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julio 18, 2017Enseñar a los niños es una gran responsabilidad, y debe tomarse con seriedad. Cuando nos involucramos con los niños, ya no somos jóvenes o adultos que pasan desapercibidos, sino que tomamos una relevancia especial en la vida de los pequeños. Ellos nos observan, nos oyen, miran nuestros gestos y se detienen ante nuestras actitudes. Por eso, nos guste o no, seamos conscientes o no, nos transformamos en modelos, en referentes para ellos. Y cuando decimos esto, no estamos haciendo referencia únicamente a las clases, sino a todo momento que nos encontramos cerca de los niños.
Es por eso que nuestra vida será de ejemplo para ellos. Y cuando hablamos de esto no nos referimos a modelos “perfectos”, porque ninguno de nosotros lo es. Somos modelos, y debemos mostrarnos como “modelos reales”, como cristianos que caminan cada día con Dios, que buscan su presencia en oración, que se alimentan de Su Palabra, que son obedientes a los consejos del Señor y que siguen los principios bíblicos en su propia vida. Pero nada de esto nos hace infalibles, todos estamos luchando cada día con tentaciones y buscamos el auxilio del Espíritu para ser vencedores. Y sabemos que, cuando caemos, podemos levantarnos. Dice la Biblia en Proverbios 28.13: “Quien encubre su pecado jamás prosperará; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón”.
No podemos estar enseñando al frente de una clase y ser ejemplo para los niños cuando llevamos una vida de pecado; cuando una y otra vez caemos y no obedecemos el mandato de arrepentirnos y apartarnos dejando de hacer lo que sea necesario. El peligro se instala en nuestras vidas cuando nos acostumbramos a “convivir” con ciertos pecados, y estos pasan a ser una costumbre y un hábito “normal” en nuestra vida. No podemos liderar o ser modelos, si nos mantenemos en ese estilo de vida. Recordemos, “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad.” 1 Juan 1.9
Miremos nuestras vidas delante de Dios y analicemos cómo estamos para servir entre los niños. Cómo están nuestras vidas para ser usadas por el Señor. Seamos cristianos reales, modelos reales de quienes cada día buscan caminar con Jesús y se aferran al Señor en sus debilidades, para no caer.
Ser maestro, una tarea maravillosa
Si el Señor te ha llamado a ser maestro, en tus manos está la nueva generación que necesita ser capacitada y formada en los valores del reino.
Quizás en los últimos tiempos la iglesia no le haya dado la importancia que debe darle a la enseñanza y, por ende a la tarea que realizan los maestros. Es posible que se le haya dado más relevancia a otros ministerios en desmedro de la tarea de formar a los pequeños en los valores cristianos. En la Palabra de Dios encuentro esta verdad que hoy quiero recordarte:
“Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás.” 1 Corintios 12.4-7
El texto es claro, no hay lugares de servicio de más prestigio en el Reino. Todos son iguales, todos son necesarios y todos son importantes. ¿El Señor te ha llamado a enseñar? Tienes la honrosa tarea de continuar con lo que el mismo Jesús realizó en la tierra: Jesús era Maestro, Jesús enseñaba a las personas.
Por eso, no pienses que el Señor te llamó a algo pequeño o de poco valor. Tu servicio es importante, no es más que otro, pero ¡tampoco es menos!
Quiero animarte a que veas la dimensión espiritual que tiene el ser maestro de la Palabra: Dice Daniel 12.3 “… los que instruyen a las multitudes en el camino de la justicia brillarán como las estrellas por toda la eternidad”
¿Te das cuenta de lo precioso de esta promesa? ¿Te das cuenta de lo que significa? Ser maestros nos trasciende, porque lo que enseñamos es trascendente. Enseñar a un niño, es enseñar a una vida y esa vida influirá a otras vidas y eso tiene un efecto multiplicador impresionante.
Dice Enrique Rojas (psicólogo y psiquiatra español): “Es esencial la tarea del educador. Se educa más por lo que se es, que por lo que se dice. Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra… la exposición atractiva de otra vida incita a imitarla de alguna manera.”
Tu vida dejará una huella en la vida de tus alumnos. ¿Lo has pensado? Tu vida será la inspiración para la vida de muchos niños que pasen por tus clases. Ellos serán motivados, animados, alentados e instruidos por tus enseñanzas basadas en la Palabra de Dios.
“Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.” 1 Corintios 15.58
No es en vano cada hora que dedicas a estudiar la próxima lección; no es en vano cada momento que apartas para orar por tus niños; no es en vano cada minuto que piensas en cómo hacer más creativa tu clase; no es en vano cada tiempo que brindas para llamar o mandar un mensajito al que faltó. Querido maestro, tu servicio para el Señor no es en vano, sino que tiene mucho valor. Eres un privilegiado, Jesús te llamó para ser maestro y formar a la nueva generación. Pon tu mirada en este precioso desafío y ¡no te desanimes![/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]