Gloria y frustración en el protagonismo de la adolescencia
septiembre 22, 2016Los misioneros que trajeron el evangelio al mundo de habla hispana dejaron entre muchas cosas buenas, algunas malas costumbres que nacieron más como una reacción a las circunstancias que como fruto de una seria planificación y una de ellas es este legado por el que el líder que trabaja con adolescentes o incluso niños no pasa más de 2 años en su puesto.
Son todavía muchas las iglesias que para elegir a su líder juvenil principal escogen al simpático que toca la guitarra y tiene camioneta y al menor problema o desafío lo rotan sin nada de permanencia en la posición, creando así la sensación de que el ministerio juvenil siempre necesita a un jovencito haciendo los primeros pasos ministeriales como paradigma del liderazgo juvenil efectivo.
Algo similar sucede en el ministerio de niños, pero con mujeres. En vez del varón atlético que toca la guitarra, la imaginación colectiva de la iglesia nos dice que el ministerio de niños es principalmente para mujeres que suelen ser mamás de niños pequeños y que luego dejan el ministerio cuando sus propios hijos se gradúan del primario.
Esto debe cambiar. Necesitamos adultos modelando madurez a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Mujeres y hombres por igual en ambos extremos del ministerio con nuevas generaciones y necesitamos que sean adultos que permanezcan, es decir, necesitamos madurar el concepto de longevidad ministerial.
¿Por qué?
Porque en un mundo de relaciones pasajeras, superfluas e interesadas, las nuevas generaciones necesitan modelos estables a los cuales aferrarse. Otra manera de decir “Longevidad” en los estudios de la biología es “esperanza de vida” y justamente eso es lo que la longevidad agrega en el ámbito del ministerio con nuevas generaciones.
Esperanza
Esperanza de que vale la pena la gente en la que se invierte. Esperanza de creer que no soy una excusa para que alguien progrese ministerialmente. Esperanza de que en un mundo de inestabilidad hay relaciones estables. Esperanza de que en una cultura donde los adultos no prestan atención a los menores a menos que sea su trabajo (maestros) o su obligación doméstica (padres), hay alguien para quien valgo la pena porque “siempre” está ahí.
Un trampolín de oportunidades
El ministerio con nuevas generaciones es demasiado importante como para que simplemente sea un escalón ministerial. En una sociedad de divorcios, modas cambiantes, profesores que duran un año y con una generación de emociones fuertes, a las nuevas generaciones les hace falta la solidez de las relaciones estables que líderes adultos estables pueden ofrecer.
Alguien que permanece, perdura, persiste y practica el efecto ministerial más importante de todos: la presencia. El estar en las buenas y en las malas. El acompañar hacia la adultez. Los niños, pres, adolescentes y jóvenes de nuestras iglesias necesitan líderes con longevidad. Veteranos. No te rindas.
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