Ministerios que crecen vs. ministerios que se mantienen
septiembre 22, 2016¿Qué hacer cuando los adolescentes se autoprovocan heridas?
septiembre 22, 2016El trabajo con jóvenes siempre es una gran aventura que presenta diversos momentos de mucha adrenalina. La espontaneidad de los chicos hace que estemos a la expectativa de lo que pueda pasar. Por lo general, surge un espacio de tensión sutil por saber si lo que preparamos con tanto esmero logra sus objetivos. Se vive en la constante preocupación de ver si hay respuestas favorables o idóneas a los programas que elaboramos. En ocasiones se desarrolla en nosotros un complejo de ver si en realidad hacemos las cosas “bien” o las hacemos “excelentes”. Esta tensión nos dirige con mucha sagacidad a compararnos con otros ministerios para decir quién es mejor que quién.
Con sinceridad, lamento que tengamos lapsos de mirarnos fuera de la pureza del maravilloso cuadro que Dios ha pintado en su pueblo. Como líderes juveniles debemos hacer una reflexión personal que nos lleve a explorar cuáles son las motivaciones que nos impulsan a trabajar en el ministerio juvenil. Son los momentos de volvernos a preguntar si hay un sentido vocacional en el llamado de Dios para nuestras vidas o si es simplemente un aspecto circunstancial. Creo que debemos reafirmar que la oportunidad de servir a la juventud es un privilegio que Dios nos da y que no puede ser simplemente un momento transitorio mientras llegamos al “otro nivel”. El ministerio juvenil no debe sencillamente limitarse a un “nivel inferior” que otros ministerios dentro de la iglesia. Es uno de los múltiples espacios para servir dentro de la iglesia con pasión, dedicación y responsabilidad. Para ello, es importante que adquiramos herramientas que sean útiles al momento de trabajar con las variadas zonas que encontramos al servir a los jóvenes. Esas herramientas deben ser bien conocidas y mejor utilizadas. De lo contrario, al no darle buena utilidad, creo que nos podemos dirigir más a un esfuerzo de destrucción que de construcción. Debemos procurar que lo que intentemos organizar no solo no eche abajo las posibilidades de crecimiento, sino que edifique sus vidas.
En 2 Crónicas 22 podemos ver la historia de un chico que heredó un reino con muchas complejidades y problemas por una mala administración de quienes lo habían antecedido. Lo más triste es que quienes lo precedieron fueron su padre y su abuelo. Creo que en la historia de Josías podemos ver muchas similitudes con los desafíos del ministerio juvenil. Es interesante ver que sus antepasados utilizaron las herramientas que tenían para construir altares en lugares contrarios a donde Dios les había indicado y también reconstruyeron altares a otros dioses ajenos. De hecho, la historia cuenta que su abuelo “Manasés derramó sangre inocente que inundó a Jerusalén de un extremo a otro” (2 Crónicas 21:16b – NVI). En otras palabras, hubo una mala utilización de las herramientas que tenían y dirigieron al pueblo por un camino distinto al adecuado. Josías tan sólo tenía ocho años al inicio de su gestión real. Imagínense lo complejo de heredar un reino de esa manera y sin haber llegado a la adolescencia. Sin lugar a dudas, hubiéramos tenido mucho temor. Lo interesante es que a los dieciocho años de su reinado (o sea, a los 26 años de edad), decidió reparar las grietas del templo. Es precisamente durante esa gestión que los albañiles y carpinteros que trabajaban en la reparación del templo encuentran el libro de la ley que no había sido leído. ¿Cómo es posible que la ley de Dios se perdiera en el mimo templo? ¿En qué cabeza cabe que el consejo de Dios se pudiera ocultar en el lugar que aparentaba ser un espacio de reflexión de Él mismo? La respuesta es clara y sencilla: las herramientas que tenían habían sido utilizadas de la manera inapropiada en un intento de desarrollar nuevas experiencias de fe. Tengo que decir con mucha tristeza que en ocasiones los líderes juveniles intentando hacer cosas “excelentes” caemos en la trampa de ignorar lo fundamental de reflexionar en el consejo de Dios para los jóvenes a los cuales hemos sido convocados a servir. Las acciones inapropiadas de Manasés y Amón llevaron a que el mismo templo se agrietara y necesitara una reparación.
Me pregunto si en las gestiones ministeriales que intentamos hacer tomamos las herramientas y recursos que tenemos para construir en lugares que no corresponden y por ende terminamos agrietando el rostro de Dios en la vida de nuestros chicos. No pretendo decir con esto que tenemos que restaurar a Dios. Eso jamás. Tenemos que identificar si las intenciones de la fe son las que construyen el ministerio o si son las convicciones de nuestra fe. Es importante saber que, por más estratégicos y habilidosos que seamos, sin un conocimiento del consejo de Dios en su palabra las actividades y eventos que organicemos quedarán construidas de manera agrietada en cuanto al contenido de la fe. Dios nos ha llamado para que, como albañiles del ministerio juvenil, construyamos un mundo donde los jóvenes puedan conocer a Dios y no tanto lo “grande y excelente” que somos. Es su palabra la que nos indica que “si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles” (Salmo 127:1 -NVI). Debemos evaluar si las herramientas que tenemos son orientadas a la vanidad o a la humildad. La responsabilidad debe asumirse tratando de discernir hacia dónde nos dirige Dios dentro del ministerio juvenil. Debemos capacitarnos en esta vocación que Dios nos ha dado.
Te invito a que permitas que Dios te forme para que seas apto para formar el carácter de los adolescentes en la fe. Te exhorto a que te equipes con los mejores materiales ministeriales disponibles que encuentres. En ellos encontrarás refrigerio e ideas frescas que han pasado por la mente y la experiencia de otros que han transitado este camino. Pero te solicito que siempre procures estar conectado a Dios y a tus adolescentes. Tengo la seguridad de que esa conexión permitirá que sepas qué es lo propicio para hacer con los chicos de tu grupo. Todos tenemos herramientas útiles para servir a los jóvenes. Procuremos que nuestra actitud sea como aquella de Josías, que al percatarse que la Ley de Dios había sido olvidada, entendió que era el momento para renovar sus esfuerzos. Vivamos en la humildad del maestro para este llamado. A fin de cuentas, Él es el carpintero de este taller y conoce muy bien cuántos tornillos nos faltan en la vida. Seamos modelos de inspiración para los chicos pero sobre todo, seamos sensibles a su voz para nunca agrietar su rostro y las promesas de su palabra para la vida de los jóvenes a los que siempre es y será un privilegio servir. Nos vemos en el taller del Maestro.