5 iniciativas simples y fantásticas para que tu iglesia alcance a más familias
enero 8, 2025Me hubiera gustado saber desde temprano que el mero hecho de decirles cosas lindas a mis hijos no siempre produciría los mejores resultados y que hacerlo bien, tenía su ciencia. Tardé bastante en comprender que una alta cuota de ciertos elogios podía tener un impacto negativo y por eso considero necesario compartirte esta reflexión ya que creo que muchos de los que hoy somos padres fuimos criados en un mundo sin elogios y por eso en los últimos años fuimos hacia el otro extremo al punto de abusar de ellos.
Lo que dicen los estudios
La investigadora sobre crianza Jennifer Breheny Wallace premiada por el New York Times por su libro “Cuando la cultura del logro se vuelve tóxica y qué podemos hacer al respecto”, nos advierte lo siguiente:
“¿Quieres que tus hijos crezcan seguros y exitosos? Ten cuidado al elogiarlos. En lugar de resaltar sus logros, como una buena nota en un boletín de calificaciones, concéntrate en los rasgos de carácter específicos que le ayudaron a lograr ese éxito.” Y creo que da en el blanco con este consejo.
Distintos estudios como el que Wallace hizo para la escuela de graduados de la Universidad de Harvard y que dieron origen a su libro, dieron como resultado luego de entrevistar a miles de padres y a sus hijos por separado, que destacar virtudes del carácter como la honestidad, la creatividad o la gentileza conseguían convertirse en estímulos más gratificantes para los niños que aquellos que solo tenían que ver con calificaciones o desempeño en un deporte.
El notar estos valores les dice a nuestros hijos que los amamos por quienes son mientras que al destacar excesivamente las calificaciones o los resultados deportivos les estamos diciendo que los amamos si logran esos resultados.
Algunos psicólogos afirman que elogiar a los niños por resultados específicos puede hacer más daño que bien porque aumentan su presión al crearles un nuevo piso de logros.
Destaca acciones correctas
Otra variable importante para considerar es la diferencia entre virtudes inherentes o talentos y acciones correctas. Por ejemplo, ser inteligente es un don de Dios, pero esforzarse para una tarea es un logro del carácter independientemente de la calificación de la tarea.
Quizás ingenuamente podamos pensar que sería mejor que nuestros hijos saquen siempre las mejores notas a que aprendan a esforzarse, pero otra vez, distintos estudios estadísticos confirman que quienes aprenden a esforzarse desde temprano en la vida, luego suelen tener vidas más balanceadas que aquellos que siempre escucharon que eran inteligentes o talentosos pero no aprendieron a añadirle disciplina a esos dones.
El caso es que los hijos que obtienen buenas calificaciones como resultado del esfuerzo y las fortalezas del carácter, en lugar de solo por su capacidad, tienden a tener más éxito en el futuro, según muestran las investigaciones.
Ayúdales a desarrollar resiliencia
La vida es bella pero no fácil y es muy importante que nuestros hijos desarrollen resiliencia, es decir, la capacidad de recuperarse cuando algo les sale mal porque eventualmente eso les va a pasar. Como escribí en mi libro Stamina, tristemente hay demasiadas personas que no saben fracasar. Van bien mientras todo sale bien pero cuando algo les sale mal no saben recuperarse porque eso no era parte de sus expectativas, lo cual es una mentira social. Sí, y tú la escuchaste: “Fracasar no es una opción” y hasta es posible que la hayas escuchado en una reunión de iglesia.
Claro que fracasar es una opción y de hecho muchas veces es el mejor paso hacia un éxito duradero. Cometer errores y desaprobar exámenes es parte normal del progreso humano cuando sabemos perseverar a pesar de ello. De hecho, muchas veces nuestros errores son nuestras mejores lecciones de crecimiento y desarrollo, por eso es peligroso solucionarles todos los problemas a nuestros hijos y decirles cosas lindas aun cuando actuaron mal o se equivocaron.
En lugar de simplemente elogiar a nuestros hijos en cualquier circunstancia con clichés de estímulos baratos, debemos hacerles saber que apreciamos quiénes son y tomarnos el tiempo para comprender sus fortalezas y darles seguridad de que desde ahí pueden sobreponerse.
Claro que identificar las fortalezas del carácter de nuestros hijos es una tarea complicada porque están en desarrollo. Por eso creo que aquí la clave es que cuando notamos un destello de algo positivo lo celebremos en ellos y en sus amigos y se los recordemos en uno de sus momentos de sensación de fracaso. Para ser preciso: Actos de bondad, esfuerzos, ayuda espontanea con las tareas del hogar, celebrar a sus hermanos o haberse entrenado con ganas a pesar de que su equipo perdió el partido.
Wallace dice en su libro: “Nuestro papel es ser ‘detectores de fortalezas’, reconociendo y reforzándolas en lugar de fijarnos en lo negativo o simplemente destacar resultados”. Así nuestros hijos pueden desarrollar confianza para asumir proyectos desafiantes sin temer al fracaso, y sabiendo que tienen la capacidad de recuperarse cuando se quedan cortos ya que tienen un Dios y padres que les darán otras oportunidades.
Evita las comparaciones
Por último, algunos de los elogios más nocivos son aquellos que comparan los resultados de nuestros hijos con los de otros. Si ganaron una competencia es genial pero debemos preguntarnos si están aprendiendo a crecer y superarse o simplemente competir con otras personas.
Alentar una auto competencia desde la seguridad de que su esfuerzo no es para ser amados, sino porque son amados es positivo, pero alentar la comparación siempre empuja a un espacio de inseguridad, aun al ganador ya que tarde o temprano no lo será y tendrá que superar eso para poder madurar, crecer y vivir una vida plena a pesar de los logros de otros.
Cuidado con el timón
Claro que saber exactamente qué decir en cada situación es super difícil y te puedo asegurar que yo no lo he logrado, pero tenemos que tomarnos la responsabilidad de conducir los elogios con sabiduría. Como dice en la Biblia Santiago: “Fíjense también en los barcos. A pesar de que son muy grandes y de que los empujan los fuertes vientos, el piloto lo dirige por donde quiere con un pequeño timón y lo mismo pasa con la lengua”. (Santiago 3:4-5) Nuestra lengua no solo es un timón en nuestras vidas sino también en la de nuestros hijos y por eso aunque hoy la tentación sea la de siempre decirles cosas ultra positivas y lindas a nuestros hijos debemos pensarlas. La falta de afirmación, consuelo y elogios es definitivamente mala, pero no todos los elogios son igual de sabios.
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Lucas Leys
Es el fundador de e625.com y tiene más de 25 años de experiencia en el discipulado de nuevas generaciones habiendo trabajado en distintos países, estilos de iglesia y circunstancias. Lucas es autor de más de 20 libros y es considerado una de las principales fuerzas de cambio en la pastoral de nuevas generaciones en el mundo.