El cambio de rol como padres de hijos grandes
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octubre 24, 2024Los niños son lo que nosotros llamamos “cemento fresco”. Eso significa que en el trabajo con ellos todo lo que hagamos dejará huellas muy firmes que los seguirán a lo largo de sus vidas. Cuando pensamos en disciplina no pensamos en una iglesia de normas, reglas, prohibiciones y sanciones.
Esas no son las huellas que estamos llamados a dejar en la vida de los niños. En esencia, la palabra disciplina tiene su mismo origen en la palabra: discípulo. Al tener que ejercer disciplina realmente lo que estamos haciendo es formando un discípulo, y ese es el secreto en la tarea que Jesús nos encomendó: hacer discípulos.
¿Cómo ejercer entonces disciplina en la iglesia de niños?
Te lo vamos a resumir muy claramente. ¡Con amor! Si no hay amor, va a haber represión y división. Los niños, sobre todas las cosas, deben saber que son amados por lo que ellos son para nosotros y no por lo que hacen (su comportamiento).
Esto implica que las personas llamadas al servicio con niños van a tener que pasar fielmente por la prueba de la paciencia (el amor es paciente dice en 1 Corintios 13). Hemos definido con los niños la paciencia como “la ciencia de tener paz”. Si te das cuenta, todo esto gira en torno a algo muy importante que permanentemente hay que trabajar en el equipo de servidores con niños: el fruto del Espíritu Santo. Se nos tiene que notar que Dios colocó su Espíritu en nosotros y que lo que nos domina no es el impulso de corregir sino el amor por discipular, de acuerdo a lo que dice Gálatas 5:22-26.
Pablo deja claro que los que somos de Cristo, hemos crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Cuando estás delante de un niño tienes que estar seguro que tu carne se encuentra totalmente crucificada. Cuando la carne quiere ejercer disciplina fuerte y se torna en enojo, no hay cruz. El enojo contra un niño no es señal de disciplina, es más bien manifestación de frustración.
Luego Pablo dice: “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros”. (v 26RVR60). Ser irritable es entonces señal de vanidad. Bíblicamente la disciplina no debe ser entonces tomada como castigo. Las únicas personas autorizadas por Dios para disciplinar a un niño son los padres, y para ello hay toda una doctrina bíblica muy clara expuesta en el libro de Proverbios. En el ministerio de niños, la disciplina se debe ejercer bajo el marco del amor.
Una idea que te queremos presentar y que te puede ayudar es esta: Crea tu debido proceso de disciplina, hazlo claro y divúlgalo entre los niños para que ellos sepan qué esperamos de ellos y qué consecuencias hay si ese comportamiento no se cumple.
Para un debido proceso de disciplina con niños en la iglesia:
- Brinda un marco a los niños: “Estás en la iglesia, esta es la casa de Dios y la pasamos muy bien acá. Para eso tenemos que seguir unas reglas que nos ayudan mucho”. Enmarcar es dar a los niños el contexto de dónde están; es ubicarlos. Te sorprenderás del gran número de niños que llegan a tu iglesia que no tienen claro en qué lugar están.
- Establece reglas claras en clase. No más de 3 ó 4. ¿Ejemplos?
- Para hablar, levanta la mano y yo te doy la palabra.
- Respeta a tus compañeros oyéndolos y nunca haciéndoles daño.
- Honra a Dios adorando como todos lo queremos hacer.
- Divertirse es cuidar a las otras personas; pasarla muy mal es hacer cosas groseras.
- Cuando necesites salir del salón ven a mí y me pides permiso.
- Todos hacemos las actividades con amor.
- Yo soy tu profesor de clase y te voy a ayudar. Obedece las instrucciones a la primera vez.
- Divulga las reglas al inicio de tu tiempo con ellos de forma divertida. No hagas de las reglas un tiempo de “regaños”.
- Cuando un niño incumple las reglas, llévalo aparte y cuéntale lo que has visto. Escucha lo que él te dice y con amor en tu tono de voz y expresión, recuérdale seguir las reglas.
- A la segunda falta, vuélvelo a llevar aparte. Ya estás ante un caso de desobediencia deliberada. Explícale que eso no debe pasar más y por eso, asígnale una persona (profesor, apoyo de clase) que le va a ayudar a cumplir con las reglas y a tener un muy buen tiempo.
- Observa al niño. Si se regula; felicítalo. Si por el contrario el mal comportamiento persiste, cuéntale de la importancia de que él mismo lo hable con sus papás.
- Ante un tercer llamado de atención repetido, es muy importante que el mismo niño hable con sus papás, en frente del coordinador o cabeza de ministerio, contando él en sus propias palabras lo que pasó. Esto aplica para niños con cierto nivel de consciencia de sus actos (6 años y mayores). Con niños de edades más pequeñas, el diálogo lo debe dar el profesor, evitando dar quejas.
- La reacción de los papás y la misma convicción del niño va a dar el margen para entender la necesidad de hacer un seguimiento pastoral y tener muy presente al niño en ayuda pastoral o sencillamente bendecir al niño y recomendarle seguir las instrucciones.
Las observaciones que hagan deben apuntar siempre al comportamiento del niño; nunca a su identidad. Frases como “el siempre desobedece” o “nunca podemos llegar a ningún lado con él” dejan marcas muy dolorosas en los niños. La iglesia no es un lugar para tener niños perfectos sino para discipular hijos de Dios.
Este artículo fue extraído del libro “Tu ministerio de niños puede crecer” de Henry y Adriana Pabón, Luis y Sandy López y Willy y Arely Gómez
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