La Generación Z necesita a la Iglesia con deseperación
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junio 27, 2025Cinco razones por las que la deconstrucción sucede en los jóvenes
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LAS NUEVAS GENERACIONES TIENEN LA NECESIDAD DE DIFERENCIARSE
Para algunas personas, la deconstrucción es parte natural de su desarrollo y madurez. Es una manera de encontrar y afirmar su propia identidad en contraste con la de sus padres u otras personas significativas. El desarrollo saludable requiere que “los individuos luchen con cuestiones de identidad, significado, creencias, objetivos y comportamiento para obtener un sentido más claro de sí mismos en relación con los demás, diferenciando dónde termina el Yo y comienza el Tú”.
Esta necesidad de diferenciación puede llevar a explorar diferentes iglesias, tradiciones o círculos relacionales, o incluso abandonar la fe temporalmente o para siempre. La formación espiritual recibida en etapas anteriores puede resultar insuficiente para enfrentar experiencias de vida actuales, especialmente si el discipulado se vio como una mera clase o curso. Ambos factores —la necesidad de dejar una iglesia, tradición o fe, y la formación espiritual insuficiente— recuerdan a los pastores la importancia de un discipulado de por vida. El discipulado es aprender caminando juntos. (…)
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POR CURIOSIDAD INTELECTUAL O TEOLOGICA
Para otros, la deconstrucción puede comenzar como una búsqueda sincera de la verdad y la belleza de la fe, dos cosas generalmente oscurecidas por la rigidez religiosa. La incapacidad o falta de voluntad de una iglesia para abordar ciertos temas puede llevar a buscar respuestas fuera de su tradición de fe. Muchas personas recurren primero a sus iglesias y pastores para resolver preguntas y dudas genuinas, pero terminan decepcionadas por actitudes despreciativas de ministros inseguros ante estas preguntas. Las personas hoy tienen fácil acceso a la rica y variada historia de interpretación cristiana. Esto no es una amenaza, y un feligrés que intenta profundizar su fe no está pecando.
Es responsabilidad de los pastores aprender a navegar estas preguntas con sabiduría. Aunque resulta tentador encajar la doctrina cristiana en el ideal moderno de certeza y previsibilidad, debemos comprender que la teología no se compone de fórmulas matemáticas; esto puede ser difícil de entender para personas discipuladas con una cosmovisión moderna. Abordar preguntas profundas y significativas es un desafío que puede asustar incluso al pastor más experimentado, pero la superficialidad teológica y el anti-intelectualismo no son el camino; estos son dañinos y deben ser erradicados de la iglesia local.
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DEBIDO AL CHOQUE CULTURAL
La fe cristiana no se opone ni condena todo lo que una cultura tiene para ofrecer. Miroslav Volf menciona que “la identidad cristiana en una cultura es una red compleja y flexible de pequeñas y grandes negativas, divergencias, subversiones y propuestas, rodeadas de la aceptación de muchos puntos culturales asumidos. No existe una única manera de relacionarse con una cultura determinada”. La fe cristiana reconoce que lo que los humanos valoran muchas veces refleja lo que adoran. Si la iglesia estuviera de acuerdo con todo lo valorado por la cultura que la rodea, dejaría de ser sal y luz. Um y Buzzard dicen: “si un ministerio en la ciudad no se ha contextualizado para desafiar las formas únicas de idolatría de una ciudad, entonces será superficial e insustancial”.
Al enfrentarse a decisiones morales, algunos creyentes pueden percibir que el cristianismo está fuera de contacto con los valores contemporáneos. Esto puede llevarlos a buscar respuestas morales en otros lugares. Creo que esto es parte de la urgencia que llevó a Volf y Croasmun a afirmar que “el propósito de la teología es discernir, articular y recomendar visiones de una vida floreciente a la luz de la autorrevelación de Dios en Jesucristo. La respuesta al declive moral debe ser articular una visión positiva de vida que nos llame hacia adelante”. La vocación pastoral demanda que se declaren tales visiones de una vida floreciente de manera convincente para llamar a la congregación a vivir hacia adelante, hacia la adoración y valoración de algo mejor.
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POR CRECER EN AMBIENTES TÓXICOS
Scot McKnight y Laura Barringer advierten que los primeros síntomas de una cultura tóxica en la iglesia son el liderazgo narcisista y la imposición del poder a través del miedo. Los líderes tóxicos prosperan en entornos de imposición, vergüenza y manipulación. Es cierto que estos líderes demonizan el ser cuestionados, pero también es importante aclarar que solo porque un líder no sepa manejar preguntas difíciles no significa que él o ella sea tóxico; esto podría deberse simplemente a la falta de herramientas intelectuales o emocionales para abordarlas. Los ambientes tóxicos son ideales para el abuso espiritual y el trauma.
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Toda forma de abuso inflige abuso espiritual. Somos seres integrales y esto lo sabemos instintivamente; una persona que ha sufrido abuso encuentra difícil separar las acciones del abusador de su fe. Una vez consciente de la toxicidad en una iglesia, es natural que comience a cuestionar o rechazar todo lo relacionado con esa comunidad, incluso las partes legítimas del cristianismo que fueron utilizadas para manipularle.
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DECEPCIÓN Y DOLOR
La decepción y el dolor son fuerzas poderosas producidas por experiencias desorientadoras que pueden definir la travesía de una persona con Dios. Enns aborda esta realidad: “La vida sucede y causa estragos en nuestros pensamientos ordenados sobre Dios, el mundo y nuestro lugar en él… hasta que la ‘certeza’ se convierte en pasado”. Estos sentimientos pueden ser desencadenados por muchas razones: malentendidos inocentes dentro de la congregación, posturas políticas del liderazgo, enfermedad personal o el dolor de una pérdida.
A veces, la decepción causada por el fracaso humano o las experiencias de la vida provocan una desconexión de relaciones espiritualmente sustanciosas, llevando a las personas a cortar lazos con la iglesia, amigos o mentores. Esto puede conducir a una fe desatendida que se extingue gradualmente, ya que la vida en comunidad es fundamental para una fe cristiana saludable. El aislamiento autoimpuesto puede adormecer el corazón inadvertidamente.
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CONCLUSIÓN
Un proceso de discipulado correcto ayuda a una persona a navegar a través de la deconstrucción. Los mentores deben prestar atención a las diferentes causas posibles de deconstrucción y estar al lado del discípulo para ayudarle.
Imaginar un proceso de discipulado que lleve a una persona a deconstruir su fe dentro de la iglesia local, desafiando sus creencias y guiándolos a cuestionar profundamente sus suposiciones, es crucial. Conectándoles con diferentes recursos, voces y perspectivas que enriquezcan su cosmovisión y enseñándoles cómo lidiar con ellos. Clubes de lectura, diálogo interreligioso (no enfocado en evangelismo), proyectos misionales, servicio comunitario, desarrollo de una imaginación teológica, enseñarles cómo se ve el amor al prójimo en la práctica… estos son solo algunos ejemplos de experiencias que pueden ayudar a producir discípulos mejor preparados para afrontar el contexto actual; discípulos que no solo leen la Biblia, sino que realmente entienden cómo aplicar la verdad de la palabra a sus vidas. La comunidad de fe debería ser un lugar de diálogo y asombro; en otras palabras, un discipulado que refleje a Cristo.
De todas las razones que llevan a la deconstrucción de la fe citadas anteriormente, la única inherentemente maligna es la relacionada con ambientes tóxicos; su malevolencia no surge de la respuesta de una persona sino del mal que este ambiente incuba. En este caso, la deconstrucción puede literalmente salvar la vida de una persona. Todas las demás razones podrían ser instrumentos utilizados por el Espíritu para llevar a una persona a la madurez y a una relación más profunda con Dios, especialmente cuando la experiencia se acompaña de un ministerio pastoral fiel.
Este artículo fue extraído del libro “La deconstrucción y el espíritu” de Esteban Solis
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Esteban Solís tiene una maestría en liderazgo global del Seminario Teológico Fuller y un doctorado en ministerio de la universidad Duke. Ha estado en ministerio pastoral a tiempo completo por más de veinte años y pastorea junto con su esposa la iglesia El Centro en Costa Rica.