¿Puede un cristiano fiel caer en la depresión?
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noviembre 6, 2023Un prejuicio es una opinión preconcebida negativa. Por ejemplo, en este caso, hacia la asistencia psiquiátrica o bien hacia los trastornos mentales y emocionales, pensando que solo son problemas espirituales, de carácter o de voluntad. Muchas veces, los prejuicios también abarcan a los profesionales de la salud que se ocupan de estos temas, ya que se considera que la vida emocional no merece una atención igual a la del estado físico.
Una idea es un prejuicio cuando es resistente a todas las pruebas que la refutan. Tendemos a crecer emocionalmente cuando algún prejuicio que tenemos se transforma mediante el acceso a nuevos conocimientos. Si una persona es capaz de rectificar sus prejuicios a la luz de nueva información, entonces no tiene prejuicios. Es por eso, querido lector, que el objetivo de esta reflexión es ayudarte a re pensar tus ideas, preconceptos y prejuicios en cuanto a la enfermedad mental en la vida de los creyentes.
El prejuicio relacionado a la espiritualidad
En el área de la salud mental, los prejuicios promueven la discriminación de las personas y alientan su segregación y exclusión, profundizando así el sufrimiento mental. Lamentablemente existe en la sociedad y en muchas iglesias en Latinoamérica la creencia de que un verdadero cristiano no necesita de la psicología o dela psiquiatría para solucionar sus problemas emocionales o mentales, porque tiene al Espíritu Santo y eso debe ser suficiente (y en caso de no poder solucionar una determinada situación con las armas espirituales, automáticamente se cree que es porque «algo no anda bien en la vida espiritual de esa persona»).
Estas opiniones preconcebidas en relación a la salud mental dentro del cuerpo de Cristo son generadas principalmente por un desconocimiento del tema. Lo triste es que, por ignorancia, podemos traer incomprensión, temor, rechazo o aun desprecio a las personas que padecen estos problemas.
Una enfermedad no aceptada
En muchas iglesias es aceptable tener una enfermedad cardíaca, digestiva o tiroidea pero… ¿qué se piensa de una persona que padece una enfermedad mental? Si un pastor o líder se halla emocionalmente enfermo o necesitado de ayuda en esta área, ¿puede contarlo abiertamente, o tiende a ocultarlo? ¿Hay temor o prejuicios contra la psiquiatría o la psicología? ¿Puede un cristiano expresar en la iglesia que va a un psiquiatra sin ser cuestionado, o por lo menos sin que sea puesta en duda su fe?
¿Puede una familia pastoral tener un hijo esquizofrénico, puede la esposa sufrir fobias o el pastor atravesar una depresión y contarlo a su congregación o a un grupo pastoral sin ser juzgados negativamente? ¿Haber estado preso o haber estafado puede llegar a ser menos vergonzante que relatar tener una enfermedad psiquiátrica? ¿Puede haber incomprensión y falta de empatía hacia los cristianos que sufren trastornos mentales? ¿Se los señala o se los mira distinto que a quienes padecen una enfermedad física?
¿Cómo se sentirán los creyentes que, además de sufrir un trastorno mental, deben soportar el cuestionamiento crítico de sus hermanos en Cristo? ¿Podemos agregarles a los sufrimientos propios de la enfermedad mental el sufrimiento que produce el rechazo de un entorno que no los comprende?
En la mayoría de los casos, la falta de comprensión tiene que ver con la ignorancia, con una visión sesgada de la enfermedad mental, con los prejuicios o con la interpretación errónea de algunos de los pasajes bíblicos.
Consejos irresponsables
Lamentablemente, hemos sido testigos de muchos consejos erróneos de pastores o líderes hacia algunos de nuestros pacientes que estaban medicados por una enfermedad psiquiátrica. Ellos tenían una buena respuesta a esa medicación, con sus síntomas controlados, y recibieron frases como estas: «Deja esos medicamentos que Dios te va a curar», «Deja de depender de la medicación y depende de Dios», o «Lo que tienes que hacer es orar, leer la Biblia y tener más fe, y ya vas a ver que se pasa todo». ¡Y las consecuencias que estos consejos acarrearon han sido terribles!
¿Les dirían estas mismas frases a personas que están tomando antibióticos para una infección, levotiroxina para un hipotiroidismo, analgésicos para el dolor, o haciendo quimioterapia para el cáncer?
El silencio no ayuda
Otro gran problema es que en muchas iglesias ni siquiera se habla de este tema, como si no existiera. Pero si un pastor tiene una congregación con doscientos miembros, basándonos en estadísticas serias, sabemos que probablemente tendrá entre ellos por lo menos veinte personas que estén padeciendo algún tipo de trastorno mental, como trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, psicosis o trastornos bipolares ¿Cómo ayudarlos si ignoramos o negamos esta realidad?
Gracias a Dios se ha avanzado bastante en comprender cómo funciona y cómo se enferma nuestro cerebro, al igual que otros órganos de nuestro cuerpo. También se ha avanzado bastante en el desarrollo de fármacos que logran morigerar los síntomas de las enfermedades mentales, y aun frenarlos totalmente (muchos de estos avances son recientes; algunos medicamentos que son muy efectivos para los síntomas psicóticos fueron descubiertos poco después del descubrimiento de la penicilina, ayudando a cientos de miles de personas que padecen esta enfermedad).
Lo que nosotros debemos hacer es aceptar que la enfermedad mental puede aparecer en cualquier persona, tenga o no a Cristo como su salvador. No debemos juzgar ni culpar a las personas con enfermedades mentales. Debemos, en cambio, desarrollar comunidades de fe que favorezcan la salud en todas sus dimensiones.
Este artículo fue extraído del libro “Salud mental y fe”. de Daniel y Élida Rota.
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Daniel Rota
Psiquiatra con especialidad en infanto-juventud y geriatría. Es conferencista y docente, y forma parte del equipo pastoral de la iglesia Una Vida Mejor en Buenos Aires, Argentina.