¿Es Éxodo el verdadero primer libro de la Biblia?
septiembre 22, 2016¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?
septiembre 22, 20161, 2, 3, 4, 5…8, 9, 10. Terminé. ¡Alto! No, no estamos jugando a las escondidas pero para un sector importante del liderazgo juvenil los avances se miden a través de los números. Es muy común que cada vez que pastores o líderes juveniles se reúnen en algún evento aparece en nuestras conversaciones “la pregunta terrible”: ¿cuántos jóvenes hay en tu ministerio juvenil? (que surge incluso antes de enterarte cómo está la persona que está frente a ti). Los líderes juveniles de las “mega” iglesias no tienen problema en responder este interrogante aludiendo a la gran cantidad de jóvenes que tienen en sus grupos y los diferentes programas que desarrollan. En cambio los líderes juveniles de iglesias pequeñas nos frustramos al darnos cuenta de lo lejos que estamos de lograr esos resultados. Nos sentimos tentados a igualar estos estándares y a menudo caemos en la exageración y en la mentira para tratar de presumir frente a otros; a veces llegamos al punto de contar las narices, los ojos y las orejas de nuestros jóvenes con el fin de sumar más.
Es posible que esta reacción obedezca a que hoy vivimos en una sociedad que todo lo mide por resultados. Los números, las cantidades y los volúmenes son demasiado importantes. Si tienes más, eres exitoso; si tienes menos te conviertes en un fracasado. Déjame decirte algo: ¡no estás solo! La realidad es que la mayoría de las iglesias de América Latina se podrían catalogar como iglesias pequeñas; son comunidades de alrededor de 250 personas o menos que forman la iglesia en un lugar y contexto especifico. Frente a esta presión por un aumento cuantitativo una de las preguntas que nos hacemos los líderes juveniles son: ¿qué tan importantes son los números en el ministerio juvenil?, o ¿quién determina si mi trabajo con los jóvenes es un éxito o fracaso? Quiero mencionar tres pensamientos o ideas que pueden traer luz a estas preguntas.
La honestidad es mejor que la perfección
En un mundo donde la competencia es fuerte y nuestra tendencia es a no achicarnos frente a los demás, no es fácil asumir que nuestro ministerio con los jóvenes no luce como algunas otras “mega” iglesias. Confieso que en mi liderazgo en la iglesia local nunca he guiado a grupos masivos de jóvenes, es más, siempre han sido pocos. Por mucho tiempo también me frustré, tratando de compararme o de parecerme a los ministerios juveniles del momento. Hasta llegue a dudar si realmente Dios me había llamado a trabajar con jóvenes. Es posible que en medio de nuestro servicio a los jóvenes nos sintamos frustrados ya que el grupo al cual guiamos no se ve igual al de los videos que solemos mirar o no es como los de los libros que leemos acerca del ministerio juvenil. Mi primera reflexión es: no necesitamos presumir algo que no somos, no necesitamos aparentar frente a otros que nuestro trabajo con los jóvenes se ve a la perfección. Tú y yo sabemos que el ministerio juvenil no es tarea fácil. Debemos partir de la base que nosotros, los líderes juveniles, no somos perfectos; nuestros adolescentes y jóvenes tampoco lo son, y menos las circunstancias que nos rodean. Como un profesor decía: “Lo increíble de esto es que Dios usa a gente imperfecta en situaciones imperfectas para hacer su perfecta voluntad”. Seamos honestos con nosotros mismos, con nuestros jóvenes y con los demás. Al final nos daremos cuenta de que la verdad nos hace libres.
La obediencia a Dios es mejor que los resultados
Es importante poner las cosas en la perspectiva correcta. Si los resultados determinan nuestro éxito, ¿qué sucedería si salimos a evangelizar con nuestros jóvenes y al final del día ninguna persona visiblemente ha entregado su vida a Jesús? ¿Podríamos decir que la evangelización fue un rotundo fracaso? Si el éxito se midiera simplemente por resultados, es claro que este programa fue un fracaso. Pero déjame mencionarte otro ejemplo: ¿Crees que Jeremías fue un profeta exitoso o fracasado? Miremos por un momento su ministerio. Él escuchaba a Dios y luego comunicaba a la gente lo que Él decía. El punto es que nadie presta atención a su mensaje, se burlan y descaradamente lo ignoran. Es llamado el profeta llorón en parte por la negativa de la gente a escuchar el mensaje de Dios a través de Él. Desde luego que si evaluamos el ministerio de Jeremías a la luz de los números, nos daría como resultado que fue un auténtico fracasado. Lo bueno de esta historia para nosotros es que Dios mide el éxito de una forma distinta a la nuestra: no tiene que ver sólo con resultados sino con obediencia. Es en obediencia a su llamado que servimos a los adolescentes y jóvenes; ésta determina el primer paso para el éxito en el ministerio con las nuevas generaciones. Nuestra respuesta a Dios marca una diferencia eterna en la vida de aquellos a quienes Dios nos ha llamado a servir. Un fundamento fuerte en nuestro ministerio es conocer a Aquel quien nos llamo, obedecerle y depender de sus fuerzas. Es probable que el obedecer a Dios no nos haga los más populares pero siempre la obediencia a Dios será mucho mejor que los resultados.
Las historias son mejores que los números
Unos días atrás me senté a tomar café con dos jóvenes y lo mejor de la conversación fue cuando uno de ellos, Juan, comenzó a compartirme su historia de conversión. Fue interesante cómo relató lo difícil que fue su niñez y adolescencia y al mismo tiempo cómo se había decepcionado de la iglesia y de Dios. Juan nos dijo que solo había conocido una estructura rígida y una religión, hasta que se encontró con Jesús. Desde ese día su vida nunca fue la misma. De todo lo que hablamos esa noche, escuchar su historia fue lo más emocionante. Muchas veces los números no nos dicen nada acerca de lo que está pasando en la vida de los jóvenes. Sus historias sí; ellas nos relatan lo que Dios hizo y está haciendo en sus vidas y eso es lo que realmente importa. Nunca te olvides que nosotros trabajamos con personas y no con números. Comencemos a escuchar sus historias y a alegrarnos de saber que el Espíritu Santo continúa formando el carácter de Cristo en la vida de nuestros jóvenes. Esta es la esencia del discipulado y la buena noticia es que escapa de lo cuantitativo.
Finalmente observemos a nuestro mejor modelo en la pastoral juvenil: Jesús. Él fue un líder juvenil que puso su énfasis en pocos, sus doce discípulos. Aunque fueron multitudes las que lo rodearon, éstas fueron temporales. Su máximo esfuerzo siempre estuvo basado en pocos. Pasó tres años con estos amigos a quienes enseñó y encomendó una gran misión. Jesús con pocos revolucionó el mundo hasta estos días. Hoy es nuestra tarea. Somos los líderes juveniles de esta generación, no debemos frustrarnos o desanimarnos si los números no nos dan; lo que realmente importa muchas veces es inmensurable. Recuerda siempre esto: la honestidad es mejor que la perfección; la obediencia a Dios es mejor que los resultados y las historias son mejores que los números. ¡¡Fuerza en esta aventura!!
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