Dinámicas para tus encuentros en línea
septiembre 21, 2020El Génesis de las preguntas
octubre 5, 2020
No es ningún secreto que la gran mayoría de las iglesias evangélicas en Hispanoamérica son fruto del trabajo de misioneros que hablaban en inglés. Y nuestra manera de hacer iglesia tiene mucho que ver con lo que ellos trabajaron para enseñarnos.
Yo tendría un poster en mi oficina de aquellos héroes de la fe que dejaron sus hogares y recorrieron océanos, montañas, selvas, y ríos para traernos el evangelio a aquellos que hablamos español. Pero no podemos ser tan ingenuos de creer que todo lo que nos enseñaron era correcto, o que sus liturgias y métodos fueran siempre la mejor estrategia.
Para complicar más el panorama, a esa herencia de ideas tenemos que sumarle el hecho de que ya llevamos más de un siglo desde que se instalaron esos conceptos y, aunque posiblemente eran acertados y pertinentes cuando nacieron las primeras iglesias evangélicas, la vorágine de cambios culturales y generacionales de los últimos años ha puesto en desuso muchas de esas premisas.
Todavía hoy, en algunos círculos, se confía más en alguien que habla en inglés que en alguien que habla español. Si lo dice o lo hace una iglesia norteamericana parece tener más autoridad que si la que comienza a hacerlo es una iglesia en Latinoamérica. Esto se nota hasta en en la música, ya que luego de décadas de intentar adorar a Dios con nuestros propios ritmos, artistas, e instrumentos, en los últimos años volvimos a mirar al mundo anglo como si fuera la única referencia de lo que a Dios le agrada.
¿Se puede cambiar la cultura eclesiástica de todo un continente? Es difícil, pero no imposible. Dios ya ha hecho cambios similares antes, cuando algunos de sus hijos detuvieron su inercia eclesiástica y comenzaron a hacer las preguntas necesarias.
Las 5 etapas y una visión integrada
En el siglo pasado aprendimos a divorciar el ministerio de niños del ministerio de jóvenes. Aprendimos que ministerio juvenil era hacer una reunión como la de los adultos, pero en un día diferente y con participantes de menor edad. Aprendimos que el mejor método de enseñanza es un monólogo que en promedio debe durar unos 50 minutos (supongo que yo fui afortunado en esto, porque en algunos otros círculos enseñaron que al menos debía durar una hora entera para ser bíblicos, o para que el Espíritu Santo se dignara a bajar, según sea el predicador conservador o carismático). Nos enseñaron a mirar más nucas que caras a la hora de aprender de Dios, que la Biblia se enseña en el templo y no en la casa, y que las preguntas son señal de rebeldía. Nos enseñaron también que el final de la juventud es el matrimonio, y en muchas iglesias reinó la idea de que la universidad es enemiga de la fe, o al menos de la Iglesia, simplemente porque suele ser la puerta de atrás por la que muchos se escapan y dejan de participar.
Ahora bien, lo que descubrí al buscar a Dios estudiando la neurociencia y el desarrollo humano es que hay 5 etapas camino a la adultez:
0-5 La primera infancia, donde la familia es la cuna de la identidad y los padres son los centros de nuestro universo o bien la razón por la que correremos el riesgo de sentirnos a la deriva por el resto de nuestros días. Se trata de una etapa en la que la iglesia como institución puede acompañar y animar, pero es muy difícil compensar lo que haga o no haga la familia.
6-10 La niñez, donde el cerebro humano está en ebullición y podemos retener información específica como si fuéramos investigadores de una serie policial. Por eso en esta etapa tanto en la familia y la iglesia debemos intencionalmente convertirnos en maestros.
11-12 La preadolescencia, donde llega el pensamiento abstracto mientras el cuerpo comienza su carrera de Fórmula 1 a través de una compleja serie de cambios.
13-18 La adolescencia, dónde se expresan nuestras mayores vulnerabilidades de cara a responder la gran pregunta de la identidad, y los amigos se convierten en el espejo a la hora de definir el maquillaje de nuestros valores.
19-25 La juventud, donde nos lanzamos hacia la autonomía como capitanes de nuestro futuro.
La visión del LIDERAZGO GENERACIONAL se resume en desarrollar una pastoral pertinente para cada una de las etapas del desarrollo hacia la adultez, y hacerlo con una estrategia continuada en vez de segmentada en aislación, planificando transiciones inteligentes entre cada una de esas etapas y la siguiente y sumando las fuerzas de la familia con las de la iglesia.
Este artículo fue extraído del libro “Liderazgo Generacional” de Lucas Leys.
Adquiere el libro completo aquí