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septiembre 23, 2024En nuestros círculos actuales, el gozo y el sufrimiento parecen ser opuestos o antónimos, pero para Pedro el sufrimiento no debía sonar extraño para sus lectores, o sorprenderlos como si fuera algo insólito, sino que debían alegrarse por tener participación en ellos, ya que las pruebas y el sufrimiento son parte indispensable de la formación de una fe verdadera.
En la sección de 2:11 a 4:19 de su primera epístola, Pedro enfatiza la virtud del sufrimiento injusto, dando varios ejemplos de sometimiento, entre los que destacan la sumisión a los gobernantes y autoridades (2:13-17), la relación entre esclavos y amos (2:18-19) y entre esposas y esposos (3:1-7), pero para él, el mayor ejemplo de firmeza y obediencia en medio del desprecio y de la oposición injusta es Jesús.
En 1°Pedro 2:22 dice que «Cristo no cometió ningún pecado ni engañó jamás a nadie» llamándolo en 3:18 «el justo» que murió «por los injustos», aquel que no dio causa justa de acusación, ni antes de su pasión ni durante la misma. Pedro presenta a Jesús no solo como ejemplo para todos los creyentes que sufren por haber hecho el mal (2:22; 3:17; 4:15), sino como el modelo por excelencia.
Para Pedro, padecer cualquier maltrato por causa de la justicia significaba participar del mismo sufrimiento de su Señor, y por eso exhorta a sus lectores a participar del mismo con contentamiento, con planteamientos como este: Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también se alegren muchísimo cuando se muestre la gloria de Cristo. Dichosos ustedes si los insultan por causa de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios está siempre con ustedes. (1 Pedro 4:13-14).
Durante la tragedia del huracán Katrina en agosto de 2005, los miembros de una pequeña iglesia en Nueva Orleans habían ido en busca de refugio de la tormenta a su templo. Debido a los intensos vientos, la fuerte lluvia y la suspensión del servicio eléctrico quedaron encerrados allí durante tres días. Atemorizados porque el nivel del agua poco a poco comenzaba a subir y amenazaba con cubrirlos hasta el cuello, en lugar de entregarse al temor y la desesperación, uno a uno fueron uniendo sus voces y comenzaron a cantar. Cantaron toda la noche esperando su rescate o hasta que la muerte los sorprendiera.
¿Por qué los miembros de esta iglesia encontraron gozo en medio del dolor y la tribulación que amenazaba cubrirlos hasta el cuello? Bueno, la invitación a participar con alegría de los sufrimientos la hace Pedro, pero la fuerza para cantar en medio de la desesperación y la tragedia la da el Espíritu Santo, quien es el único que alimenta la fe en medio de la angustia del sufrimiento y da como resultado gozo.
El mensaje de Pedro a resistir con fe, esperanza y gozo en el sufrimiento no era una indicación desde la tranquilidad de un escritorio u oficina, sino que era un llamado desde la experiencia. Su cuerpo ya no era el mismo que el de cuando todo había empezado; su espalda ahora guardaba rastros de laceraciones y cicatrices de vapuleos y flagelos de los que había sido víctima por predicar las buenas noticias acerca del Mesías, pero debajo de estas marcas guardaba una sonrisa por honrar a Cristo en medio del dolor y por considerarse dichoso por sufrir por causa de la justicia.
Los padecimientos temporales que experimentaban los cristianos de Asia Menor, aunque causados por agentes externos, estaban bajo el control de Dios, incluso cuando no formaban parte de su plan para este mundo (1:5-6)28. Esta epístola no es una defensa del sufrimiento, ni mucho menos pretende responder a la pregunta del porqué del dolor; más bien parece un llamado a aceptar gozosos el sufrimiento. Si se me permite resumir la epístola en una oración, lo haría así: vivir una vida santa nos distingue del resto del mundo, pero sufrir con gozo diferencia a los verdaderos cristianos del resto de los creyentes.
En esta segunda parada en el itinerario del viaje de Pedro, es necesario reconocer que sus mejores años han pasado y que el mundo en el que vive lo ha dejado atrás, y no solo eso, sino que ese mundo ha comenzado a cazar a aquellos que son como él. En esta etapa, Pedro y el resto de los cristianos debieron aceptar que no todo es para siempre y que cuando Dios quiere cambiar el mundo, en palabras de N. T. Wright, no enviará tanques o bombas sino a los humildes, a los pacificadores, a los misericordiosos y a los de corazón puro.
Este artículo fue extraído del libro “Pedro (un llamado a lo extraordinario) de Sergio Valerga.
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Ricardo Flores
Licenciado en Teología y Director académico del Seminario Teológico Centroamericano (SETECA). Junto a su esposa sirven activamente en su iglesia local en Guatemala.