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octubre 14, 2024Cuando nuestras hijas eran más pequeñas, mi esposa Cathy y yo nos sentíamos bastante cómodos en nuestros roles parentales. No siempre fue fácil, y hubo algunos baches en el camino, pero durante las primeras dos décadas tuvimos bastante claro cuál era nuestro trabajo. Nosotros estábamos en control, y era nuestra responsabilidad bien definida cuidar, educar y proveer para nuestras hijas. Y aunque ellas estuvieran en desacuerdo, sabían que, en última instancia, nosotros éramos la autoridad. Luego llegó de repente la edad adulta, y no estábamos preparados…
En nuestro caso, sucedió el día en que cada una de nuestras hijas se mudó de casa a la universidad. En ese momento empezaron a fijar sus propios horarios, a tomar decisiones respecto a viajes con los cuales no siempre estábamos de acuerdo, y a gastar dinero en cosas y en experiencias que nosotros hubiéramos desaprobado solo unos pocos meses atrás. Para ellas, asistir a la iglesia era ahora una opción más que un compromiso.
Cathy y yo nos dimos cuenta de que estábamos perdiendo una parte de nuestra descripción de trabajo que nos gustaba, que era el control. En un período muy breve de tiempo, pasamos de tener una participación diaria en las vidas de ellas, y de tener un rol parental activo y práctico, a una forma de ser padres más intermitente y distante. La mayoría de las transiciones son difíciles, y descubrimos que esta transición que implicaba dejar nuestra antigua descripción de trabajo era especialmente desafiante.
Es importante que reconozcas cuál era tu antigua descripción de trabajo como padre o madre, para que puedas dejarla a un lado. Ese es el único modo de hacer lugar para la nueva. También es importante que sepas que esta transición de pasar de estar involucrado cotidianamente y de manera práctica en sus vidas a tener una participación más intermitente, probablemente será un cambio más fácil para tus hijos que para ti.
Prepárate para tener un período de transición dentro de tu transición. En nuestro caso, lo vimos como una danza única y un poco incómoda, en la cual ni nosotros ni nuestras hijas conocíamos los movimientos correctos. Hubo muchas ocasiones en las que en ese baile nos pisamos los pies, y también tuvimos que re negociar ciertos límites, hasta que encontramos el ritmo correcto para danzar juntos. Y justo cuando pensábamos que estábamos haciéndolo bien con una hija, la siguiente partió hacia la universidad y tuvimos comenzar la incómoda y extraña danza otra vez…
Dado que cada hijo es diferente, no hay un patrón para definir cómo debe ser la nueva descripción de trabajo al convertirse en padres de hijos grandes. Incluso es posible que tengas que definir nuevamente tu rol en forma distinta para cada uno de tus hijos. Pero antes de que puedas elaborar esa nueva descripción de tareas, o, aún mejor, un nuevo tipo de relación con tus hijos adultos, hay una cosa importante que debes hacer: debes amarlos lo suficiente como para soltarlos.
Reescribir el guion y establecer una relación de adulto a adulto con tus hijos requiere despedirte de tu trabajo anterior de estar “en control” y ocupándote día a día de su crianza, y abrazar un nuevo rol que no es tan cotidiano ni tan directo como era antes. Por difícil que sea, el rol que juegas ahora en la vida de tus hijos debe menguar para que ellos puedan realizar la transición de ser adolescentes a ser adultos responsables. Si estás en esta etapa de transición, o si ya la has atravesado, sabrás que es complicada, a menudo desordenada, y que a veces uno puede sentir como si estuviera caminando sobre cáscaras de huevos.
Un padre que conozco lo describió de esta manera: “Mi hijo y yo habíamos tenido una relación muy cercana, aun en sus años de adolescente”, dijo. “Al acercarse a la etapa de adulto, yo seguí haciendo lo que siempre había hecho, pero él reaccionaba en formas extrañas. La mayoría de las veces no quería mis consejos. Soy pastor y, francamente, doy buenos consejos. A pesar de eso, él se alejó de mi control, aunque todavía quería contar con mi influencia… pero bajo sus términos. Nos llevó algunos años, con algunos tumbos en el camino y algunas heridas del ego, hasta que logramos descifrar cómo debía ser esta nueva relación de adulto a adulto”. Y continuó diciendo: “A veces todavía experimentamos roces en nuestra relación, especialmente cuando él toma decisiones que no me agradan. Pero he tenido que comprender que su visión para su propia vida es diferente de mi visión para su vida. Una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer es entregarle mi hijo adulto a Dios y soltar mi control sobre él”. Mi amigo describió elocuentemente esta idea de reinventar la relación para ayudar a su hijo a convertirse en un adulto responsable.
Una oración de renuncia
Dios, entrego mis hijos a tu cuidado y vigilancia. Dame el coraje para soltarlos a medida que avanzan—a veces tan lentamente— hacia una adultez responsable. Concédeme discernimiento para saber cuándo intervenir con cuidado, y autocontrol para hacerlo solamente cuando sea absolutamente necesario. Reconozco que esta es una de las transiciones más difíciles que jamás haya tenido que realizar, y que necesito tu guía y tu entendimiento. En todas las cosas, ayúdame a amar a mis hijos como tú los amas: generosamente y con gracia. Amén.
Este artículo fue extraído del libro “Hijos Grandes” de Jim Burns y Felix Ortiz. Adquiérelo en forma completa aquí