3 consejos para no perder el foco en tu pastorado
marzo 2, 2024Soltera y completa
marzo 6, 2024Así como el miedo te alerta de un peligro, la tristeza te avisa que perdiste algo; por tanto, la pregunta que deberíamos hacernos al sentir miedo o tristeza es ¿Qué es lo que perdí? ¿De qué se me está alertando? Tanto el miedo como la tristeza son emociones básicas de supervivencia útiles para un desarrollo emocional sano, sin embargo, debemos poner atención y vigilar que no se queden tanto tiempo en nuestro hogar ya que podrían desencadenar estados depresivos o crisis que deriven del miedo.
Cuando alguna de estas emociones se transforma en sentimientos, entonces estos nos atrapan, nos paralizan y entramos en un espiral de destrucción. Un error común es negar estas emociones o alimentarlas con pensamientos o detonadores que las amplifiquen, como por ejemplo escuchar música melancólica o revisar recuerdos que profundicen el estado. Cuando la respuesta a las preguntas ¿Qué es lo que perdí? o ¿De qué se me está alertando? no encuentran una respuesta coherente con esa emoción, entonces será necesario profundizar, ya que podríamos estar frente a otra emoción que hemos calificado erróneamente como miedo o tristeza.
Por ejemplo, si creo sentir tristeza, pero al preguntarme qué perdí mi respuesta es “nada, solo estoy triste porque una amiga consiguió un novio”, en realidad lo que siento no es una tristeza, sino que podría ser envidia, frustración, etc. Si detectamos que lo que pensábamos que era miedo o tristeza en realidad no lo es, te sugiero que comiences nuevamente el proceso de gestión, identificando correctamente la emoción que estás sintiendo.
Lo cierto es que sin Jesús la esperanza es fugaz y las palabras de ánimo pueden parecer simplistas sin que puedan reconfortar los corazones temerosos. Solo con Jesús, y sin importar cuál sea la circunstancia que estemos viviendo o cuán incierto sea nuestro futuro, el sentir miedo puede hacernos recordar cuánto necesitamos tener fe y confianza en él.
Cuando nuestros ojos miran con fe a Dios, quien nos conoce por completo, esa fe traerá esperanza, y en los momentos de dificultad podremos tener la seguridad de que está ahí para cuidarnos y preservarnos. Y aunque sea difícil ver en medio de la prueba cómo terminará todo, al mirar con ojos de fe tendremos la certeza de que nuestro Padre está en pleno control.
Pero cuando tenga miedo, pondré mi confianza en ti. (Salmos 56:3)
Al contrario de lo que se piensa, tener fe no es dar un paso en falso o un salto al vacío. La razón no está divorciada de la fe; de hecho, la definición de fe es tener certeza de lo que se espera y tener la convicción de lo que no vemos, pero esto se fundamenta en lo que hemos leído en la palabra de Dios. Dicho de otra forma, tener fe en el medio de una situación que nos da temor es tener la certeza de que, aunque no veamos nada, sabemos que Dios está con nosotros; no lo vemos, pero creemos cuando en su Palabra nos dice “No temas”.
Confiar en Dios cuando las razones para alarmarnos son muchas y agobiantes corresponde a la fe vencedora de los elegidos de Dios. (Charles Spurgeon)
Así, es de suma importancia que estemos familiarizados con la palabra y el carácter de Dios; sus caminos, sus consejos, su presencia, y su maravilloso amor perfecto disipará y echará fuera todo temor. Cuando venga el temor debemos poner total confianza en él, esa confianza que descansa en su fidelidad y carácter.
Sentir miedo no está mal porque es una emoción que estará presente y se activará cuando nos encontremos frente a riesgos o amenazas. El salmista David atravesó muchos riesgos y aflicciones que lo ubicaron frente al temor, y su vida puede enseñarnos mucho respecto a cómo enfrentar los procesos de las pruebas. Hubo una oportunidad en que, por estar huyendo de las manos de Saúl, cayó en manos de los filisteos, quedando atrapado y rodeado de enemigos que querían hacerle daño. Ese momento de total peligro y temor lo llevó a animarse a sí mismo en Dios, aferrándose a sus promesas, misericordia y poder.
“En el día en que temo, cuando el temor me sobrevenga, yo confiaré en ti”. Solo de esta manera David podía acallar los temores que inquietaban su corazón. Es como si el salmista hubiera hecho una lista de todas las dificultades que tenía, y junto con ello llega a la conclusión de que cuando venga el temor por causa de sus dificultades, él pondrá su confianza en el Señor. David hace de las promesas de Dios material para sus alabanzas, y termina diciendo: “Confío en Dios y alabo su palabra, confío en Dios y no siento miedo”.
¡Qué maravilloso es poner nuestra confianza en el Señor! En el momento en que llegue el temor (porque llegará) debemos seguir este ejemplo de confianza, dejar de anticiparnos y preocuparnos por cosas que aún no ocurrieron y decirle al Señor con total certeza: “Señor si ha de venir un momento de dificultad, yo pondré mi confianza en ti y no temeré”.
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor me protege del peligro, ¿quién podrá amedrentarme? (Salmos 27:1)
Porque clamé a él y él me respondió. Me libró de todos mis temores. (Salmos 34:4)
¡Aferrémonos a sus cuidados y misericordia!
Este artículo fue extraído del libro Emociones sujetas a Dios, de Karen Quiroz.
Adquiere el libro completo aquí