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LA FLEXIBILIDAD
El Diccionario de la Real Academia española nos trae esta definición sobre la palabra FLEXIBLE: “Que tiene disposición para doblarse fácilmente”. ¿Has visto alguna vez una palmera durante un tornado? Si tu respuesta es sí, espero que haya sido en un video, porque si fue en vivo y en directo, ¡qué miedo! Nos encantaría conocer tu experiencia. Estos maravillosos árboles tienen la capacidad de doblarse hasta el suelo para no quebrarse y así superar los fuertes vientos. Una vez que el clima se calma, vuelven a adaptarse a su forma original y continúan creciendo. Por eso se encuentran en climas tropicales, dado que la pasan mucho mejor que un rígido roble en ese entorno. ¡Qué capacidad asombrosa!
La RAE nos acerca otras acepciones: “Que se adapta con facilidad a la opinión, a la voluntad o a la actitud de otros”. “Que no se sujeta a normas estrictas, a dogmas o a trabas”. “Susceptible de cambios o variaciones según las circunstancias o necesidades”. Teniendo esto en cuenta, ¿te consideras una persona flexible? ¿Tu ministerio de preadolescentes lo es?
Una etapa llena de cambios
Esta genial etapa entre la niñez y la adolescencia implica cambios extremadamente fuertes: La explosión hormonal con la llegada de la pubertad (con todos los granos y olores asociados), nuevas capacidades cognitivas, desajustes emocionales, una nueva actitud en la forma de relacionarse con los demás y cambios en el cuerpo como en los gustos e intereses. La manera en que ven el mundo y en que se ven a sí mismos no para de mutar. ¡Todo un tornado de transformaciones! ¿Cómo podemos pretender que nuestras estructuras ministeriales no se adapten a ellos?
El preadolescente que antes hablaba hasta por los codos ahora puede pasar horas sin emitir palabra por temor a que los demás escuchen los silbidos atonales en los cambios de su voz. La preadolescente súper competitiva y entusiasta por los juegos puede abandonarlos para no dañar sus nuevas uñas esculpidas. Ese grupito revoltoso que se empezó a apasionar por el evangelismo a través de las redes sociales, ahora no para de enviarte los TikToks que crearon. Lo que está de moda en el verano ya es aburrido en el invierno. Los cambios son parte de la esencia de ellos, y nuestra esencia debería abrazar esos cambios sin juzgarlos.
Los preadolescentes en la iglesia
Al mismo tiempo, la preadolescencia es el grupo etario más pequeño en todo el ministerio ya que conforma no más de tres años en total. Por lo tanto el número de personas que lo componen suele ser acotado y en permanente rotación. De esa manera, cada año aproximadamente un tercio de la población egresa al ministerio de adolescentes, mientras que recibes a un nuevo tercio de niños ingresando a esta nueva etapa. ¿Cómo mantener un mismo plan cuando el 33% de tu ministerio vive en transición?
De hecho, un grupo de preadolescentes en sí mismo es heterogéneo dado que en él coexisten chicos con un perfil más aniñado (quizás aquellos entre 9 y 10 años), y otros entrando en la adolescencia (12 a 13 años). Como la admiración por los más grandes es natural, las inclinaciones (gustos, intereses y motivaciones) de quienes estén conformando este último grupo posiblemente marquen cuál será el pulso de tu grupo de preadolescentes durante todo ese año.
Te contamos nuestra experiencia
Un año los preadolescentes solían amar la música y podían pasar horas cantando y tocando instrumentos. Al descubrir la forma en que un grupo conecta con Dios y entre sí, uno se siente genial como líder. Al cabo de unos meses, luego de la graduación… ¡rotación! Rápidamente acomodamos nuestro tiempo musical y… fue un verdadero fracaso. Resulta que estos chicos disfrutaban pasando tiempo fuera del auditorio, en actividades de servicio social y compartiendo con los vecinos. Esa era su forma de conectar así que debimos modificar toda nuestra metodología una vez más.
Al año siguiente, ya con los carteles de evangelismo y (por si acaso) los instrumentos preparados, nos encontramos con un grupo completamente apático entre sí. Grandes y pequeños eran como agua y aceite. ¿Qué debimos hacer? Jugamos hasta generar un grupo de pertenencia que primero se amara entre sí para luego poder amar mejor a los demás. Por lo tanto, todo líder de preadolescentes tarde o temprano debe preguntarse: ¿amo más mi metodologías o a mis preadolescentes?
Así estamos hace años, armando y desarmando actividades que luego quedan en pausa por un tiempo hasta que un nuevo grupo las reflota. Qué importante es no tomarse en forma personal que algo no funcione y comprender los cambios en los preadolescentes. Sin embargo, ¡la esencia permanece! Así generamos una cultura que trasciende al flexibilizar lo secundario y mantener lo primordial: el amor a Dios y a las personas en un clima familiar y divertido.
Estos son 3 simples consejos para repensar el ministerio de preadolescentes en tu congregación local:
- ¡Sé optimista! Como nos enseña Eclesiastés 3, “todo tiene su tiempo”. No melancolicemos el pasado ni idealicemos el futuro. Disfrutemos el presente y mantengamos una actitud de gratitud por lo que somos capaces de aprender de Dios en cada temporada.
- ¡Haz una tormenta de ideas! Pide a tus preadolescentes, colaboradores y familias que piensen 3 iniciativas locas fuera de lo común para poner a prueba la flexibilidad de tu ministerio. Recuerda que la esencia permanece pero la metodología muta constantemente.
- ¡Abraza el cambio! Investiga intencionalmente por qué vibran tus preadolescentes actuales. Reflexiona cómo te sientes al respecto y ora para que Dios pueda impulsarte a darles lo mejor de ti. Tómalo como una oportunidad para crecer espiritualmente en tu vida personal.
Después de todo, ¿eres un roble rígido roble o una palmera flexible? Piénsalo bien, ¡el tornado de los preadolescentes se aproxima!
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