Liderazgo de Redención
septiembre 22, 2016No más mis sueños, sino los de Dios
septiembre 22, 2016Mateo 27:45,46
“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
No es el dolor lo que buscan los Romanos al crucificar a un ser humano, aunque la cruz produce un inmenso suplicio por un periodo de tiempo largo, aun así esta no es la función principal de la crucifixión.
Es la vergüenza lo que busca este método de tortura inhumano.
Colgar completamente desnudo al ejecutado y exhibirlo vergonzosamente, chillando de dolor, pidiendo la muerte a gritos.
Y luego colgado, como era la ley de los ejecutados en la cruz, al cadáver se le prohibía la sepultura.
Muchos mientras agonizaban eran festín de cuervos y aves de rapiña, y así algunos morían sin sus ojos, pues eran arrancados por estas aves o mucho peor, llegada la noche, los chacales o bestias del desierto venían en jaurías y arrancaban a los moribundos de sus cruces o simplemente limpiaban el terreno de los cadáveres colgantes.
No había que ser profeta ni adivino para saber que la muerte te buscaba Jesús. Es que fueron tantas las veces que te enfrentaste contra los líderes religiosos.
Rompiste el sábado varias veces, y preferiste ayudar a las necesidades humanas antes que salvaguardar los convencionalismos religiosos.
Te acusaron de tener un demonio, por eso ciudades enteras te rechazaron, viniste al mismo Templo de Jerusalén hace una semana para encarar a los sacerdotes y fariseos, les dijiste que eran una sarta de hipócritas, en síntesis, les dijiste que el Dios que adoraban y enseñaban no era el verdadero Dios de Abraham Isaac y Jacob… Era ese Dios amoroso, a quién cariñosamente le llamabas Padre.
Con esa manera de actuar fuiste tú mismo quién se puso la soga al cuello.
Y aquí terminaste.
En el primer concurso de popularidad en que se te vio involucrado, perdiste frente a Barrabás. Las mayorías casi nunca tienen la razón.
Te transformaste en un personaje odioso y en una amenaza para los intereses de la elite religiosa.
Y así el pueblo te entregó a los Romanos y los Romanos te hicieron carne de cañón.
Hasta colgarte desnudo frente a todos.
Por eso tú mi querido Jesús, entiendes a los abusados, a las víctimas de la vergüenza, a los que han sido violentados y ultrajados de su dignidad.
Enfrentaste a las fuerzas del mal y aunque a ti te quitaron las ropas, en verdad son los “poderes de este mundo” quienes fueron desnudados.
El poder religioso que ostentaba entregar misericordia fue implacable contigo.
El poder político que reflejaba impartir la justicia fue indolente e injusto con tu persona.
Los que se creían los buenos de la película no lo son en verdad, toda esta máscara de hipocresía fue desnudada en tu muerte.
Los nubarrones grises como flecos simétricos se aproximan sobre este yelmo de muerte.
Las mujeres lloran a tus pies y el inmenso dolor que te agobia es un espectáculo horrible.
Tu carne cuelga en hilachas ensangrentadas.
Tus rodillas machucadas y tu rostro hinchado por los golpes.
Pobre Jesús, fuiste molido injustamente. Tú que te dedicaste a hacer el bien a los demás recibes este pago.
Pudiste haber establecido el Reino de Dios a través de la violencia como lo hace el emperador Romano.
Lo pudiste haber establecido a través de la lógica, con argumentos inobjetables como los filósofos griegos.
O haber echado mano a la manipulación y la milagrería como los falsos profetas y magos.
Pero decidiste mostrar el poder a través de la debilidad.
¿No había otro camino?
La débil lluvia comienza a caer sobre la gente y ya todos comienzan a marcharse, solo quedan los familiares, aquellos que nunca se marchan, que te acompañan aún hasta las puertas de la muerte.
Ya en tus últimos suspiros, se te oye perdonar a tus verdugos y los que se burlaban guardan silencio. Nadie puede creer que en verdad tu amor no era solo cosa de frases bonitas.
Verdaderamente la cruz vino a ser una gran paradoja, pues mientras más maldad reflejada, más misericordia impartida.
Nadie debiera morir de esta forma tan vergonzosa, tan cruel, por eso los romanos no crucifican a sus ciudadanos, por eso la palabra cruz es casi una inmoralidad pronunciarla.
¿Me pregunto dónde está Dios en una hora tan insoportable?
¿Por qué no hace nada?
¿Dónde está su justicia y su amor frente a los que sufren?
Pero te miro Jesús agonizante y quizás esa es la respuesta.
Ahí está Dios, sufriendo el dolor indecible, entregado a la injusticia y la maldad, solidarizando con todos los crucificados y asesinados de la historia, con todos los que mueren de manera injusta, los pobres que en masas enfrentan la muerte mientras otros indolentes pasan de largo, los millones de niñitos que mueren de hambre frente a la mirada fría de unos pocos que se engordan inmoralmente.
Ahí está Dios, tomando parte con los que caminan al patíbulo.
No como los dioses griegos que impávidos miran al hombre desde el Olimpo.
Ahí está Dios, sufriendo como uno de nosotros.
Solo aquel puede salvarnos, pues sabe lo difícil que es ser un hombre de carne y hueso en este mundo tan injusto.