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Estoy convencido de que el mayor impedimento para el evangelio hoy en día no está en el mensaje sino en los
mensajeros. Es indispensable que consigamos trasladar a las nuevas generaciones el verdadero mensaje de Jesús, que es dinamita pura. Y para transmitir correctamente lo que Jesús quiere decir, algo debe cambiar en nuestra predicación.
Algo que trascienda las técnicas estereotipadas, el lenguaje litúrgico y las fórmulas repetitivas.
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