No es lo mismo creer en Jesús que seguir sus pasos. Ambas son expresiones que pueden sonar de forma similar, sin embargo guardan importantes diferencias. Un creyente puede tener fe, asistir a reuniones, ser parte de una comunidad cristiana y muchas otras cosas que le hacen ver como un cristiano. Pero un creyente no necesariamente es un discípulo.
Mucha gente se interesaba en Jesús cuando estuvo en esta tierra, pero no todos estaban dispuestos a seguir sus pasos. Recuerda el caso de aquel joven rico que decía haber hecho todo lo necesario para ser un discípulo, pero cuando Jesús le pidió vender todo lo que tenía y dárselo a los pobres para poder seguirle, aquel joven se alejó con tristeza. Evidentemente no estaba en el punto de ser un discípulo. Creía en Jesús y de hecho era un buen creyente que había cumplido con todos los pasos necesarios. Pero ser un discípulo era algo que, para él, claramente traspasaba sus límites.
Por eso, aquí te dejo estas 5 marcas que deben ser parte de tu manera de vivir, si de verdad anhelas ser contado entre los discípulos de Jesús.
¿Cómo se hace para lograr todo esto?
Alguien podría esperar que a esta altura del artículo aparezca una fórmula mágica al respecto. O Quizás otros estén listos para recibir una serie de manifestaciones sobrenaturales que hay que buscar experimentar insistentemente. Probablemente lo que voy a decirte pueda sonarte a simple o básico, aunque no deja de ser una fórmula y no deja de tener ingredientes sobrenaturales. ¿Listo para la respuesta?
Todo surge de la relación con el Padre. Una relación íntima con Dios te deja expuesto, transparente y te permite ver lo que debes cambiar. Mientras más luz dejes entrar a tu vida, más evidentes serán las cosas que deben ser corregidas. Las obras de un discípulo se hacen realidad como consecuencia o resultado de conocer al Padre en profundidad.
Claro que esto es un proceso que no sucede de la noche a la mañana, sino que es fruto de un continuo caminar, dejarse moldear, ser procesado e incluso a veces ser quebrantado. Un proceso que incluye ser un estudioso de la palabra de Vida, un adorador incansable y un buscador constante de su presencia.
Esta es la pregunta que debe quedar resonando por los rincones de nuestra mente y corazón en esta época: ¿Soy un creyente o un discípulo?
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