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Una excursión por el lago

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Una excursión por el lago

(un melodrama espontáneo)

Personajes

Narrador
Discípulos (12 personas)
Jesús
Barco (8-12 personas)
Vela
Almohada
Viento (4-5 personas)
Olas (4-5 personas)
NARRADOR: Jesús y sus discípulos habían pasado un largo día de enseñanza y predicación junto al lago y había llegado la noche. Jesús dijo a sus discípulos, “Vamos a pasar al otro lado del río para buscar un McDonald`s.” Con gran entusiasmo, todos dijeron, “¿Súper!” y rápidamente movían sus cabezas diciendo que sí. Estaban tan mega cansados que se colgaban unos encima de otros para mantenerse de pié. Todos se subieron al barco.

Jesús también estaba cansado, claro. El subió al barco, caminó directamente atrás del barco y recostó su cabeza sobre la almohada e inmediatamente comenzó a roncar.

El pequeño barco pesquero se alejó de la orilla meciéndose gentilmente sobre las aguas quietas del lago de Galilea. Mientras Jesús roncaba los discípulos se recargaron en las orillas del barco, riéndose y platicando. El viento soplaba suavemente sobre el lago, y la vela del barco seguía gentilmente la dirección de las pequeñas brisas. Las olas dulcemente golpeaban los lados del barco.

Y todos pensaban en una Big Mac, papas fritas y malteadas de chocolate para llevar.

De la nada llegó una ráfaga furiosa. (En este punto el narrador le pedirá al público que hagan ruido con los pies y aplaudan para proveer los efectos especiales de la tormenta) Las olas golpeaban las orillas del barco. La vela se mecía dando vueltas sobre el mástil, golpeando a los discípulos en la cabeza. El viento y las olas mecían al barco fuertemente—sus ocupantes eran lanzados primero a un lado del barco y después al otro. Y aún así la vela daba vueltas golpeando a más discípulos. El barco continuó meciéndose duramente—y también los discípulos, recargándose sobre las orillas del barco. La cosa se puso mal.

Finalmente con desesperación, uno de los discípulos se recobró lo suficiente y tomó la vela y se agarró fuertemente de ella, para que dejara de dar vueltas y dejara de golpear a la gente en la cabeza. Aunque estaba muy mareado, se agarró firmemente de la vela. La pobre vela era un desastre.

Pero en la parte de atrás del barco, el relajo puso a Jesús en un sueño más profundo—y producía ronquidos más fuertes. La almohada se mecía también, claro está pero ella no roncaba.

Los discípulos salvajemente se amontonaban unos encima de otros en desesperación. Algunos comenzaron a llorar. Otros se gritaban preguntas como “¿A dónde está Jesús? “ “¿Qué no puede ayudarnos?” “¿Qué rayos está haciendo?”

Así que sobre sus rodillas y manos gatearon hacia la parte de atrás del barco y rodearon a Jesús, el cuál seguía dormido pacíficamente, roncando, meciéndose gentilmente y su cabeza sobre la almohada.

Juntos los discípulos le gritaron a Jesús, “¡Maestro!” ¿Qué no te importa que nos ahoguemos?” Volvieron a gritar al unísono esta vez, ya que la primera no lo hicieron tan bien.

Finalmente, Jesús se volteó, se sentó sobre la almohada, bostezó y se talló los ojos. “¿Qué pasó?” les preguntó soñoliento.

Solo le tomó un momento para entender la desesperante situación, así que se paró y caminó en medio del barco. De esta manera podía tener una mejor idea de todo—los discípulos estresados, el barco meciéndose, la vela que golpeaba por todos lados, las olas que duramente daban contra el barco y el viento violento. El estiró sus brazos y clamó a gran voz, “¡Olas! ¡Esténse quietas!”

Inmediatamente, las olas cayeron sobre sus caras fuera del barco y se mantuvieron quietas como buenas olas deben de hacerlo. Después Jesús gritó de nuevo, “¡Viento! ¡Muerte”

Inmediatamente el viento se murió acostándose sobre las olas como el buen viento debe de hacer.

El barco dejó de mecerse, la vela dejó de dar vueltas y todo estaba calmado, quieto y buena onda. Jesús vio todo, vio al viento, las olas, el barco, la vela y la almohada—aún a los discípulos. Vio a los discípulos por mucho tiempo. Primero vio a uno, después a otro—después a todos, uno a la vez.

Finalmente les dijo suavemente, “¿Por qué tienen tanto miedo?” ¿Qué aún no tienen fe?”

Los discípulos, aún aterrorizados y abrazados todos juntos, se dijeron unos a otros, “¿Quién es este hombre? ¡Aún el viento y las olas le obedecen!”

Pero después los discípulos todos dieron un enorme y fuerte respiro de alivio. Uno muy largo y fuerte. Después todos brincaron y abrazaron a Jesús y le agradecieron. Todos al mismo tiempo. Un gran abrazo de grupo. Y el pequeño barco pesquero navegó calmadamente al otro lado del lago, navegó felizmente tocando el viento.

Cuando llegaron a tierra, los discípulos salieron del barco, sanos y salvos y decidieron ir no a MacDonald`s después de todo, sino a los Sandwiches de Subway.

FIN

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