No pases por alto la Semana Santa en tu iglesia
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abril 2, 2024Hoy decidimos ordenar nuestra biblioteca y en el proceso de mover un libro cayó al suelo una fotografía guardada entre sus páginas; al levantarla y mirarla, sentimos un golpe de nostalgia y añoranza. Era de muchos años atrás, de enero de 1998, para ser más exacto. Habíamos hecho un viaje misionero a Tenerife, en las Islas Canarias (en aquel entonces éramos novios). En la foto nos encontrábamos sentados sobre una gran roca y rodeados de arena volcánica oscura. El día estaba nublado y caía una leve llovizna, y pudimos observar que Karen sostenía una agenda y una rosa que le regalé aquella tarde.
Al ver esa agenda recordamos muchas cosas, ya que en sus hojas anotamos sueños y objetivos por los que queríamos pelear. En aquel entonces iniciábamos nuestro noviazgo y recordamos que una meta importante para nosotros era casarnos en noviembre de ese año, y así lo hicimos. ¡Tantos momentos increíbles han transcurrido desde aquel viaje! Si bien nuestra mente hizo un viaje al pasado para recordar aquellos días de emoción e ilusión por los cuales agradecemos a Dios, no viviremos la vida mirando fotos amarillentas.
No nos malinterpretes: nos encanta recordar, nos hace bien, nos ayuda a valorar el presente y el tramo recorrido (de hecho, ver esta fotografía nos recordó que Dios nos dio más de lo que imaginamos y merecemos, y que sin lugar a duda su gracia y compañía siempre han estado presentes en cada etapa vivida), sin embargo, la vida no se detiene. Si pensamos que lo mejor quedó atrás, entonces ahogamos nuestro presente y futuro. Todavía quedan amistades por forjar, lugares y experiencias por las cuales atravesar, llegan otras etapas de la vida, con los hijos y posteriormente con los nietos.
Las fotografías que hoy estás viendo puede que sean reales como las nuestras, o incluso mentales; recordar el pasado y querer volver atrás por rechazo al presente no es buena señal. Es normal sentir nostalgia, pero no tristeza. Ser feliz es una decisión, es una actitud que abre las puertas a la posibilidad. La Biblia relata una historia que puede enseñarnos algo importante: Un día, Jesús estaba a la orilla del lago de Genesaret. Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: “Lleva la barca adonde el agua está más profunda y allí echa tus redes para pescar”. Simón le respondió: “Maestro, toda la noche hemos trabajado sin descanso y no hemos pescado nada. Pero, puesto que tú me lo mandas, voy a echar las redes”. Ellos hicieron lo que él les dijo, y recogieron tantos peces que las redes se les rompían. (Lucas 5:1-6)
Para algunos, «intentar pescar toda la noche» puede significar días, semanas, meses o incluso años. Quizás te pasó que, aunque intentaste algo de mil maneras, no ha funcionado. Es en este capítulo de nuestras vidas en que empezamos a vivir resignados; la vida a veces nos deja con la mirada perdida, sin entender algunas cuestiones, con hombros caídos y cabizbajos. Parecía que todo iba a salir bien, pero ahora pareciera que sobreviviremos mirando fotos amarillentas del pasado, de aquellas temporadas donde parecía que el viento soplaba a nuestro favor; ahora todo se ha convertido en un vago recuerdo, en redes vacías que atestiguan algo que debió haber ocurrido pero que nunca llegó.
Son esos momentos en los que nos encontramos perdidos entre la promesa y el cumplimiento, entre el punto de partida y la meta propuesta; y esa espera nos desgasta, nos deja sin ganas, nubla nuestras esperanzas y no nos permite ver con claridad lo que en algún momento creímos que teníamos definido. Bien decía Mario Benedetti: “Ojalá que la espera no desgaste mis sueños”.
En la historia mencionada registrada en Lucas. Dice la narración que estos pescadores lavaban sus redes, pero si no pescaron nada, ¿por qué limpiaban sus redes? También menciona que intentaron pescar toda la noche, como si el paso del tiempo tuviera la última palabra; no obstante, viene otro momento que lo cambiaría todo: “Pero, puesto que tú me lo mandas…”. En otras palabras, lo intentaron una vez más y obedecieron a la indicación de Jesús. Allí se dio la pesca milagrosa.
Mira, no puedes pasarte la vida resignado lavando redes, no puedes conformarte con mirar fotos de lo que piensas que fueron tus años dorados, no puedes desestimar tu futuro pensando que algún momento de tu pasado fue mejor. Deja que estos versos te hablen, permite que estas líneas vuelvan a colocarte en el carril correcto de la vida: “Pero, puesto que tú me lo mandas, voy a echar las redes”. Hoy puedes decidir ser feliz otra vez, puedes determinar que lo intentarás en su Palabra; aunque trabajaste como nadie, aunque fue mucho el tiempo invertido sin ver resultados, ¡vuelve a intentarlo!
Cuando ingreses a una nueva temporada en tu vida y las cosas comiencen a funcionar, disfruta de los resultados. Luego, sigue el camino agradeciendo la bendición y viviendo para el dador de esas bendiciones. Tras ver sus redes rebosando, los pescadores no se quedaron embelesados con la bendición sino que miraron a Jesús, trajeron a tierra sus barcas y “lo dejaron todo y siguieron a Jesús”. Estos pescadores intuyeron que había algo mucho más grande que experimentar una pesca abundante (y una buena paga detrás de ella). Y no se equivocaron.
Este artículo fue extraído del libro Imaginería de Paolo y Karen Lacota
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