Cuando el “no”, no es una opción
septiembre 22, 2016La disciplina es una muestra de amor
febrero 7, 2017Los focos cumplen su cometido, le enfocan, las luces le iluminan y el escenario lo pone por encima de los demás, en escena. Todo preparado para liderar, comunicar y ser el referente que todos esperan. Un ser infalible lleno de elocuencia e inspiración. Comparte desde la experiencia y el conocimiento adquirido y, todos embelesados, escuchamos y aprendemos mucho. Un líder, sin duda, un referente para niños, preadolescentes, adolescentes y jóvenes.
Un personaje de Disney Channel que nunca se despeina, es simpático, inteligente, bueno, baila, es desinteresado, ríe, se preocupa solo por los demás y viste siempre bien. Es, en una palabra, invulnerable. Sin grietas.
Pero todos sabemos que eso no es el liderazgo, el verdadero liderazgo, porque todos intuimos que ese personaje no existe. Al menos yo aún no lo conozco. Porque cuando los focos no enfocan, entonces hay otras realidades que llaman a la puerta para hacernos ver que ni somos tan inteligentes, ni tan buenos, ni tan desinteresados.
Jesús, siempre Jesús, me hace ver cómo liderar de verdad. Siendo el Dios del cielo y de la tierra, lo que los filósofos llaman el impasible, immutable, al que nada le afecta, el invulnerable, ese mismo, se hizo vulnerable.
Pudiendo mandar desde su trono, desde arriba, decidió hacerlo desde abajo, como si todos fuésemos superiores a Él, y Él solo un siervo. Un ministro.
Ministerio, una de las palabras más bonitas del nuevo testamento pero que con el tiempo hemos distorsionado hasta el infinito. Así, ejercemos el ministerio sin entender cabalmente lo que realmente significa. Somos ministros sin serlo. Hoy, la propia palabra hasta nos suena pretenciosa. No puede ser.
Porque ministerio se contrapone a magisterio. Magisterio: desde arriba, “magis”, mago, magno, grande, sentado desde una cátedra para que todos los que están abajo oigan.
Ministerio: mini, pequeño, desde abajo. Ministerio, ese es nuestro llamado, ese es nuestro único liderazgo legítimo. No basado en nuestros talentos, ni elocuencia, ni dones, sino basado en nuestro servicio genuino, teniendo el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.
Revolucionario 2000 años después y tan necesario hoy, donde nos hemos mareado con tanta velocidad de transmisión de datos y hemos errado en el blanco con tantas redes sociales, enredados en nuestro ego, olvidando que debemos olvidarnos de nosotros mismos, porque “allá afuera” más allá de mi ser, hay personas que están esperando mi llamado, mi ministerio, para servirles.
Una nueva generación demanda un nuevo liderazgo vulnerable, lejos de los clichés evangélicos heredados, dispuestos a mostrar sus heridas como Jesús lo hizo pero sin tener que demostrarle nada a nadie. Niños y adolescentes que huelen la hipocresía necesitan guías, ayos, que los acompañen en su seguimiento de Jesús y que les muestren el camino angosto pero alucinante de la aventura a la que Él nos invita.
Porque hoy hay jóvenes universitarios que ya no se conforman con las respuestas no-pensadas de un liderazgo que dio la espalda al mundo mientras nuestros jóvenes eran arrastrados a la incredulidad, quizá por la pereza intelectual de los que debían cuidarles. Y nosotros en lugar de abrazar, señalábamos. Creyéndonos mejores, olvidando que la santidad que Jesús propuso no era apartarse, como hacían los fariseos, sino acercarse, abrazar, comprender, y extender la mano para que no se ahoguen en medio de unas corrientes sociales que cada vez empujan con más fuerza.
Y eso, no se puede hacer desde las trincheras. Solo en el fuego cruzado que es la vida real podremos ayudarles.
Y debemos exponernos, estar con ellos, y ellos con nosotros, sí, que vean nuestra vida, la auténtica.
Aunque no tengamos todas las respuestas.
Que en la Iglesia no sea pecado decir “no lo sé” y podamos descubrir juntos lo que Dios piensa acerca de o que nos preocupa a todos.
Y es que Él no buscaba siervos, buscaba amigos. Com-partir. Me pregunto que buscan hoy los líderes de nuestras iglesias, cuál es su agenda y su propósito con los jóvenes, con los adolescentes. ¿Ser su amigo?¿Servirles?¿Qué se acerquen a Jesús contigo? Eso espero.
Y más. Que nuestro discipulado no esté basado en programas sino que la herramienta número uno de nuestro trabajo con los jóvenes seamos nosotros mismos, con nuestras virtudes y nuestros errores, y que la gracia de Dios fluya libremente a través de nuestras grietas.
Porque habrá muchos libros, excelentes, que podremos usar, pero lo primero que Dios quiere poner en manos de esta generación eres tú mismo. Lo demás será un añadido.
Seamos auténticos, luchemos por nosotros y sirvamos desde abajo, démosles lo mejor que tenemos, y compartamos nuestros aciertos y torpezas, acompañemos a niños y adolescentes en su crecimiento, pero apuntemos siempre a Jesús, el único que puede transformar sus vidas.
Olvidémonos de ese liderazgo viejo y desgastado basado en la posición y sigamos los pasos del Maestro. Porque Él nos dijo: “No será así entre vosotros”. Que así sea.
Que Él sea el protagonista, y que siempre tengamos su sentir. Por eso, hoy más que nunca,
es la hora de los líderes vulnerables.
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