Cuando dudo de mi llamado
septiembre 22, 2016Cómo vivir tu liderazgo al máximo
septiembre 22, 2016Juan Carlos entro a la reunión el jueves por la noche como siempre, callado. Después que cantaron unas canciones de adoración, el pastor de los jóvenes pidió si había alguna persona que quería compartir algún testimonio. Juan Carlos, no fue el primero, ni el ultimo en compartir, nunca compartió su historia. Después de la reunión, se acercó al pastor y le pidió un minuto de su tiempo para compartir algo. Con sus ojos llenos de lagrimas, Juan Carlos le dijo “Este mes fue el peor mes de mi vida. Todo comenzó con una llamada que recibió mi mamá a las 9 am de la mañana. Era el banco para decirnos que ya se nos había acabo el tiempo. Mi papá fue deportado por migraciones a nuestro país por su estatus legal y mi mamá no hacia suficiente dinero para pagar los gastos de la casa. Se dejó de pagar la hipoteca de la casa por seis meses, las cartas del proceso llegaban por montones por correo y el banco nos estaba llamando ahora para decir que el próximo día iban a venir las autoridades para asegurar que saliéramos de la casa. Pastor, sentía que mi vida no tenía sentido. No quería ir a la escuela y menos ir a la iglesia. Pero ese jueves, llego usted a mi casa para recogerme como usted hace todos los jueves. Cuando entre al auto, usted me saludó, yo no hable mucho, pero por dentro, estaba gritando de dolor. Cuando llegamos al grupo, me recibieron mis amigos como siempre, con un abrazo. Le cuento pastor, sentí paz. No se me olvidó lo que estaba pasando, pero sentí paz. Esa noche, después de la reunión, usted me llevo a la casa y antes de bajarme del auto, por una razón u otra, usted me dijo que quería orar por mí. Esa oración tocó mi corazón de una manera muy profunda. No solamente por las palabras, sino porque sentí que usted me entendía de una manera especial. Sentí que usted me amaba y mis amigos me amaban. Sentí que Jesús me amaba a pesar de la situación. Sentí que mis problemas tenían solución y que Dios se iba encargar de solucionarlos. Esa noche pastor, usted me enseñó que mis amigos eran más que amigos, eran mis hermanos. Esa noche, usted me enseñó que usted es más que mi líder, es mi amigo y hermano. Usted me enseñó el amor de Jesús.”
A veces no sabemos el impacto que tenemos en las vidas de nuestros chicos. Cada uno de nosotros somos ese pastor en la historia. Tocamos los corazones de nuestros jóvenes con el amor de Jesús. Esas oraciones instantáneas sin ninguna razón específica tienen poder. Para muchos de nuestros jóvenes, somos sus héroes. Lo curioso es que no lo hacemos por ser héroes, lo hacemos porque sabemos que es necesario. Lo hacemos porque los amamos. Lo hacemos porque amamos nuestro llamado y al que nos llamó. Líderes juveniles, somos más que solamente sus líderes. Somos la extensión de las manos de Jesús tocando los corazones por cada llamada, cada reunión, cada mensaje de texto y de Facebook. Somos más que solamente líderes juveniles, somos sus amigos, sus hermanos y en ocasiones, la expresión visual del amor incondicional de Jesús.
Contigo en la brecha.