecer los retorcijones.
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