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abril 27, 2018Cuando uno quiere liderar bien tiene que estar dispuesto a escuchar diferentes opiniones para luego tomar decisiones que no siempre serán las más populares para todos. Los buenos líderes deciden con integridad lo que creen mejor para los que lideran, aún en situaciones en que esa misma gente no apruebe la decisión o no la entienda. Eso no es fácil para líderes que tienen la necesidad innata de querer agradar a todos. Los líderes debemos aprender que el hecho de que todos estén contentos no significa que eso es lo mejor para la organización ni que eso nos haga mejores líderes.
Exigir resultados
Los líderes que llevan a sus organizaciones y a su gente a nuevos niveles de crecimiento son líderes que marcan el camino con una ética intachable y están acostumbrados a dar el mejor esfuerzo para maximizar los resultados de la organización. Eso los convierte en exigentes por naturaleza porque siempre están dando lo mejor de sí mismos y esperando lo mejor de sus liderados, y claro que eso tampoco es siempre lo más popular. De hecho, exigir resultados en los demás es algo que siempre lo va a hacer al líder MENOS popular con aquellos que no quieren o no pueden dar lo mejor. En estos casos, es mucho más natural para todos echar la culpa al líder que aceptar que no cumplieron con lo que se esperaba de ellos. Es tan simple y natural como cuando pasamos por la adolescencia y nos rebelamos con nuestros padres. Sus límites y exigencias nunca están bien altas en nuestra escala de popularidad aunque sepamos que tienen la mejor intención, y por eso también es más fácil enojarse con ellos que con nuestros amigos. Los líderes en estos casos debemos aprender misericordia y a discernir qué exigirle a quién y cómo, y eso sí que es un arte.
Resistir las críticas y los halagos
Otra de las variables es que cuando el líder gana exposición adentro y afuera de su organización, como es el caso de un ministerio internacional y ya no son solo sus liderados directos los que lo evalúan sino todas las personas a las que está expuesto, se expande el balcón de las personas que tiran flores o criticas sin mucho conocimiento de causa.
Hay una regla no declarada que funciona así: Cuanto mayor es la exposición, mayor es la cantidad de gente que te critica. Claro que también puede que sea mayor la cantidad de gente que te alaba o agradece y eso puede ser igual de peligroso para los líderes inmaduros. La exposición masiva hace masiva la posibilidad de que alguien te evalúe con criterios superficiales.
En mi vida ministerial por ejemplo me ha tocado que me critiquen por frases fuera de contexto como partecitas de predicaciones de YouTube de 3 minutos o incluso títulos de mensajes que yo nunca puse y la gente solo por ese título critica lo que dice el mensaje, obviamente sin escucharlo… Se la ha agarrado conmigo gente que obviamente está buscando fama, me han criticado por asociación, es decir porque me vieron en tal evento o con tal persona y entonces asumen que soy de la misma tribu que esa persona o simplemente por meterme en una bolsa asumiendo que si eres un ministro conocido tienes que ser superficial o de la prosperidad o de los que…
Yo la verdad que me he divertido con algunas de las acusaciones, pero tengo amigos que se hacen muy mala sangre y me han confesado que han pasado horas mirando en internet cómo se los acusa de apóstatas, herejes, manipuladores, inmorales o la palabra acusadora que esté de moda. Algunos de ellos me preguntan por qué a mí no me afecta y yo les digo que sí me afecta, y que por eso cuido mis ojos y mi corazón concentrándome en lo que me edifica, pero también les digo que creo que eso es parte del liderazgo y que si le damos la bienvenida a los aplausos hay que estar tranquilos y ser humildes cuando se nos critica. Claro que también les digo que la mejor seguridad es tener una conciencia limpia y obviamente no dejarse reducir ni agrandar por la opinión de la gente.
Cuando estás al frente, es más probable…
Cuando estás al frente es más probable que te pateen de atrás. Es cierto. Los tuyos y los que no te conocen. Pero también he aprendido que, si estás ahí haciendo la voluntad de Dios y siendo íntegro con tus decisiones, entonces no hay nada que te pueda detener y tarde o temprano aún quienes te atacan van a tener que reconocer que permaneciste haciendo lo correcto.
En muchas ocasiones me cruzo con pastores y sobre todo líderes en sus primeros años, que al conversar con ellos me doy cuenta de que ven el aparente glamour de que viajo continuamente, o hablo en auditorios de todo tipo y escribo libros, y puedo notar que anhelan eso, pero sin sospechar que con eso viene esto otro que no solo les afectará a ellos sino a sus organizaciones y familias. (un día mi papá me llamó muy triste porque se había encontrado en Youtube con que alguien me estaba calumniando con un disparate.)
Los líderes espirituales tienen un solo público ya que solo la opinión de Dios debe ser la brújula que defina nuestro norte. En el camino tendremos que tomar decisiones populares, intrascendentes, grandes, pequeñas e impopulares y si estamos enfocados en lo que consideramos mejor para la organización y la gente que lideramos, entonces podemos tener la seguridad de que vamos por buen camino. Aún, si nos equivocamos. Eso se llama integridad.
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