No te quedes anclado al pasado
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abril 16, 2024Sus discípulos contemplaban maravillados al Jesús resucitado. Hacía apenas tres días lo habían visto colgado de una cruz. Algunos quizás aún no lo podían creer… pero era real. Estaba vivo, allí, delante de ellos, glorioso, sempiterno. Y antes de ser levantado en el aire, Él les aseguró que pronto recibirían poder del Espíritu Santo para ser sus testigos hasta lo último de la tierra. Después de eso fue llevado al cielo y desapareció envuelto en una nube.
A nadie se le ocurrió preguntar: ¿testigos de qué cosa? ¿Qué debemos hacer exactamente? ¡Ellos ya lo sabían, porque Jesús se los había dicho antes! En el pasaje de Mateo 28:18-20 podemos ver que había una meta, una misión, un legado repartido entres intenciones precisas:
1.Debía ser global, para alcanzar a todas las naciones.
2. Debía involucrar un sumergimiento (bautismo) en el conocimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
3.Debía evidenciar su cumplimiento a través de obedecer los mandamientos que Él había dado.
En el transcurso de la historia muchas cosas han cambiado. Con el tiempo, todo puede y va a cambiar. Las sociedades cambian, los criterios cambian, las costumbres cambian. La cultura de la Iglesia puede cambiar. Las formas, los métodos, las estrategias. Lo único que es inmutable es la misión. Podemos tener ideas grandiosas sobre cómo hacer Iglesia, podemos renovar los criterios sobre la liturgia, espacios y momentos. Podemos entender la Escritura desde diferentes puntos de vista. Y, aun así, la misión no cambiará.
La misión que Jesús nos dejó es global porque la meta de nuestro Padre es que ninguno se pierda. “El Señor no demora el cumplimiento de su promesa, como algunos suponen. Más bien lo que quiere es que nadie se pierda, por lo que está alargando el plazo para que todos se arrepientan”. 2° Pedro 3:9
Él está trabajando sin cesar para que eso suceda, y el único plan que ha decidido usar es la Iglesia. Somos el plan A de Dios. Y no existe un plan B para ejecutar la misión.
“Por supuesto, Dios tiene el poder para escribir el evangelio en las nubes, de modo que toda la gente se entere de Jesús y crea en Él. Sin embargo, en su infinita sabiduría, no escogió esta vía. En cambio, ha preferido usarnos a nosotros como embajadores que llevemos el evangelio a la gente que nunca ha oído hablar de Jesús”. David Platt –Radical
Esa es la razón por la que no podemos eludir esta tarea. Es imprescindible que tomemos la responsabilidad que nos ha sido encomendada y persigamos el propósito de Dios para su Iglesia Jesús lo dijo desde un inicio: “¡Síganme y los convertiré en pescadores de hombres!”. Mateo 4:19
Sus discípulos fueron advertidos de esto desde un principio. ¡Incluso desde antes de tomar la decisión de seguirlo! “Si vienes a mí es para convertirte en un pescador de personas…” ¡Y esto se lo decía a pescadores! De hecho, se los dijo a todos sus discípulos. Al recaudador de impuestos, al de sangre noble, al paria, al que provenía de un linaje importante y al que no tenía alcurnia, al zelote, al codicioso, al nacionalista… A todos ellos, y a nosotros. Así es, también a ti y a mí.
¿Te sientes listo para pescar personas? En nuestras iglesias la palabra “pescador” se ha relacionado siempre con el evangelismo. Pero es más que eso. Un pescador es un apasionado por las almas, alguien que sabe que su pesca es su razón de vivir, el motivo por el cual hace lo que hace. Cuando no hay pesca se deprime (como le pasó a Pedro), ¡y si hay pesca abundante hace una fiesta! Pero la pesca de personas no se reduce a compartir el evangelio.
Un pescador de personas es un buscador que se mueve incluso en aguas profundas. Donde sea que ese pez se encuentre, allá va él. Lo atrae con diferentes métodos, lo sube a la barca y lo lleva a buen puerto. Y después lo convierte en oveja del Buen Pastor. No será para siempre un pez, porque su pescador le ayudará a ser una oveja, y también un buey, dispuesto a arar la tierra y ser fuerte para el servicio. Ese pescador también se gozará cuando vea a su pez volando como un águila, y peleando como un león.
¡Eso es discipular! La misión no termina cuando alguien manifiesta una decisión de fe. La misión es hacer discípulos. La sola pesca no cumple la misión. La misión no termina cuando alguien hace una oración o manifiesta una decisión de fe. La misión es hacer discípulos, y esa labor no es temporal sino permanente. Un camino constante de acompañamiento que busca que nos parezcamos cada vez más al único modelo que nos ha sido dado, Jesús.
Este artículo fue extraído del libro “El arte del discipulado” de David Noboa.
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