¿Amor o deseo?
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marzo 4, 2023Me cuesta imaginar una generación que haya estado más confundida acerca de lo que es el amor que la nuestra. Constantemente somos influenciados con mensajes confusos acerca de lo que significa el amor. ¿Será que el amor es realmente el argumento de esa canción, la escena de aquella película o la imagen en esa valla publicitaria?
Los adolescentes suelen creer o al menos dicen que amar es enamorarse, las madres dicen que es lo que sintieron cuando olieron por primera vez la piel de su bebé sobre su pecho y los padres dicen que es asegurarse de que sus hijos tengan las cosas que necesitan. Algunos esposos cuando hablan de amor hablan de respeto, las esposas hablan de tiempo. Los jóvenes parece que hablan de besos y caricias y los ancianos de compañía y protección.
Entonces, ¿qué forma tiene el amor? ¿Puede significar distintas cosas para distintas personas?
Nuestro mundo experimenta una terrible escasez de amantes
La política lo define como un derecho, la biología como un instinto y los neurólogos hablan de química. Algunos afirman que el amor es ciego, otros que puede ser a primera vista e incluso he oído decir que el amor lo justifica todo.
Es fácil sentirse un poco confuso con tantas definiciones, a veces aparentemente contradictorias, y mientras esta pregunta queda sin responder en el corazón de esta generación, nuestro mundo experimenta una terrible escasez de amantes.
De hecho, esta confusión se hace evidente al comprobar la imagen que se dibuja en la mente de nuestra generación cuando hablamos de ser un amante. Esta preciosa palabra se ha distorsionado de tal manera que ha llegado a convertirse en algo terrible. En nuestra cultura, un amante es aquella persona que mantiene una relación romántica con otra que está casada, manteniendo un vínculo secreto y con énfasis en la obtención de placer.
Es decir, la palabra amante se ha convertido en sinónimo de adulterio, mentiras y traición. Una palabra que deja tras de sí el rastro de un matrimonio destruido, hijos envenenados con odio y hasta el aborto de bebés accidentales.
¿Puede el amor producir esos resultados?
Como si esta distorsión del término no fuera suficiente, nuestra cultura ha desgastado la palabra usándola de forma absurda, hasta que ha conseguido robarle todo su poder. Decimos «soy un amante de la música clásica» o peor aún «soy un amante de las hamburguesas». ¿Es posible usar la misma palabra para describir lo que sentimos por un trozo de carne a la parrilla y lo que sentimos por una persona? Parece que en nuestra generación sí.
Y lo puedo entender. Son maneras de hablar, pero… las palabras tienen poder. Esconden ideas y por eso me atrevo a hacerte un desafío: que devuelvas a esa palabra su significado original encarnándola en tu propia vida. Porque los verdaderos amantes son los que aman y el significado del amor solo puede ser determinado por aquel que lo creó, Dios mismo. Aquel que la Biblia describe como el amor verdadero.
Podrías preguntarte: «¿Qué puede decir un libro tan antiguo como la Biblia acerca de lo que significa amar en estos tiempos revueltos?» O «¿Qué puede decir Dios sobre mis relaciones con las personas que me rodean?».
Si tienes preguntas como estas, quiero que sepas que comprendo perfectamente tus dudas, porque demasiadas veces la religión ha presentado a un Dios desconectado de los asuntos emocionales, aparentemente con muy poco que decir acerca de nuestras relaciones vitales; pero si tienes el valor para leer los siguientes capítulos, descubrirás algunas respuestas a tus preguntas. ¡Y quizá te sorprendan!
Quizá, incluso, esas respuestas tengan el poder para transformarte en un verdadero amante.
He leído la Biblia varias veces y tengo que confesar que me he perdido en muchas ocasiones. Es fácil perder la línea argumental central distrayéndote con los detalles, porque son muchos y no siempre leemos la Biblia como un todo, sino que nos perdemos en sus partes.
Creo que es por eso que muchos han optado por usar la Biblia como un libro de instrucciones, algo así como un manual para la vida religiosa o un compendio de reglas. Admito que es más sencillo así:
La abres por alguna parte. Diseccionas a Dios en forma de doctrinas. Extraes algunas ideas para mejorar tu vida. Amplías tu listado de tareas. Y la cierras sin que te haya hecho temblar el alma.
Abres y cierras el libro sin que inflame tu corazón, sin que te conmueva las entrañas, sin que te erice la piel. ¿Por qué? Porque has perdido el hilo conductor, has perdido aquello que lo hace fascinante: la historia detrás de las historias en tu idioma y escrita para ti. Porque la Biblia no es un libro de instrucciones, es un relato y no fue escrita en un idioma raro y ajeno y por eso te recomiendo buscar una traducción y versión que entiendas. Porque el idioma va cambiando y por eso las traducciones tienen que ser revisadas para que siempre hablen en nuestro tiempo e idioma.
¡Y qué relato!
Es el relato de Dios, el gran amante del universo, y el objeto de su amor: nosotros. Es la historia desgarradora, emocionante, violenta, tierna, polémica y cautivante de un Dios que ama a la humanidad. Hasta las últimas consecuencias.
No es un cuento sentimentalista, expone la belleza y la crudeza del verdadero amor. Así como es en realidad. Sin censuras. Porque en este relato «amor» se escribe como «sacrificio», con letras rojas empapadas en sangre.
Aunque ese romance divino es el argumento principal, también es una historia acerca de nuestras relaciones humanas, un conjunto de micro relatos dentro de la gran historia, que exponen nuestros esfuerzos por encontrar pareja, lidiar con las tensiones en la familia, ser leales a nuestra tribu, ser justos con los débiles o perdonar a los que nos han hecho daño.
Habla también acerca de cómo gestionamos en nuestro corazón las emociones tóxicas como el ardor de la lujuria, el ansia de control, el deseo de venganza, la obstinación del orgullo o la inconformidad de la envidia. Y, finalmente, nos muestra el gran desafío que supone amar en mundo corrompido por el pecado o, mejor dicho, el gran desafío que supone amar con un corazón corrompido por el pecado.
Sinceramente, este libro sagrado narra algunos éxitos humanos en el gran desafío del amor, pero expone también muchos fracasos y, de hecho, narra más fracasos que victorias justamente para darnos pautas para evitarlos. Por lo tanto, si esperas encontrar en sus páginas romances idílicos, familias perfectas o relaciones inquebrantables, te vas a llevar una gran decepción. La Biblia es divina justamente porque tiene relatos honestos, que en los mejores casos muestran a gente imperfecta haciendo sus mejores esfuerzos por amar a los demás, pero que en los peores casos muestra la crudeza del egoísmo humano destruyéndolo todo a su alrededor.
Por eso, si lo que quieres es hacer volar tu imaginación a través de un mundo de fantasía, no leas la Biblia, porque en ella te vas a encontrar de frente con la cruda realidad de la naturaleza humana, una realidad que es tan pertinente hoy en día como lo fue entonces.
En definitiva, la Biblia pone en evidencia estas dos realidades. Por una parte, revela nuestra insuficiencia para amar y cómo, a pesar de nuestros sinceros deseos por hacerlo, fracasamos constantemente ante los desafíos que implica el amor al prójimo. Por otra parte, revela a Jesús como el perfecto amante, capaz de llevar la expresión del amor a su máximo potencial, desplegando ante nosotros una extensa gama de matices de lo que significa amar al ser humano.
Este artículo fue extraído del libro “La prueba del amor” de Itiel Arroyo
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Itiel Arroyo