Gloria y frustración en el protagonismo de la adolescencia
septiembre 22, 2016Háblales de santidad a los adolescentes
septiembre 22, 2016De diez consejerías que tengo, puedo decir que fácilmente entre seis y siete se refieren a algún abuso sexual. Es increíble cuánto nos han afectado hoy en día los famosos secretos familiares. Los que no se hablan, los que se callan y se esconden pero que como un volcán hacen un día erupción. Los que trabajamos con jóvenes podemos decir que es un privilegio estar ahí cuando eso sucede y poder sostener a los que han pasado tal tragedia, mostrándoles que hay ayuda y sanidad. Hoy en día aquellos silencios son cada vez menores, los corazones están siendo abiertos y las voces se oyen más fuertes y frecuentes denunciando y sacando lo que por tanto tiempo ha quedado encerrado en la conciencia, en el corazón y en el alma, pidiendo a gritos sanidad.
El abuso sexual es una violación no solo a tu cuerpo sino también a la confianza que depositaste en algún familiar, algún amigo o alguna persona que veías como autoridad. El abuso sexual quebranta tus derechos humanos universales. Dios nos creó con límites en nuestra sexualidad que no pueden ni deben ser traspasados por nadie. Sin embargo, cuando alguien osa derrumbar esas barreras, la persona abusada se culpa pues en ese momento pierde el control de su propio cuerpo; otra persona lo toma y siente que tal vez pudo haber hecho algo para evitarlo pero no lo hizo. ¡Rotunda y absolutamente no es tu culpa!
En una ocasión una muchacha se me acercó para confesarme un abuso sexual. Un primo de ella la abusó por años. Ella se sentía sucia, impura, avergonzada. Apenas podía mirar su rostro pues su cabello lo cubría. Con pena y mucho esfuerzo pudo sacar todo aquello que la venía atormentando por años. Ese es el primer paso hacia tu sanidad: el poder hablar con alguien, con una persona indicada con la que sepas que puedes recibir ayuda y permitirle así a Dios comenzar a reconstruir los muros deshechos de tu sexualidad para que puedas ver nuevamente cómo el Señor resucita y sana todo lo que Él creó en ti. Tienes todo el derecho de ser feliz y sentirte limpia/o, pura/o y sin mancha delante de Él porque fuiste víctima de una persona que tiene serios problemas. ¡No eres culpable!
Sí, eres víctima. Por ello necesitas ayuda desesperadamente pues al no decirlo y no comprender que puedes salir adelante puedes permitir comportamientos auto-destructores. Mucha gente que ha sido abusada recurre a vicios, adicciones, comportamientos que no pueden controlar. Son personas que han cambiado su temperamento. Algunas se vuelven exageradamente introvertidas, odian al sexo opuesto, viven en reprensión total, no se aman, se auto-rechazan y por ello buscan lo que sea para sentirse bien y dormir un rato la sensación de vacío y de falta de valía. Por otro lado, a otros les ocurre todo lo contrario: se vuelven exageradamente extrovertidos, cayendo en patrones sexuales de perversidad con el sexo opuesto o hasta con personas del mismo sexo.
Al no denunciar y exponer lo que aconteció puedes llegar a hacerte cómplice. Mucha gente que no es ayudada a superar un abuso sexual y permanece en silencio, por muchas razones puede llegar a convertirse en victimaria del mismo abuso al que fue sujeta. Por ello es necesario exponerlo pues en realidad eres una persona a quien se le hizo una gran injusticia, pero Dios que es justo puede rescatarte del hoyo en donde sientes que te encuentras.
-“Es duro, pero tienes que perdonarlo”, le dije a aquella muchacha después de algunas pláticas que tuvimos.
– ¿Perdonar? -Sí, perdonar a tu agresor para liberarte de él o ella. El perdonar es el segundo paso hacia la restauración. No, no lo sientes pero es una decisión, no un sentimiento. El perdonar te libera de convertirte en la misma persona a quien le retienes el pecado con resentimiento y amargura. Es un acto que realizas a solas con Dios. Podrás decir: “Señor, no lo siento pero por obediencia a ti, me suelto de esta persona y lo perdono”. Y quizás lo tengas que hacer varias veces hasta que sea una convicción en tu corazón, hasta que al recordar el hecho te duela cada vez menos, hasta convertir la tragedia en algo productivo, ayudando a otras muchas personas que pasan por lo mismo todos los días contemplando como única escapatoria el suicidio, habiendo sanidad y ayuda para salir adelante.
Estuve hablando con esta muchacha varias veces. Ella no quería decirle a nadie lo que había sucedido así que tuvimos varias sesiones. Daba ternura verla rehuyendo cualquier mirada y con los ojos enrojecidos de tanto llorar. Costó mucho trabajo hacer que se abriera, mucho más que perdonara. Sin embargo, una vez que pudo sacar lo que tenía en su corazón, poco a poco, vez tras vez, Dios comenzó a obrar en ella una liberación hermosa. Después de muchas pláticas, consejos, oraciones e infinidad de llamadas telefónicas a todas horas, puedo decir sin duda que hoy por hoy esta mujer ha sido liberada y sanada.
En Levítico 18 Dios habla de todas las prohibiciones con respecto al abuso sexual. Esto sucedía desde entonces y el clamor de Dios era: “¡Mi pueblo no!”. Dios está ahí, con los brazos abiertos para consolarte y para que recibas sanidad porque Él odia el abuso. Quiere que sientas sus brazos de amor, consolándote y haciéndote ver que Él estaba ahí, junto a ti y que nunca te ha dejado ni te ha desamparado. No existe ninguna vergüenza en decirlo. No tengas temor pues Dios hecha fuera el temor. No eres quien provocó el abuso.
En alguna ocasión, mi esposo y yo platicamos con un joven que había sido abusado por su madre. Sí, por más increíble que te parezca. Lo que nos sorprendió fue que este hombre justificaba a su madre diciendo que ella había sufrido la pérdida de su esposo y que tenía necesidades sexuales y por ello recurrió a su hijo. ¡Un niño que fue abusado por su madre desde los 8 años! ¿Necesidades? ¡Eso se llama abuso sexual! La persona que te hizo tal agravio pudo haberte engañado en muchas formas diciéndote mil cosas para no verse como el malo o la mala, poniéndote responsabilidad y culpa, sin embargo no dejas de ser víctima delante de Dios. Él quiere liberarte de ese peso de culpa para disfrutar la completa y total libertad emocional, espiritual y física. Dios te ve puro/a y desea darte sus ojos para que te veas a través de ellos tal y como Él te ve.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]