La mejor medicina que un papá les puede dar a sus hijos
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julio 20, 2024En Juan 14 se produce una llamativa conversación de Jesús con sus discípulos. Comparte con ellos una asombrosa afirmación: “Si ustedes me hubieran conocido, también hubieran conocido a Mi Padre; desde ahora lo conocen y lo han visto» (7). Felipe no dudó de pedir algo que, a su parecer, era más tangible: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús, sorprendido, le respondió: «¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre».
Jesús, en efecto, afirma a los discípulos que él es calco de su Padre. Quien desea conocer mejor al Padre lo puede hacer observando la vida y las enseñanzas del Cristo. Su misión, tal como el mismo la enuncia en Juan 17, ha sido revelar el nombre del Padre a los hombres del mundo que él le dio (17.6). El nombre, en la cultura hebrea, es mucho más que una forma de identificar a un individuo. Más bien se asocia con lo que esa persona es, con el propósito de Dios para su vida. Entendemos, entonces, que la misión de revelar el nombre del Padre a los discípulos indica que intentó dar a conocer el corazón del Padre.
¿Por qué es importante este esfuerzo? La razón es que los israelitas poseían conceptos muy distorsionados de quién era Dios. Esos errores de percepción no solamente eran producto de las corrientes populares de la época, sino también de las deformaciones que perpetuaban los grupos religiosos más importantes de la sociedad. Además, la imagen de Dios siempre se ve afectada por aquellos que mayor influencia han ejercido sobre nuestras vidas, especialmente durante los años formativos. Por esto podemos acabar creyendo en un Dios severo, distante, permisivo o inofensivo, según el impacto que tuvieron estas personas sobre nuestra niñez.
La vida a la que nos invita Jesús es una en la que debemos descartar, una y otra vez, las imágenes erróneas que poseemos del Padre, para abrazarnos al Dios que revela el Hijo a lo largo de su peregrinaje terrenal. Sino logramos corregir esas distorsiones acabaremos construyendo una relación con el Padre que estará condicionada por el temor, la indiferencia, la ansiedad o el esfuerzo desmedido por ganar su aprobación. Observamos, en la Palabra, el triste ejemplo del hermano mayor, en la parábola del hijo pródigo, ¡qué pasó toda una vida intentando conseguir algo que ya era suyo!
El camino para conocer mejor al Padre, entonces, es observar con detenimiento la vida del Hijo. En las historias que contó Jesús y en la vida que llevó encontraremos muchas pistas que nos indican la clase de corazón que posee el Padre. Entre otras características reveladas vale la pena resaltar que Jesús muestra la obstinada insistencia del Padre, un Dios que no se da por vencido en sus esfuerzos por rescatarnos. Jesús también revela la desconcertante generosidad del Padre, un Dios que es abundantemente más bueno y amoroso de lo que podemos imaginar.
Jesús también revela el corazón sufriente del Padre, un corazón que siente, como si fueran propios, nuestros dolores y angustias. Jesús despierta la censura de los que están cerca de él cuando se mueve en la incomprensible compasión del Padre, un Dios que mira con misericordia a personas que consideramos no merecen este regalo. Por último, observamos en Jesús una unidad de propósito con el Padre que revela la profundidad del amor y la honra que existe en la relación entre ellos.
La aventura de caminar con Jesús es preciosa, entre otras cosas, porque nos permite descubrir la belleza del corazón de su Padre, que es también nuestro Padre. Esa revelación no solamente corregirá percepciones erradas acerca de la forma en que Dios obra y se mueve en nuestras vidas, sino que también obrará transformación en nuestro ser de manera que, con el pasar del tiempo, nuestros rostros brillarán con la gloria de su presencia.
A pesar de nuestras limitaciones tendremos el privilegio de convertirnos, también, en manifestaciones visibles del corazón tierno y compasivo de nuestro buen Padre Celestial, reflejando su irresistible amor en todas nuestras relaciones, incluyendo a las personas a las que lideramos y pastoreamos.
Tomemos este día del padre como una excelente oportunidad para revisar la imagen que tenemos de nuestro Padre Celestial, aceptando el apasionante desafío de conocerlo de manera cada vez más fiel a través de la persona de su Hijo.
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