La iglesia y el discipulado. El “plan A” de Dios
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abril 16, 2024Qué difícil se presenta la situación cuando un preadolescente debate las órdenes que le da un adulto, y más aún, cuando cuestiona la fe en Cristo. Como líder de preadolescentes, me he encontrado con algunos padres y pastores que se preocupan cuando el preadolescente comienza a hacer muchas preguntas, suponiendo que esto es un retroceso en su fe.
Para mí ha sido maravilloso encontrar en esas preguntas una plataforma para cimentar la fe de estos chicos, y lo digo basándome en su configuración cerebral. Si a la duda se la encamina de la manera correcta por parte de maestros y líderes, puede llevar al preadolescente a encontrarse con un Jesús real, un Jesús que ellos mismos hayan podido experimentar y no uno que sus padres o la iglesia le quieran imponer. Como consecuencia de esto, su fe será fuerte y nadie hará cambiar sus convicciones.
El preadolescente está en una especie de etapa intermedia en la que ya no es un niño, pero tampoco un adulto, lo que sugiere una mezcla de sentimientos y creencias difíciles de manejar para sus padres y líderes. Cuando son niños, ellos viven la fe de sus padres, quizás por esta razón es más fácil guiarlos por el camino de la fe a esa edad. Sin embargo, cuando son preadolescentes su cerebro empieza a sufrir una transformación.
En la preadolescencia, el cerebro comienza el camino hacia lo abstracto, es decir, ellos comienzan a indagar, analizar y cuestionar todo a su alrededor, y es un proceso absolutamente normal, pues esto es lo que cimentará el resto de sus vidas. Mark Oestreicher en su libro “Entiende a tu preadolescente”, sugiere que en la preadolescencia se forma el “cableado” cerebral que perdurará toda la vida, además Sandra Aamodt y Sam Wang, sugieren que en esta etapa de vida el cerebro afirma los valores que van a regir sus conductas.
En la Biblia encontramos dos ejemplos puntuales de lo que puede hacer una duda bien encaminada: Natanael y Tomás, dos de los discípulos de Jesús que, entre otras cosas, muy probablemente hayan sido adolescentes en ese momento. Juan 1:43-51 relata la historia del encuentro entre Natanael y Jesús. Felipe, uno de los discípulos de Jesús le dice a Natanael que habían hallado al Mesías, pero Natanael cuestionó que de Nazaret pudiera salir algo bueno. Lo que hizo Natanael se parece mucho a lo que muchos preadolescentes hacen: desafiar las creencias de sus padres, o poner en duda lo que se les enseña en la Escuela bíblica.
Pero Jesús, supo cómo encaminar esta duda. En lugar de señalar su cuestionamiento, Jesús lo aprobó diciendo que era un verdadero israelita en quien no había engaño. Cuando Jesús tuvo una conversación con él y le demostró que lo conocía, Natanael creyó en Jesús. La duda de Natanael, lo llevó a experimentar a Jesús. Muchas personas no tienen una fe verdadera, solo dicen creer para no quedar mal con los demás, pero nosotros como líderes no queremos que nuestros preadolescentes caigan en esto; en cambio queremos que ellos tengan una fe firme. Por eso debemos permitirles y aceptar sus cuestionamientos, dado que sus cerebros los necesitan para reafirmar su fe.
El otro ejemplo es el de Tomás, historia relatada en Juan 20:24-31. Después de la resurrección, los discípulos se le acercaron y le dijeron que habían visto a Jesús resucitado, pero Tomás dijo que no creería a menos que viera las marcas de los clavos. Cuando Jesús se les volvió a aparecer, le dijo a Tomás que metiera los dedos en sus llagas, al escuchar esto, Tomás creyó. Muchos de nosotros esperamos que nuestros preadolescentes crean por el simple hecho de recibir una enseñanza y nos escandalizamos cuando ellos cuestionan, pero Tomás nos demuestra una vez más, que es necesario experimentar a Jesús de manera personal, y eso se puede lograr a través de la duda.
Es hora de que, como líderes, padres y pastores, estemos atentos a los cuestionamientos de nuestros preadolescentes para no escandalizarnos, sino que, por el contrario, podamos establecer espacios donde esas dudas sean bienvenidas de modo que puedan experimentar por ellos mismos “las llagas de Jesús” sin pretender que crean solo porque el pastor, el padre o el líder lo dice.
A veces actuamos como si Dios se ofendiera por nuestros cuestionamientos, si tenemos claro que Dios nos diseñó, ¿por qué no creer que aquel cerebro que por naturaleza cuestiona, también lo hizo Dios y lo hizo con un propósito? Lo peor que le podría pasar a tu preadolescente es tener una fe prestada. Cuando la duda y la fe se encuentran, tu preadolescente podrá conocer a Jesús más íntimamente, entonces su fe y sus convicciones se fortalecerán. Tomemos como una ventaja nuestro rol de líderes y seamos sabios encaminando esas dudas, Ya que si no lo hacemos nosotros, el mundo lo hará.
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Isabel Ocampo
Trabajó por más de 10 años con adolescentes y fue directora del ministerio de preadolescentes en la iglesia Casa de Oración Iglesia del Nazareno en Cali, Colombia. Bióloga y estudiante de Teología.