El incomparable poder del ejemplo cercano
abril 2, 2018Liderar bien no siempre es lo más popular
abril 27, 2018La palabra entusiasmo tiene su origen en la Grecia antigua y tiene una larga historia de conexión religiosa. Para los tíos, primos y amigos de Aristóteles y Platón, la palabra entusiasmo, significaba ser o estar inspirado por la divinidad. La persona entusiasta o entusiasmada era aquella que había sido tomada por uno de los dioses, guiada por su fuerza y sabiduría, y por ese motivo podría transformar la naturaleza que lo rodeaba y hacer que las cosas cambiaran.
Según su comprensión de la realidad sólo las personas entusiastas eran capaces de vencer los desafíos de lo cotidiano, y por lo tanto para ellos era necesario “entusiasmarse” para resolver los problemas que se presentaban y pasar a una nueva situación.
Ahora Nosotros
Analizando este concepto de los antiguos griegos y partiendo de que hoy nosotros conocemos quién es el Dios verdadero, tengo que decir que los griegos tenían el verdadero secreto contra el desánimo. El ministerio es difícil. No es glamoroso como piensan algunos ingenuos, y sin dudas dentro de todos los ministerios posibles, el liderar a las nuevas generaciones, puede ser uno de los más difíciles de todos. Por eso el desánimo puede ser una tentación común en la agenda de todo líder. Ver caer a aquellos jóvenes que ya se habían levantado, escuchar críticas sin sentido de gente que no sabe nada de tu ministerio, luchar con el agotamiento de trabajar, estudiar y el fin de semana ocuparte de los adolescentes o de los niños, sin duda que puede producir desánimo.
Pero la noticia es que hay un antídoto. Se llama ser llenos del Espíritu Santo (Efesios 5:18). Vengo hace años diciendo por todo Hispanoamérica que es imposible levantar una generación de jóvenes espirituales sin ser líderes espirituales. Y alguno quizás me puede reclamar que aún los espirituales se desaniman, y eso es cierto. Pero es cierto hasta cierto punto. Yo me encuentro con un montón de líderes desanimados. Pero siempre que converso con ellos, me doy cuenta que no están poniendo la mirada en quien los llamó, o en quien los guía en su interior. O también para ser bien honestos, a veces me doy cuenta que justamente no están haciendo lo que debieran porque están pendientes de números o aplausos, o se están comparando con quien no se debieran comparar, y entonces claro que entiendo por qué se desaniman.
En aquellos que tienen claro de quien buscan aprobación, y por qué hacen lo que hacen, y confían en la soberanía del cielo, el desánimo no es un estado. Es una sensación pasajera, sí. Pero dura muy poco. Es tentación pero no caída, porque al estar bien conscientes que hacemos la voluntad de Dios y que la hacemos poseídos por la fuerza sobrenatural del Espíritu de Dios en nosotros, entonces las esperanzas se renuevan cada día.
Regreso a Grecia
Re interpretando este secreto griego a la luz de lo que nos ha revelado la Biblia, yo no creo que el verdadero entusiasmo sea una cualidad que se construye o que se desarrolla a base de voluntad personal. Es un estado de fe, de dependencia del Señor. La persona entusiasta es aquella que cree en su capacidad de transformar las cosas, cree en sí misma, pero no por un valor propio sino por lo que sabe que El Espíritu Santo puede hacer dentro de él o de ella. Una persona entusiasmada también cree en los demás, porque el entusiasmo provoca un sano aunque a veces ilógico optimismo, y por eso es el gran secreto contra el desánimo.
Volviendo a los griegos; estar entusiasmado equivalía a estar inspirados por la divinidad, y qué gran noticia que no estamos solos en esto del ministerio. Estamos con Él. El dador de la vida. Quien inspira a través de su Espíritu nuevas fuerzas en nosotros cuando nos movemos en la dirección de su soplo divino. Por eso, cuando nos desanimamos debemos preguntarnos de quién están dependiendo esos sentimientos. Seguramente estemos necesitando entusiasmo, o como le decían los griegos, dejarnos invadir por la presencia de la divinidad.
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