¿Inmunda para toda la vida….?
septiembre 22, 2016Liderazgo de Redención
septiembre 22, 2016Estamos en el mes en el que recordamos el sacrificio de Cristo en la cruz. Recordamos su muerte y su resurrección. Recordamos el precio que pagó por cada uno de nosotros y el deseo profundo de Su corazón, trae a nuestra memoria el dolor y sufrimiento de todo este acontecimiento. Jesús previo a morir toma un tiempo para despedirse y para orar justo antes de ser sentenciado. En esta oración hace un ruego muy especial al Padre. Esta súplica la encontramos en el Evangelio de Juan.
Juan 17:24-26
»Padre, los seguidores que tengo me los diste tú, y quiero que estén donde yo voy a estar, para que vean todo el poder que me has dado, pues me has amado desde antes de que existiera el mundo. »Padre, tú eres justo, pero los de este mundo no conocen tu justicia. Yo sí te conozco, y los que me diste saben que tú me enviaste. Les he dicho quién eres, y no dejaré de hacerlo, para que se mantengan unidos a mí, y para que amen a los demás como tú y yo nos amamos.»
Traducción en lenguaje actual (TLA)
La oración de Jesús refleja el deseo de su corazón para sus seguidores. A la luz de este fragmento de la escritura, exploremos juntos tres razones que responde a la pregunta ¿para qué su venida al mundo y su muerte?
1. Para estar con Él (V.24)
Justo antes de morir Jesús hace esta oración en la que le ruega al Padre por su deseo más profundo. Es una petición muy tierna. Tiene que ver con su deseo: “Es mi deleite” “Quiero”. Estar con Él es el cumplimiento de la promesa que Jesús hace a sus discípulos (Juan 14:3) y que se extiende a todos los que le han sido dados; a quienes reconocen que Cristo fue enviado por Dios Padre. Jesús desea que vivamos para siempre en su presencia.
2. Para ver y contemplar su poder (v.24)
No quiere que estemos con Él porque se sienta solo y necesita compañía. Lo hace para satisfacer nuestra necesidad y limitación humana. Necesitamos algo, tenemos hambre de algo que no podemos satisfacer de una manera diferente: Necesitamos ver y saborear Su poder, su gloria. Esta acción empieza aquí en la tierra, contemplando sus atributos divinos aun siendo hombre.
Me llama la atención que casi al inicio del Evangelio de Mateo (2: 1-2) los sabios procedentes de oriente vieron y vinieron: Vieron la estrella y vinieron a donde estaba Jesús a contemplar su gloria; a rendir un homenaje espiritual. Después de venir a Jesús y deleitarse en Él, cambiaron de camino (2:12)
3. Para ser capaces de amar de la misma manera en el que Padre ama a su hijo. (v.26)
Amar de la misma manera tiene que ver con el amor que el Hijo siente por el Padre y el Padre por el Hijo; y también de la misma manera en el Dios ama al mundo; haciéndose hombre para habitar entre nosotros, morir y resucitar para que estemos con Él.
Estoy habilitado para amar a Dios y a mi prójimo de la misma manera en que el Padre ama al Hijo. Y esto no se trata de imitar meramente el amor… es el MISMO AMOR… Amor que es visible, amor que se refleja, amor que va más allá, que trasciende.
Juan 2:5-11 especifica cómo se refleja ese amor:
En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió. Queridos hermanos, lo que les escribo no es un mandamiento nuevo, sino uno antiguo que han tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es el mensaje que ya oyeron. Por otra parte, lo que les escribo es un mandamiento nuevo, cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera. El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.
Si bien, el principio del Evangelio de Mateo nos invita a “ver y venir”, sus versículos finales (28:19-20) cierran con un mandato contundente “Vayan y hagan”. Un seguidor de Jesús no sólo contempla y se acerca a la gloria de Dios, sino que también sale y refleja la luz de la cual ha sido testigo.
¿Qué tiene que ver conmigo y cómo aplico a mi vida lo que recordaremos en semana santa?
¿Qué debo hacer para estar con él? ¿Qué voy a hacer para que otros puedan estar con él?
¿Cómo puedo hoy ver y contemplar Su poder, Su gloria? ¿Estoy amando a Dios de la misma manera en que el Padre ama a su Hijo? ¿Qué debo empezar a hacer diferente?
¿Estoy amando a mi prójimo de la misma manera en que el Padre ama a su Hijo? ¿Amo a quienes es difícil de amar?
Que seamos seguidores que disfrutan estar con Dios, contemplamos Su gloria y amamos de la misma manera en que el Padre a amo al Hijo y dio su vida en rescate de muchos.